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Sánchez y Feijóo en una reunión que mantuvieron en enero de 2021 en La Moncloa

Sánchez y Feijóo, en una reunión que mantuvieron en enero de 2021 en La MoncloaBorja Puig

La crónica política

El PSOE teme más a Feijóo que a Casado: su mano tendida puede ser un peligro para Sánchez

La llegada del gallego puede romper la política de bloques dominante en los últimos años. Y de la que los extremos han salido muy beneficiados. Siempre y cuando el presidente quiera

Ocurrió el 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol. Durante el acto de entrega de las Medallas de Oro de Galicia, Alberto Núñez Feijóo miró a Pedro Sánchez desde el atril y se dirigió a él. Lo hizo para agradecerle, en presencia del Rey Felipe y del resto de autoridades, la «fortísima inversión comprometida» por el Gobierno central en su comunidad para los próximos años.

Aquellas declaraciones suyas fueron virales en las redes sociales, porque suponían la antítesis de Pablo Casado. Horas antes, el líder del PP había cargado duramente contra Sánchez por enrolarse en una gira «bochornosa» por Estados Unidos para captar inversores.

El episodio resume a la perfección lo que el presidente gallego viene a hacer a Madrid: ganar a Sánchez, no insultarle, como él mismo anunció el miércoles ante la Junta Directiva del PPdeG, entre aplausos entusiastas de los suyos.

La inminente llegada de Feijóo a la presidencia del PP trae un tiempo nuevo no solo para su partido, sino también para la política nacional. La portavoz popular en el Congreso, Cuca Gamarra, ya dejó los primeros destellos de ese nuevo tiempo el miércoles durante el pleno sobre la invasión de Ucrania.

Allí ofreció al presidente del Gobierno los votos del PP para, incluso, si llegado el caso el Congreso tiene que autorizar una nueva misión militar. «Recorreremos juntos este camino», garantizó la hoy coordinadora del partido en esta transición.

«Feijóo es el último gran político de nuestro tiempo. Combina gestión y madurez, y eso son dos características muy apreciadas», señala a El Debate un miembro del comité organizador del congreso extraordinario del PP en el que el gallego será elegido por aclamación.

El nuevo líder trazará su hoja de ruta en el discurso que hará en ese congreso en Sevilla, y que los populares esperan con expectación (será lo más parecido a una ponencia política). Pero ya ha dejado claro que la suya no será una oposición del «no por el no», sino que está dispuesto a llegar a pactos de Estado con el PSOE. Es más, los ve necesarios. Cree que los ciudadanos los exigen.

Así pues, todo hace indicar que su llegada puede romper la política de bloques dominante en los últimos años. Y de la que quienes más beneficio han sacado han sido los extremos. Unidas Podemos, los partidos independentistas y Vox, por ese orden. Los de Pablo Iglesias porque gracias a ese frentismo entraron en el Gobierno, ERC y Bildu porque jamás imaginaron rentabilizar tanto sus 13 y 5 escaños –respectivamente– y Santiago Abascal porque es el gran contrapeso. «Solo queda Vox», suelen decir los suyos.

El invocado bipartidismo

¿Vuelve el bipartidismo? Evidentemente no, pero populares y socialistas esperan reconstruir algunos puentes volados en estos años. Ello en un contexto de ralentización de la recuperación económica por la crisis internacional –Sánchez pintó un panorama muy negro en su discurso del miércoles–. La renovación del CGPJ será la primera prueba.

No obstante, la disposición de Sánchez será fundamental, y ahí es donde los populares dudan. Desconfían. Lo lógico sería que, nada más sea elegido, el presidente convoque a Feijóo en La Moncloa para repasar todos los asuntos pendientes. Nadie entendería que no lo hiciese.

Cabe recordar que la última vez que Casado pisó el palacio presidencial fue el 2 de septiembre de 2020. Desde entonces ha habido una pandemia, una crisis económica, otra migratoria y política con Marruecos, un volcán en erupción durante 85 días, el fin de dos décadas de misión internacional en Afganistán y la invasión de Ucrania. Y aun así Sánchez no ha citado al todavía líder de la oposición en 18 meses. A ver en abril.

Aunque parezca difícil de creer, pese a todo Sánchez y Casado siempre han tenido buena relación personal. Aunque el popular acabó por no creerse nada de lo que le decía el presidente.

Con Feijóo también hay sintonía. Es un comienzo, al menos, pero no significa nada si no hay voluntad política. También el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, tenía mucho feeling con Teodoro García Egea y eso no se tradujo en acuerdos de peso y poso más allá del reparto de algunos órganos: el Consejo de Administración de RTVE, el Tribunal Constitucional, el de Cuentas y el Defensor del Pueblo.

El presidente, ya lo ha dicho, quiere agotar la legislatura y hacerlo del brazo de Unidas Podemos. Aunque pretende contar con el PP de Feijóo en economía, política exterior e instituciones del Estado. Eso dicen sus ministros.

El PSOE teme a Feijóo

En el PSOE creen que Feijóo es mucho más peligroso que Casado. Tienen muy presente el lío interno que les ocasionó el presidente gallego cuando en noviembre convocó una cumbre de los presidentes autonómicos de la España vaciada para hacer un frente común en materia de financiación. Sin importar las siglas.

Ferraz amagó con prohibir ir a sus presidentes, pero habría sido peor el remedio que la enfermedad. Y allí, en Santiago, reunió el presidente gallego a Adrián Barbón (Asturias), Javier Lambán (Aragón), Alfonso Fernández Mañueco (Castilla y León), Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha), Guillermo Fernández Vara (Extremadura), Concha Andreu (La Rioja) y Miguel Ángel Revilla (Cantabria). La imagen en tiempos de polarización y enfrentamiento político fue poderosa. Y el tanto se lo apuntó Feijóo, solo él. Aunque estar en la oposición es muy distinto a gobernar una comunidad con mayoría absoluta.

La cumbre de Santiago que organizó Feijóo en noviembre

La cumbre de Santiago que organizó Feijóo en noviembre

¿El PP habría tenido otra postura en la votación de la reforma laboral de haber estado el gallego al frente? Es posible. Aquel «no» en caliente y sin matices a un acuerdo que llevaba la firma de la CEOE y que dejaba intacta la espina dorsal de la reforma de Fátima Báñez provocó un gran debate en el seno del PP. Y acabó siendo el preludio del mal final de Casado.

La relación entre Sánchez y Feijóo tendrá efectos colaterales en el resto de las fuerzas políticas. En Unidas Podemos quieren mantener al presidente atado a la mayoría Frankenstein, y también lo quieren los miembros de esa mayoría, sobre todo ERC y Bildu. En Vox están a la expectativa: por una parte, una oposición blanda de Feijóo puede beneficiar a su postura más dura; pero, por la otra, el centro derecha solo ganará a Sánchez si actúa unido.

Y en Ciudadanos se hacen cruces: a Inés Arrimadas le venía bien un PP instalado en el «no», como se demostró en la votación de la reforma laboral, cuando los nueve votos de Cs fueron vitales para Sánchez. Y ahí volvieron a reivindicarse los naranjas como un partido útil.

El futuro inmediato de la política española está por escribir.

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