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Ilustración de Inés Arrimadas

Paula Andrade

Retratos dominicales

Inés Arrimadas, el canto del cisne convertido en patito feo

La presidenta de Ciudadanos fue un día valorada, otro criticada y ahora ignorada: comenzó de cisne y ha terminado en patito feo, en una trepidante metamorfosis contraria a la del cuento

Inés Arrimadas iba para Ronaldinho y se quedó en Robinho, aquel jugador de gambeteo asombroso que terminó lesionado regateándose a sí mismo. La presidenta de Ciudadanos, García de segundo apellido, ha ejercido de Rodríguez tras quedarse sola en casa con el abandono de Albert Rivera, cuyas alas robustas se chamuscaron para siempre al volar tan cerca del sol.

No lo ha tenido sencillo la dirigente que un día estuvo entre las más valoradas de España; luego entre las más incomprendidas y ahora, quizá, entre las más ignoradas, hasta el punto de que casi debe añorar aquellos tiempos en que recibía críticas feroces: por lo menos se acordaban de ella.

En política, cuando el silencio es tan intenso que casi hace daño a los oídos, que decía Murakami, el fin parece más cercano y la demoscopia empieza a ser el espejito de Blancanieves devolviendo una imagen siniestra: ya no eres la más guapa Inés, reiteran una y otra vez los sondeos y los escrutinios andaluces o madrileños, esos test de antígenos electorales sin alma que en estos casos siempre dan negativo.

La lideresa de Ciudadanos, con antecedentes laborales petroquímicos que tal vez expliquen su cierta frialdad; se pone 'La vida de Brian' para divertirse: quizá solo le quede silbar crucificada buscando, pese a todo, el lado brillante de la vida.

Buscar el hueco en una España polarizada por Sánchez no es sencillo, y jugar la baza de Ciudadanos tras la apuesta a la carta del sorpaso jugada por Rivera, más pendiente de adelantar a Rajoy que de frenar a Sánchez; casi una tarea imposible.

Pero a las taras de origen de un producto que nació como bisagra alternativa y sensata al chantaje eterno de PNV o CiU; Arrimadas le sumó las propias: nadie entiende lo que hace, empezando por unos cuantos de los deprimidos espartanos que aún la acompañan en el Congreso y tuvieron que votar hace nada, a favor y a regañadientes, la reforma laboral de Sánchez.

Con una estampida de militantes y otra de votantes que empalidece el éxodo de ñus en el Serengeti, quizá a Arrimadas no le quede otra cosa que esperar la barca de su laguna Estigia, con Caronte a los remos y una última parada en el cementerio de los proyectos políticos perdidos.

Salmantina de origen; jerezana de adopción y catalana de ejercicio, la hija pequeña entre cinco de Rufino e Inés y esposa de un exdiputado convergente; es tal vez la imagen perfecta para ilustrar el diccionario oficioso de Lo que pudo ser y no fue: desde presidenta de la Generalitat de Cataluña, donde ganó unas elecciones ahora también olvidadas; hasta vicepresidenta de un Gobierno de un color u otro.

Del naranja al marrón

Si el naranja fue una vez el color intermedio entre el rojo y el azul, la irrupción del verde y el frentismo de Sánchez lo ha transformado en un marrón borroso para el que nadie encuentra combinación y Arrimadas no averigua remedio.

Quizá a Arrimadas no le quede otra cosa que esperar la barca de su laguna Estigia, con Caronte a los remos y una última parada en el cementerio de los proyectos políticos perdidos

El exterminio en Andalucía, que se llevó por delante incluso al bueno de Juan Marín, suena por ello a canto del cisne transformado en patito feo, a la inversa del cuento: cuando pensaba tener una última oportunidad para llamar la atención, se dieron el costalazo definitivo que ahora intentará cambiar refundando y rebautizando a un partido con un pie en la UCI y el otro en el tanatorio.

La lideresa de Ciudadanos, con antecedentes laborales petroquímicos que tal vez expliquen su cierta frialdad; se pone a Led Zeppelin para relajarse y La vida de Brian para divertirse: aturdida y confundida, como en la canción de Jimmy Page, quizá solo le quede silbar crucificada buscando, pese a todo, el lado brillante de la vida.

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