Esperpento en el Congreso
La «gran» reforma laboral de Sánchez y Díaz sobrevive con un voto rebañado al PP
El Gobierno y sus socios habituales ya trabajan por recomponer lazos, porque si algo les ha demostrado la agónica votación es que fuera del 'bloque Frankenstein' hace mucho frío
Ni en sus peores pesadillas debió de imaginar Yolanda Díaz que su reforma laboral, su niña bonita, acabaría siendo convalidada por el pleno del Congreso sin Esquerra ni Bildu. Con Ciudadanos, con los dos diputados de UPN saltándose la disciplina de voto in extremis y, sobre todo, por un error en el voto telemático de un diputado del PP, Alberto Casero.
Un error que Casero intentó subsanar y no le dejaron y que traerá cola: la presidenta del Congreso y los socialistas se niegan a repetir la votación, y los populares están dispuestos a querellarse contra ella por prevaricación e ir al Tribunal Constitucional. «Es un fraude democrático contravenir el sentido de voto de un diputado para imponer la aprobación de un decreto», denunció Pablo Casado en Twitter.
También la portavoz de Vox, Macarena Olona, anunció ya entrada la noche que su partido también irá al Constitucional si es preciso por lo que consideró una «cacicada».
Terminada la votación, los diputados del PSOE y de Unidas Podemos abandonaron el pleno con el susto aún metido en el cuerpo. No se vieron venir esta agónica foto finish, porque desde 24 horas antes creían tener salvada la votación con los cuatro votos del PDeCAT y los dos de UPN. La cuenta debía ser 176 a favor y 173 en contra, y resultó ser 175 a 174.
Los navarros Sergio Sayas y Carlos García Adanero hicieron creer durante todo el día que respetarían la decisión adoptada por su partido en Pamplona, pese a estar en contra, y a la hora de la verdad se rebelaron.
Para papelón, el del secretario de Organización del PSOE, el navarro Santos Cerdán. Él fue quien negoció con el presidente de UPN, Javier Esparza, el voto favorable de sus dos diputados, aprovechando que a ambos les une una amistad que viene de lejos. O eso dice Cerdán.
Minutos antes de la votación, el número tres de los socialistas estaba presumiendo en el patio del Congreso de cómo él había puenteado a los dos diputados de UPN y cerrado el acuerdo directamente con Esparza. Una operación en la que también participaron el ministro Félix Bolaños y el portavoz del PSOE en el Congreso, Héctor Gómez.
Es más. Cuando al inicio de la larga sesión parlamentaria Sayas deslizó que podía desobedecer a la dirección de su partido, Cerdán sostiene que llamó al presidente de UPN para que metiera en cintura a su diputado.
Sayas, convencido de su decisión
Terminada la votación, y en conversación con este periódico, Sayas explicó que Esparza no se puso en contacto con él ni con García Adanero en ningún momento, sino que fue la secretaria general del partido quien el miércoles, desde Pamplona, les ordenó votar a favor.
«La lealtad tiene que ser compartida. Si no, es sumisión», declaró. «A mí no me pagan por calentar la silla. Los diputados no somos teclas que se puedan activar según qué intereses», añadió.
Entretanto, en Pamplona, el PSN primero retiró una reprobación contra el alcalde de la ciudad –de UPN– cuando el voto de UPN iba a ser sí en Madrid y tras ver cómo sucedieron los acontecimientos decidió mantenerlo. Los socialistas se sintieron estafados. Esparza, por su parte, atribuye esta rebelión al hecho de que Sayas y Esparza se enfrentaron por el liderazgo de UPN y el primero perdió.
Más allá de la polémica votación, la pregunta que flotaba este jueves en el ambiente era si la herida que la reforma laboral ha provocado en el bloque Frankenstein tiene cura o no. Tanto Gabriel Rufián, de ERC, como Oskar Matute, de Bildu, dejaron claro que para ellos Pedro Sánchez sigue siendo lo mejor que les puede pasar. O lo menos malo. «No se acaba el mundo hoy. Mañana tendremos que seguir hablando porque somos conscientes de la alternativa», señaló Rufián en alusión al PP y Vox.
También el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, apuntó en esa dirección. «Lo de hoy es muy singular, ya lo veréis. Hay una mayoría progresista con la que vamos a seguir sacando leyes», afirmó el hombre que ha negociado codo con codo con la vicepresidenta segunda. Y en plena armonía, según él.
El aparente cierre de filas en el Gobierno con la ministra de Trabajo no es tal
Pero, aunque aparentemente el Gobierno cierre filas con Díaz, no hay tanta armonía. A la clamorosa ausencia de Irene Montero e Ione Belarra durante el debate se une un cruce de reproches soterrado. Los socialistas recriminan a la ministra de Trabajo que se obstinara en sumar a Esquerra y no viera más allá, poniendo en riesgo la votación. Y ella, por su parte, no está contenta con el escaso margen de negociación que le dejó el presidente del Gobierno en su empeño por no tocar una sola coma del acuerdo con los agentes sociales. Y, sobre todo, de no tramitar el decreto ley como proyecto de ley.
Cabe decir que, aunque tarde, la política gallega agradeció a Ciudadanos su ayuda. El jueves, de viva voz, en el pleno. Y la tarde antes en una llamada a su portavoz en el Congreso, Edmundo Bal, según ha sabido El Debate. Fue la primera y única comunicación con Cs, más de cortesía que otra cosa.
En el partido naranja aseguran que ellos van a seguir «igual» que ahora, negociando «norma a norma» con el Gobierno. La cuestión es si la actitud del Gobierno respecto a Cs, y más en concreto de Pedro Sánchez va a cambiar.
A la postre, el kafkiano desenlace de la jornada viene a favorecer a Unidas Podemos, ERC y Bildu de algún modo. Porque cuando todos los analistas estaban interpretando la vía Cs como una nueva mayoría que le abría a Sánchez «un abanico de posibilidades» –en palabras de Bal–, llegó el susto. Llegó el panel de votación.
A buen seguro, en los próximos días los socios del presidente, de dentro y fuera del Gobierno, insistirán en eso: en que fuera de la mayoría Frankenstein hace mucho frío. Y este jueves a más de uno estuvo a punto de helársele la sangre.