Fundado en 1910

02 de julio de 2024

LOS RIDÍCULOS DE LA EDUCACIÓNJosé Víctor Orón Semper

Las vacaciones son para descansar, si sabes de qué descansar

Aunque el cansancio sea solo una cuestión física o energética, el descanso es necesario pero no para pasar a un estado de inacción, sino para cambiar de acción

Actualizada 04:30

Difícilmente uno podrá descansar si no sabe de qué y por qué se cansó. Si pienso que me cansé de andar, pararé de andar. Ahí parece fácil. Pero ¿de qué nos cansamos en la educación? Si yerro en el qué me cansó y por qué me cansé, haré el ridículo, pues descansaré de lo que no cansa.

Hay un test muy rápido para saber si el cansancio viene de un gasto energético o de una forma de entender mi presencia y relación problemática. Se podría hacer un diagnóstico diferencial con bastante rapidez evaluando si el descanso físico descansa o no descansa. Si una buena ducha, una adecuada comida y una generosa dormida no te descansa, es que el cansancio no viene de un simple gasto de energía. En ese caso, por muchos baños de sol que tomes en playas paradisíacas, no te servirán para generar novedad en tu vida. Al irnos de vacaciones para reparar el cansancio haríamos el ridículo, aunque sea un elegante ridículo, pues llevamos la procesión por dentro.

Cuando el descanso es simplemente físico por la demanda de energía, uno estrictamente no necesita dejar de trabajar mucho tiempo. Siempre me ha parecido envidiable la forma que tienen los delfines de dormir. Propiamente pueden pasarse días y días sin dormir porque cada día duerme una parte del cerebro y así pueden seguir en activo. No sé si es cierto o es un mito biológico pero la idea es atractiva.

Aunque el cansancio sea solo una cuestión física o energética, el descanso es necesario pero no para pasar a un estado de inacción, sino para cambiar de acción. Dejando de lado el comentario del delfín, vale la pena saber que el cerebro propiamente no «duerme», sino que cambia de actividad. No existe un modo off cerebral salvo cuando morimos. Lo que hace el cerebro es cambiar de distintos tipos de on.

Así pues, para descansar habría que buscar otro tipo de on. Pero aún es precipitado preguntarse por eso. Antes de decidir, corresponde saber de qué y por qué se cansó uno. Si ya hemos descartado que el cansancio se debe a una cuestión física o energética, ¿cómo saber por qué me estoy cansando?

Para responder a esa pregunta no hay que preguntarse por qué nos estresamos, sino por qué nos sobre-estresamos. Estresarse es algo estupendo, pues nos activa cuando una realidad valiosa requiere especial atención. El tema no es si estresarme o no, pues quien no se estresa, vegeta, sino por qué nos sobre-estresamos. Las razones que hay detrás de ello son muchas y no es este un lugar para desarrollarlo, pero sí que podemos poner alguna idea con la esperanza de que que el lector pueda analizar su posible sobre-estrés:

  1. Es normal estresarse cuando una persona está en peligro, pero en ocasiones nos estresamos porque ciertos ideales o valores están en peligro. El problema es que los ideales o valores no son una persona. Además, valdría la pena que cada uno pensara cómo se ha fabricado ese ideal o valor, ya que es fácil que uno esté viviendo de cara a una idealización que le haga más daño que bien.

2. Otra causa de sobre-estrés es cuando uno significa erróneamente la realidad. Una cosa es estar preocupado porque ha perdido un trabajo y otra significar eso como que ahora uno es un fracasado social. Los errores de significación son muy comunes y encierran a la persona en la angustia.

3. Hay formas de vida que ahogan constantemente lo importante y se vive solo de cara a lo urgente, tanto si es importante o no. En ese caso, la persona vive a expensas de responder constantemente a demandas externas o internas sin preguntarse si su vida es un espacio en el que realizar el sentido de la vida de uno.

4. La rumiación es otra forma de que uno no necesite enemigos porque ya tiene bastante con uno mismo. Imagina que ya pasó la situación apurada pero la persona queda atrapada en el «y si» pensando todo tipo de angustias en escenarios cada vez más desastrosos; escenarios que solo existen en la imaginación.

5. Cuando se le tiene miedo a la posibilidad de tener miedo, uno no tiene miedo a la realidad, sino a la posibilidad de vivir tal sentimiento. Asustarse de asustarse es asustarse dos veces. Cuando se le coge miedo a la propia experiencia emocional uno no termina de acceder a la realidad.

6. Otro motivo de sobre-estrés es cuando creemos que tenemos que controlar la interioridad de los demás. Uno no puede acercarse tranquilamente a comentarle lo que le pasa, sino que necesita presentarlo todo para conseguir que le digan que sí. En lugar de dejar que cada uno haga su camino, se quiere forzar el camino de los demás.

7. Por vivir en un estado de hipervigilancia que nos tiene sobre-activados, de tal forma que cualquier cosa que pasa nos altera de una forma desproporcionada. Se puede llegar o no a una situación ansiosa.

Seguro que hay más motivos de sobre-estrés. Pero si esto nos ocurre, no hay cerveza con gambas que lo resuelva (lo cual no le quita valor a las cervezas y a las gambas).

.

.

Si se descubre que vivimos algunas de estas experiencias de sobre-estrés, lo que necesitamos es sentarnos y preguntarnos cómo estamos viviendo. Y el tiempo de vacación es un buen momento para ello. Feliz verano.

Temas

Comentarios
tracking