Más desigualdades y privilegios al independentismo: Felipe González enmienda la política económica de Sánchez
Las políticas de González, aunque no fuesen las más eficientes, se movían en el contexto de la socialdemocracia, de clara inspiración europea. Frente a ello, Sánchez aplica políticas intervencionistas también, sí, pero de tintes muy cercanos al comunismo, llevando al extremo su dogmatismo
En una entrevista en La noche en 24 horas, de TVE, Felipe González ha afirmado que decir que el Gobierno de Sánchez es el más progresista de la historia es una ofensa a la razón, porque realmente, según el ex presidente del Gobierno socialista, es el más desigual en la redistribución.
Asimismo, González critica contundentemente que Sánchez vaya a conceder el concierto económico a Cataluña, porque supone no sólo una quiebra de la solidaridad entre las distintas comunidades autónomas, sino que, además, la Administración General del Estado dejará de ingresar la proporción que hasta ahora le corresponde de los impuestos que allí se recauden. El expresidente lo simplifica diciendo que si le da el concierto económico a una región que representa el 20 % del PIB, la recaudación generada por ese 20 % de actividad no llegará en porcentaje alguno a la Administración General del Estado (AGE), más allá del cupo que se establezca, que sólo cubrirá los gastos que allí realice la AGE en dicha región.
González tiene razón. Sus declaraciones suponen una enmienda a la totalidad a la política económica de Sánchez –además de a la práctica totalidad del resto de políticas del actual presidente del Gobierno–, con la rotundidad que les da el hecho de que quien las realiza es el líder histórico del socialismo en España.
No soy yo un defensor de la gestión de Felipe González. Tuvo luces y sombras, pero económicamente, a mi juicio tuvo más sombras que luces. Es cierto que consiguió el hecho histórico de la entrada de España en la CEE y que ello contribuyó a modernizar la estructura económica de nuestro país, pero no lo aprovechó eficientemente por aplicar los postulados intervencionistas, que llevaron a la economía a un 25 % de paro, un déficit del 7 %, una deuda del 70 % y un incumplimiento de todos los criterios de convergencia que se exigían para entrar en la zona euro. Ahora bien, una cosa es que sus políticas intervencionistas funcionasen peor que las liberales clásicas aplicadas después por Aznar, y otra es que las políticas de González, aunque no fuesen las más eficientes, se movían en el contexto de la socialdemocracia, de clara inspiración europea, pues la modernización del PSOE con el abandono del marxismo que lideró González, fue lo que le permitió ejecutar políticas equiparables a la de la socialdemocracia europea.
Frente a ello, Sánchez aplica políticas intervencionistas también, sí, pero de socialismo real o, mejor dicho, de tintes muy cercanos al comunismo, llevando al extremo su dogmatismo y manteniendo a la economía a flote a costa de un incremento de deuda como no se veía desde el desastre de 1898, que entonces aumentó por la guerra de Cuba y ahora aumenta por mero capricho de mala gestión de Sánchez.
Aun así, la política de Sánchez no incrementa la riqueza, ya que el PIB crece a lomos del gasto público y sólo espoleado por la inflación y por el incremento de población, porque, realmente, nos hemos empobrecido, retrocediendo en PIB per cápita, al situarnos de nuevo en la franja de países pobres, con el PIB per cápita en paridad del poder de compra por debajo del 90 % de la media de la UE, que nos hace merecedores, tristemente, de recibir de nuevo fondos de cohesión, elemento que certifica nuestro empobrecimiento.
De la misma manera, España es el tercer país con más porcentaje de población en riesgo de pobreza, empeorando un puesto el último año, que describe a la perfección la pérdida de poder adquisitivo de los españoles.
Asimismo, España lidera la tasa de desempleo, tanto en términos generales como en desempleo juvenil, que indica la ausencia de generación de empleo –realmente, se reparte, pues las horas trabajadas no remontan– y la condena de muchos jóvenes a una situación de enorme precariedad.
Por último, González dice que el Gobierno de Sánchez es el más regresivo, y tiene razón, porque la igualdad de oportunidades disminuye, empobrece a la población, empeora la calidad del empleo y, además, en comparación entre regiones, se vuelve completamente regresivo al conceder a Cataluña el concierto económico, pues detraerá recursos de las regiones menos prósperas para dárselo a una región rica –Cataluña–, quitando a dichas regiones pobres dinero para la sanidad o la educación, por ejemplo, que irá a parar al despilfarro independentista. También mermarán los recursos del conjunto de españoles con la parte de recaudación que se produce en Cataluña y que dejará de recibir la AGE, lo que incrementará el déficit central o pondrá en riesgo la cobertura de servicios que presta la AGE en toda España.
Pueden tratar de ignorar a González, no invitarlo al congreso del PSOE o descalificarlo, pero no pueden borrar que es el líder histórico moderno del socialismo en España, y que con sus luces y sus sombras –insisto, para mí más sombras que luces– gobernó en España durante casi catorce años y aplicó una política económica ortodoxa, intervencionista, sí, pero ortodoxa, de corte socialdemócrata europeo, frente a la política económica sumamente empobrecedora, injusta, insolidaria y regresiva que aplica Sánchez.