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La educación en la encrucijada​María Teresa Ballestar

El futuro es ahora: la educación en la era de la Inteligencia Artificial

Con la IA es necesaria una evolución en la forma de enseñar del docente y de aprender del estudiante, que estará basada en el desarrollo del juicio crítico, la personalización de experiencias educativas, la innovación y la creatividad

Actualizada 04:30

No hay mejor estudio de mercado que capture lo que interesa, preocupa, disgusta o apasiona a la sociedad que el realizado con la información obtenida de las búsquedas realizadas en internet. Cada fin de año, Google nos proporciona este resumen anual a través de la publicación de «El año en búsquedas». En 2023 no deja de sorprender que el tema más consultando por la ciudadanía en la categoría de Noticias es «ChatGpt», superando incluso a asuntos tan relevantes para nuestro país como las «Elecciones 2023» o la mismísima «Copa mundial femenina de futbol» y su corolario «Rubiales».

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Tendencias de búsquedas más relevantes por categorías en 2023 en EspañaGoogle Trends

Si bien es cierto que desde hace años se encuentran disponibles herramientas de Inteligencia Artificial (IA) para el público general en forma de asistentes virtuales como Siri o Alexa, no ha sido hasta el lanzamiento de ChatGPT que el entusiasmo de la sociedad se ha disparado ante su gran versatilidad e infinidad de posibilidades de uso. La facilidad de acceso y uso de ChatGPT ha servido para democratizar el uso de la IA generativa en un tiempo récord. En tan solo un año después de su lanzamiento ChatGPT alcanza más de 4 millones de usuarios en España. Esta tecnología consolida la cuarta revolución industrial y abre paso al inicio de la quinta, inaugurando una nueva era en el campo de la Inteligencia Artificial.

En el ámbito industrial existe un gran interés sobre como la adopción de estas nuevas tecnologías en una colaboración entre humanos y máquinas servirá para aumentar la productividad y establecer nuevas ventajas para la diferenciación en entornos altamente competitivos. Como destaca la prestigiosa publicación Harvard Business Review en uno de sus artículos, las nuevas tecnologías no solo pueden reducir significativamente la inversión de tiempo de los humanos en tareas manuales y repetitivas (no cognitivas), sino que también podrán acompañar y

complementar al ser humano en la realización de tareas que requieren conocimientos profundos como escribir, programar, investigar y realizar cálculos complejos (cognitivas). Una muestra de este potencial ha sido publicada recientemente en la revista Nature, donde se comparte cómo GNoME de Google DeepMind ha sido capaz de predecir la estructura de más 2 millones de nuevos cristales, lo que equivale a casi 800 años de conocimiento humano (y muchas tesis doctorales). Entre estas estructuras se incluyen 380.000 materiales estables que podrían impulsar nuevos descubrimientos e invenciones en campos como la generación de baterías, paneles solares o microchips.

Al igual que en la cuarta revolución industrial con la adopción de la robotización y la digitalización, esta evolución supondrá una profunda reconversión. Requerirá que los empleados adquieran nuevas competencias y se transformen profesionalmente, que las empresas faciliten la gestión del cambio y que las instituciones gubernamentales establezcan un marco legal y ético que maximice beneficios y minimice riesgos durante la transición. La tecnología evoluciona y cambia nuestras vidas desde invenciones como la imprenta, la máquina de vapor, la hiladora mecánica, el telégrafo, el teléfono, la bombilla, el automóvil, televisor o internet, pero ahora no seríamos capaces de vivir sin ellas y lo mismo pasará con la Inteligencia Artificial.

Sin embargo, como señala Clara Eugenia Núñez, debemos tener en cuenta que la tecnología tiene una identidad diferente a la de un recurso natural. Mientras que un recurso natural, como el petróleo o el gas, ya existe y está a la espera de ser localizado y explotado, la tecnología, por otro lado, necesita ser concebida por seres humanos, para luego ser producida y adoptada. El beneficio aportado a la sociedad es lo que garantiza su adopción y escalabilidad. Por esta razón, existe una estrecha relación causal entre la educación de los seres humanos y la evolución tecnológica.

La correcta adopción de las tecnologías disruptivas, y en particular de la Inteligencia Artificial, en el ámbito educativo es crucial. El éxito económico y social de su uso radica en su integración efectiva para enriquecer, potenciar y facilitar el aprendizaje de los estudiantes, evitando que se conviertan en atajos para alcanzar resultados, algo a lo que ya estamos tristemente acostumbrados. En el contexto actual, es esencial fomentar un círculo virtuoso donde el conocimiento humano impulsa el desarrollo de nuevas tecnologías, asegurando así la continua innovación y su viabilidad en el medio y largo plazo.

Prohibir el uso de herramientas de IA a los estudiantes es contraproducente. Merma su capacidad para adquirir las competencias necesarias y demandadas por los empleadores en el mercado laboral y para innovar en un nuevo paradigma tecnológico. Se debe dotar a los estudiantes de las competencias necesarias para la transformación industrial que se avecina, ampliando sus habilidades en alianza con las máquinas, aprovechando todo el potencial que es capaz de desplegar un humano trabajando acompañado de una Inteligencia Artificial. Para alcanzar este objetivo, es necesaria una evolución en la forma de enseñar del docente y de aprender del estudiante, la cual estará basada en el desarrollo del juicio crítico, la personalización de experiencias educativas, la innovación y la creatividad.

Para evitar la distopía del dominio de la máquina sobre el hombre, se debe preparar al estudiante para desarrollar su juicio crítico a través del conocimiento. La automatización de los procesos por la Inteligencia Artificial generará eficiencias, pero no eximirá a los humanos en su obligación de conocer, controlar y validar dichos procesos. La Inteligencia Artificial se entrena y nutre con conocimiento humano y, es por esto, que requiere una retroalimentación continua de un humano con el conocimiento adecuado. De la misma forma que cuando usamos una calculadora

hemos tenido que aprender antes a realizar cada una de las operaciones por nosotros mismos y sabemos perfectamente cuándo y cómo aplicarlas.

La educación, en contraposición, debe ser cada vez más personalizada, garantizando una experiencia única por estudiante y adaptada a sus necesidades. El docente continuará desempeñando un rol crucial en todo el proceso de aprendizaje, diseñando la hoja de ruta y velando por la consecución de los objetivos y competencias académicas. Sin embargo, el estudiante dispondrá de la tecnología para personalizar todo el proceso como si de un profesor particular se tratara.

Por este motivo, innovación y creatividad pasan a ser recursos esenciales en la enseñanza y la evaluación de los estudiantes. Los sistemas actuales están demasiado enfocados en la memorización y repetición, por lo que resultarán obsoletos en un contexto de colaboración entre humanos y máquinas. Como resultado, el sistema educativo debe diseñar nuevos sistemas de evaluación. Los estudiantes se están enfrentando ya a desafíos intelectuales que tendrán que resolver de forma satisfactoria sacando máximo partido a sus conocimientos en combinación con el uso de la Inteligencia Artificial.

Como explicaba recientemente Bill Gates, estamos inmersos en la era de la Inteligencia Artificial. A partir de aquí, se establece un punto de inflexión en múltiples aspectos de nuestra vida, desde como trabajamos, aprendemos, viajamos, cuidamos de nuestra salud y nos comunicamos. Los esfuerzos de las industrias pivotarán en torno a la adopción de esta tecnología con el objetivo de ser más competitivas, lo que creará una brecha entre los negocios y personas que sean capaces de adoptarla y los que no. En este complejo contexto lleno de oportunidades, es donde el sistema educativo desempeñará un papel clave en mitigar esta brecha tecnológica mediante la incorporación efectiva de estas nuevas competencias en la sociedad.

  • María Teresa Ballestar es profesora titular de la Universidad Rey Juan Carlos
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