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José María Rotellar

La industria y los servicios muestran signos preocupantes

Los datos económicos permiten al Gobierno lucir una supuesta bonanza, pero su contenido dibuja una realidad bien distinta

Actualizada 04:30

Como he repetido muchas veces, el discurso triunfalista del Gobierno en materia económica no se sostiene. Asimismo, como también he dicho en reiteradas ocasiones, los datos económicos les permiten, en parte, lucir una supuesta bonanza, pero no va más allá del barniz de los mismos, pues su contenido, realmente, dibuja una realidad bien distinta, donde el sistema productivo privado está en retroceso ante el incremento, cada vez más notable, del sector público, que alimenta el gasto para tratar de sostener una economía que por sí misma no puede hacerlo, ya que la política económica aplicada la ha dejado muy maltrecha desde el punto de vista estructural.

Sin embargo, los primeros síntomas del agotamiento de la economía incluso con el ingente gasto público desplegado –y que pretende seguir desplegando según el plan de ajuste estructural enviado a Bruselas– empiezan a verse y viene en forma de menos actividad presente y futura.

Esa menor actividad presente afecta de lleno al sector servicios, y la futura, vía expectativas, a la industria, que, anticipándolas, también afecta al presente. De esa forma, si analizamos los datos del indicador de actividad del sector servicios y de la cifra de negocios de la industria, referentes al mes de agosto, no queda lugar a dudas. En ambos casos parece que siguen creciendo, al ver la tasa interanual, pero al eliminar el efecto base comprobando la tasa mensual de crecimiento, el empeoramiento, desgraciadamente, se deja ver.

Así, la industria cae incluso en términos interanuales. En España presenta una variación del -4,0 %, de manera que vuelve a caer con fuerza, sobre cifras de caída intensa registradas con anterioridad, que hace que la caída se ahonde. Esta profunda caída se ve más clara al eliminar el efecto base interanual y observar cómo en términos mensuales cae más de un 26 %.

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Esa caída se debe al deterioro estructural de la economía en el momento presente, por mucho que la anestesia del gasto público la mantenga con aparente –e ilusorio– vigor y al anticipo de un empeoramiento de expectativas, fundamentales en un sector, el industrial que tiene que planear su producción con mucho tiempo de antelación.

En cuanto al sector servicios, España presenta una tasa interanual del 1,2 %. Sin embargo, se debe a efecto base, porque en términos mensuales cae con fuerza, más de un 14 %. También cae el empleo en el sector en tasa mensual, aunque menos, un 0,7 %.

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Esto denota dos cosas: una caída de la productividad, que perjudica a la economía, y que el empleo es un indicador retrasado, de manera que no se destruye o crea hasta que las empresas no ven confirmada la tendencia de caída o incremento de actividad, respectivamente.

Todo ello, con una economía donde la inversión seguía hasta hace poco por debajo de los niveles anteriores a la pandemia en términos reales, y que sólo ha podido recuperar dicho nivel a golpe de revisión extraordinaria y excepcional de la contabilidad nacional por parte del INE, mientras que el gasto público se encuentra más de doce puntos por encima, que denota un claro efecto expulsión de la actividad productiva privada, de la inversión, por parte del gasto público, elemento contraproducente para el sostenimiento de la economía a medio y largo plazo.

Por tanto, dicho crecimiento de la economía cuenta con un barniz artificial, que no recoge la evolución real de la economía española, pues la actividad productiva privada empeora su comportamiento, siendo sustituida por una aceleración del gasto público que habrá de descender en este año, al tener que cumplir con las reglas fiscales, al haber estado sostenido por el gasto público. Es decir, como ya escribí en Expansión, se trata de un crecimiento insano.

Por tanto, ni hay verdadera generación de actividad económica productiva privada que haga a la economía sostenible, ni la mayor parte del crecimiento de 2024 es por aceleración real de la economía, sino por efecto estadístico base al haberse acelerado el dato del IVTR-2023 y por la revisión excepcional del año 2021. Además, pese a la moderación del crecimiento de la inflación, no está exenta del riesgo de rebrote inflacionista para finales de año, de manera que si se confirma dicho rebrote puede lastrar también a la economía.

Sigue siendo necesario lograr una consolidación fiscal e impregnar de reformas a la economía española que permitan hacerla sostenible por sí mismo y no dependiente, como es ahora, del ingente gasto público desplegado por el Gobierno. En lugar de un crecimiento real tenemos un crecimiento de realidad virtual, que ya sabemos que no es auténtica realidad.

  • José María Rotellar es profesor de Economía y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria
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