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José María Rotellar

Populismo tributario: el Gobierno sube impuestos al capricho de sus socios

Levantan barreras de entrada a nuevas inversiones, a las que ahuyentan, ya que cualquier empres extranjera que tuviese pensado invertir en España se lo replantea debido al populismo tributario existente

Actualizada 04:30

El Gobierno no tiene otra política económica que la que sigue equivocada de incrementar exponencialmente el gasto y subir confiscatoriamente impuestos. Ha subido los impuestos cada ejercicio y si no lo ha hecho en alguno es porque no ha contado con respaldo parlamentario para ello, pero es su obsesión: exprimir a los contribuyentes para seguir gastando de manera poco eficiente, poco útil, con amplio despilfarro.

Ahora, en su plan enviado a Bruselas con ajustes estructurales a medio plazo, obligado por ser una economía con desequilibrios estructurales, recoge los impuestos a la banca y a las empresas energéticas para hacerlos permanentes, tras haber anunciado, hace dos años, que eran transitorios. Siempre hubo una gran duda sobre su constitucionalidad, diga lo que diga un Tribunal Constitucional politizado, al crearse específicamente para unos sectores en concreto, pero la transitoriedad aplacó los ánimos, en parte, de las empresas, pero este deseo de hacerlos permanentes ha acabado con su paciencia.

Pues bien, ese impuesto a las empresas energéticas lo ha dejado fuera, finalmente, ante la presión de las empresas energéticas, muy bien llevada a cabo, donde anunciaron que suspendían y/o se llevaban fuera de España inversiones. Junts, que veía peligrar inversiones de Repsol en Cataluña, ha forzado a eliminar el de las energéticas para apoyar las medidas fiscales. El riesgo de que las empresas votasen con los pies ha sido determinante. Sin embargo, el de la banca sigue adelante, siendo, como es, una aberración tributaria semejante al impuesto energético, con un sistema progresivo de gravamen, que es más absurdo todavía. La banca no ha presionado lo suficiente para evitarlo.

Y es que en el caso del impuesto a la banca, no se puede hablar más que de demagogia en la elección de este impuesto; de una demagogia aún mayor en el intento de la prohibición de repercutirlo a los clientes, cuando los bancos sólo estarían velando por cumplir la normativa bancaria que les obliga a mantener elevada su solvencia; y de una gran irresponsabilidad por querer aplicar una medida que puede mermar tanto la mencionada solvencia bancaria, clave del sistema de economía de mercado que tenemos, como el volumen de crédito que puedan conceder, que perjudicaría a la transmisión del crédito a la economía productiva, con sus repercusiones negativas sobre el crecimiento y el empleo y que terminaría por interferir en las competencias del Banco Central Europeo, al afectar a la transmisión de la política monetaria, competencia exclusiva del banco emisor. Ahora, se aplicará ese gravamen sobre intereses y comisiones, de manera que los perjudicados serán los clientes y el conjunto de la economía, pues repercusión, habrá. En principio estará en vigor hasta 2028, pero el riesgo de que se mantenga, es alto.

Adicionalmente, han establecido el tipo mínimo efectivo del 15 % en el impuesto de sociedades, al tiempo que han legislado para poder recaudar la parte del IS que anuló el Tribunal Supremo, y han subido un punto el gravamen de las rentas de capital a partir de 300.000 euros y han aumentado el impuesto sobre el diésel.

Todo ello, levanta barreras de entrada a nuevas inversiones, a las que ahuyenta, ya que cualquier empres extranjera que tuviese pensado invertir en España se lo replantea debido al populismo tributario existente.

El fracaso del impuesto a las energéticas se debe a la amenaza de votar con los pies. Esto demuestra que los gobiernos pueden imponer impuestos, pero los contribuyentes pueden marcharse, lo que se conoce en economía y hacienda pública como «votar con los pies», como he dicho anteriormente. El error del Gobierno y su voracidad confiscatoria sólo traerán caída de la inversión, de la prosperidad y del empleo, es decir, empobrecimiento, que tratarán de maquillar en el corto plazo con más gasto público, para que parezca que la economía va muy bien, pero cuyo crecimiento es insano y contraproducente para el medio y largo plazo. Cada vez, más empresas votarán con los pies y se irán de seguir aplicándose la política económica de Sánchez. La banca debe presionar más para lograr que se revierta este disparate, siendo, como es, el corazón financiero de la economía de mercado.

  • José María Rotellar es profesor de Economía y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria
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