La enfermiza obsesión por el bienestar
Hacer las cosas con el objetivo de estar bien es lo que lleva a una situación enfermiza
En un congreso sobre bienestar en el que todos los ponentes ponderaban las bondades del bien estar «que bien se está cuando se está bien», uno de los asistentes se levantó, pidió la palabra y comentó: «¡Que enfermiza obsesión con el bienestar! Es la obsesión del típico burgués que solo se mira el ombligo.» y continuó diciendo: «yo no tengo ningún problema con mi malestar, si estoy mal porque a un amigo le han golpeado, me gusta mi malestar, estoy muy a gusto con mi enfado, mi malestar hablar de la preocupación por mi amigo. No quiero que cambie mi malestar, quiero ayudar a mi amigo». El silencio se hizo elocuente y mi admiración grande.
No se está negando lo deseable del bienestar, sino que este tenga que ser el objetivo de nuestras acciones. Hacer las cosas con el objetivo de estar bien es lo que lleva a una situación enfermiza. Un yo replegado sobre sí mismo. Parecería que, si uno está bien, el mundo está bien y si no lo está, me da igual, porque yo estoy bien. Como en la película Matrix, quien traicionó a los suyos por gustar un filete falso de carne, pero gustoso en su cerebro comenta: «la ignorancia es la felicidad». Ha confundido felicidad con bienestar y la búsqueda de bienestar conlleva pagar el tributo de la ignorancia y vivir en Matrix. Hoy mucho prefieren Matrix a la realidad.
La búsqueda del bienestar nos detiene. Se pone un like al que lo pasa mal, pero no se hace más, por no comprometer el propio bienestar.
En un colegio, de cuyo nombre no quiero acordarme, la profesora trabajaba la autoestima de sus alumnos de primaria subiendo cada día a un alumno en una silla y pidiendo a los demás que le regalaran frases bonitas: «eres fantástico» «bonito»... Cada día pasaba un niño a recibir su dosis de gratificación social. Haciendo adictos a la recompensa social sin saberlo (eso espero, que fuera por ignorancia). Dejando al margen que esa profesora no sabe que es la autoestima, es un caso más de esa búsqueda del bienestar que, como decía, revela un centramiento en el yo y un yo reducido a afectividad. Una antropología donde el yo se autoconstituye en lo que quiera por el dominio de lo externo y lo interno.
Es decir, la búsqueda frenética del bienestar revela esta antropología. ¿De ahí saldrá un adulto que busque crear una sociedad mejor? ¡Cuántos colegios religiosos hacen el ridículo al asumir el bienestar como objetivo! Y, por ejemplo, dicen a los de bachiller «elegid una carrera en la que estéis a gusto» y luego plantean un sentido vocacional de la vida.
La búsqueda del bienestar en un mundo en el que vivimos es un auténtico insulto a tantas personas que necesitan encontrar una vida con sentido y un suicidio existencial para quien busca dicho bienestar. Imaginemos que un padre se va a dormir lleno de malestar porque ve que no está dando suficiente comida a sus hijos. Gracias a su malestar al día siguiente buscará como suplir la deficiente alimentación. ¡Qué bueno es irse a la cama preocupado! Seguro que esta exclamación no es bien vista por muchos lectores. Seguro que esos lectores necesitan matizar mis afirmaciones diciendo que, es mejor que descanse bien esa noche para, al día siguiente, buscar con más fuerzas una solución. Yo replicaría: de acuerdo, acepto la matización. Pero, ¿en qué sociedad vivimos en la que hace falta matizar esto y no hace falta matizar el discurso reinante sobre el bienestar?
Si alguien quiere ser educador que se prepare para dormir mal. Si no quieres dormir mal, más vale que te busques otro trabajo por respeto a los niños.
La gente no necesita estar bien, lo que necesita es vivir una vida con sentido. Estar bien o mal que sea lo que tenga que ser. Que el bienestar sea deseable (y afirmo que lo es) no quiere decir que tenga que ser buscado.
Esa profesora ignorante de lo que significa la autoestima podría aprender que la autoestima resulta cuando una persona descubre su vida significativa para la vida de los demás. La autoestima, como todos los términos educativos y relativos al crecimiento, son todos relacionales, no individuales. No hablan del yo sin más, sino de la experiencia del yo en comunidad.
La búsqueda de sentido es una buena búsqueda. Pero, el ser humano no encuentra ningún reto digno del ser humano que no sea otra persona. Responder ante la presencia del otro es donde se encuentra sentido a la propia vida. Por eso la búsqueda del bienestar es un suicidio existencial.
Imaginemos que llegaste al paraíso del bienestar. Felicidades. Pero, ¿tu vida es significativa para alguien? Sin tal significatividad el bienestar se convierte en una cárcel que incapacita a salir hacia el otro, cuando en el encuentro con el otro es donde está el sentido de nuestra vida.
Dejemos que el bienestar acontezca como un regalo y trabajemos por una vida de sentido. De lo contrario el ridículo estará asegurado. Interpretar a Maslow como que el hombre se construye desde abajo, primero sus necesidades y luego lo demás, es hacer el ridículo. Cuantos psicólogos hacen el ridículo al proponer: «primero cuídate tú y luego ya veremos tus relaciones». El ser humano se construye desde arriba y ese arriba siempre es ante un otro. Cuando la experiencia de sentido cae, el ser humano se animaliza y se centra sobre sí (el nivel inferior de Maslow).
La gente no necesita estar bien, sino que su vida tenga sentido y, si tiene sentido estará bien, tanto si está a gusto o a disgusto con la situación presente. Sin este horizonte se hace el ridículo.
- José Víctor Orón Semper es director de la Fundación UpToYou Educación