¿Invadirá Putin los países bálticos si Le Pen gana en Francia?
Algunos analistas plantean que el ascenso de partidos europeos próximos ideológicamente a Le Pen, debilitarían las opciones de conservar la soberanía nacional de cualquier país que sea objeto de la apetencia de Moscú
Ni la población prorrusa del Donetsk y Lugansk ni la historia de la adscripción territorial de la Península de Crimea resisten una comparación en términos de similitud con las tras repúblicas bálticas; Letonia, Lituania y Estonia. Las tres con marcado desafecto a Moscú. Sin embargo, comparten con el territorio invadido en Ucrania ser víctimas de las apetencias de anexión del presidente Vladímir Putin.
En este momento de la guerra, y con independencia del resultado electoral en EE.UU., no son pocos los que anticipan que el punto final de la guerra entre Rusia y Ucrania pasa por la transacción de soberanía de la pequeña zona ocupada por Ucrania en la región rusa de Kursk y una parte de la franja invadida por Rusia. Una parte que, en cualquier caso, retendría el corredor hasta Crimea. Global y territorialmente hablando, el acuerdo sería favorable a Rusia cuyo presidente podría ahora poner su foco en otra parte del antiguo mapa soviético.
Oigo a analistas de política exterior muy reputados argumentando que es muy posible que en los próximos años y después de la invasión de Ucrania, Rusia invada alguna de las tres repúblicas bálticas. Primero lanzarían unos misiles sobre una zona poco poblada causando apenas víctimas. Inmediatamente se reuniría tanto la Unión Europea (UE) como la OTAN.
No son pocos los que anticipan que la guerra en Ucrania se resolverá con una transferencia de soberanía favorable para Putin
Pongamos el foco en la UE. El tratado de la Unión establece que los países de la Unión tienen la obligación de ayudarse si uno de ellos «es objeto de una agresión armada en su territorio». Así aparece en la cláusula que figura desde 2009 en el apartado 7 del artículo 42 del Tratado de la Unión Europea.
En esa interpretación amplia que admite el mandato «de ayudarse», prevén los analistas que unos países dirán que sí y otros que hay que aplicar la contención y no responder porque no ha habido apenas víctimas. Vista esta hipotética y tibia respuesta, Putin probablemente decidiría invadir por tierra.
Es conocido desde largo la debilidad de este flanco de países miembros a la par de la OTAN y de la UE. Como es sabido, hay fuerzas OTAN desplegadas allí, entre ellas españolas. Imaginemos un escenario cruento de guerra convencional. Entonces, continúan especulando los analistas, Marine Le Pen (que ya sería presidenta de Francia) plantearía la pregunta de qué hacen nuestros jóvenes muriendo en los bosques bálticos y, de depender la guerra del apoyo europeo, el final no sería muy diferente al acuerdo transaccional de fin de la guerra en Ucrania.
Exploremos ahora algunos de los ángulos débiles del escenario descrito.
En primer lugar, ¿Quiénes han sido los países que han aplicado con rigor las sanciones económicas contra Rusia tras la invasión de Ucrania? Puestos delante del mapamundi, solo la UE, Noruega, EE.UU., Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda están identificados por Rusia como las potencias sancionadoras. El resto del mundo y no solo los ahora denominados países del Sur Global (todos los no miembros de la OCDE) han aplicado las sanciones con tibieza o, directamente, no las aplicaron. La UE ha actuado como un bloque con las únicas reticencias de Hungría.
Lo que algunos analistas plantean en el fondo es que el ascenso de partidos europeos próximos ideológicamente a Le Pen, debilitarían las opciones de conservar la soberanía nacional de cualquier país que sea objeto de la apetencia de Moscú. En definitiva y en el caso concreto de las repúblicas bálticas, el debilitamiento de la UE jugaría en favor de Rusia. ¿Es esto así?
Más del 22 % de los europarlamentarios están adscritos o al grupo de Patriotas por Europa o al de los Conservadores y Reformistas
Tras las elecciones de 2024, el Parlamento Europeo admite algunas aritméticas como la siguiente. Más del 22 % de los europarlamentarios están adscritos o al grupo de Patriotas por Europa (liderado por el partido de Le Pen y que incluye a Vox) o al de los Conservadores y Reformistas (liderado por Giorgia Meloni). Excluyo de la aritmética a los diputados de la AfD alemana y algún otro que, de sumarlos, superarían la cuarta parte del Parlamento.
La mayor parte de los votantes de estas opciones políticas no entienden por qué no pertenecen a un único grupo como los que conforman el Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas o el Partido Popular Europeo. Sin embargo, hay dos cuestiones que merecen ser destacadas a modo de interrogantes sobre los que esperan que la UE se debilite por el crecimiento de los partidos críticos con Bruselas.
La primera es que para encontrar voces críticas con el apoyo de la UE a Ucrania habría que buscar más en los eurodiputados del Grupo de la Izquierda (el 6,39 % del Parlamento Europeo) que en los liderados por Le Pen o Meloni –posiciones como las de Viktor Orbán serían una excepción–. De hecho, no es cierto minimizar la influencia de los partidos de izquierda radical. Actualmente, gobiernan en España, condicionan el gobierno de Francia y hasta hace meses también el de Italia.
La segunda es que, igual que partidos sistémicos como el PSOE cambiaron posiciones muy arraigadas como su rechazo a la OTAN para abrazar un posicionamiento marcadamente atlantista, o el Partido Popular abandonó su militancia en la lucha contra el aborto en aras de reconocerlo como un derecho fundamental, también hay que reconocer que el euroescepticismo actual ha cambiado radicalmente. Del lepenismo de hace unas décadas, abiertamente partidario del abandono del euro a las reivindicaciones actuales de estos partidos, media un abismo que ha basculado en favor del europeísmo. Sin duda de un europeísmo diferente al que profesan socialistas, populares y liberales, pero un europeísmo pragmático al que han tenido que rendirse los grandes bloques políticos en materias como la migratoria, la agenda verde o la desburocratización de la propia UE. No solo cambian los bloques; también algunas visiones de calado. No podemos ignorarlo.
- José Manuel Cansino es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino