La crónica política
Tres muestras de flaqueza de Yolanda Díaz ante Podemos que paga Sánchez
En el último mes y medio ha cambiado el curso de gran batalla de la izquierda, que es la que se libra intramuros del espacio de Unidas Podemos. La socia del presidente se está desinflando
Año 2007. Precampaña de las elecciones generales. La entonces ministra de Fomento, la pizpireta Magdalena Álvarez, sube al escenario en Málaga y proclama ante sus paisanos: «Antes partía que doblá». Para entonces ostentaba el título honorífico de ser la primera ministra reprobada por las Cortes en democracia, por su cuestionadísima gestión. Pero ya se sabe: lo que no te mata, te hace más fuerte. O eso creía por entonces «Maleni», porque en abril de 2009 José Luis Rodríguez Zapatero acabó bajándola del tren en marcha, en una remodelación de su Gobierno en la segunda legislatura.
La proclama de Álvarez bien podría aplicársele a Irene Montero, la dolorosa de un Gobierno que vive un constante vía crucis, arrastrando el pecado original de ser el primer Ejecutivo de coalición en un país sin tradición ni mentalidad de ello. La semana que termina deja una certeza: la gran batalla de la izquierda es, y lo será cada vez más, la que se libra intramuros del espacio de Unidas Podemos, entre Yolanda Díaz y Podemos. O, por afinar más: entre Yolanda Díaz y el tándem formado por Pablo Iglesias e Irene Montero.
Es indudable de qué parte está Pedro Sánchez, que ha trabado una relación de confianza con su vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo como nunca la tuvo con Iglesias. Y que sabe que seguirá necesitando un socio en el caso de poder continuar en la Moncloa más allá de diciembre (que cada vez está menos claro). Pero es innegable que el poder y la influencia del presidente del Gobierno en la reconfiguración del espacio a su izquierda son muy limitados. En la mano de los miembros de Unidas Podemos está.
Desde que comenzó la guerra de Ucrania, la vicepresidenta Díaz había conseguido mantener a Podemos en una especie de corralito, mientras ella negociaba con el ala socialista las medidas de los sucesivos decretos anticrisis, los Presupuestos Generales de 2023 y el aumento del gasto en Defensa, según el compromiso adquirido por Sánchez con la OTAN.
La cumbre con Marruecos
Sin embargo, en el último mes y medio Díaz ha dado tres muestras de flaqueza ante Podemos que han cambiado el curso de la batalla. La primera fue plegarse a la decisión de los morados de boicotear la Reunión de Alto Nivel que los gobiernos de España y Marruecos celebraron en Rabat el 1 y 2 de febrero, como colofón de la nueva etapa de la relación bilateral que ambos países iniciaron después de que Sánchez entregara el Sáhara Occidental.
Yolanda Díaz se plegó a la decisión de Podemos de boicotear la cumbre con Marruecos
Se suponía que la ministra de Trabajo debía acompañar a Sánchez en esa cumbre, porque había varios acuerdos con Marruecos sobre su negociado. Ella y otros 11 ministros. Pero Díaz prefirió seguir las directrices marcadas por los morados. Con el cónclave en marcha, desde Madrid compareció Ione Belarra, llevando ella y no Yolanda Díaz la voz cantante: «Pensamos que esta cumbre viene a consolidar un giro en la posición de España sobre el Sáhara, un giro que llevó adelante el PSOE de forma unilateral y ya dijimos que no se daban las condiciones para nuestra participación», afirmó.
El retraso de Sumar
La segunda muestra ha sido posponer la presentación de su plataforma, Sumar, cuya puesta de largo debía haberse producido en febrero, una vez concluido el «proceso de escucha» en el que se embarcó meses atrás. O eso es, al menos, lo que el entorno de Díaz había deslizado en diciembre; ante la impaciencia de Podemos, que quiere sentarse de una vez a negociar una coalición con la gallega. Sin embargo, la polémica por la reforma de la ley del ‘solo sí es sí’ achantó a la ministra de Trabajo, que decidió esperar. No se sabe hasta cuándo, pero la propia Irene Montero se lo afeó en una entrevista el pasado 22 de febrero: «Vamos tarde, deberíamos estar acordando ya», lamentó la titular de Igualdad.
La reforma del 'solo sí es sí'
Y la tercera muestra es la disciplina de voto –o sumisión de voto– que la socia de Sánchez mantuvo el martes con Unidas Podemos, en la toma en consideración de la proposición de ley del PSOE para reformar la ley estrella de Montero. Dicen los socialistas que esperaban más de ella y de su capacidad para arrastrar a los morados a un acuerdo; pero, por lo que ha trascendido, ni siquiera lo intentó con demasiado ahínco. El caso es que las filas del grupo parlamentario se mantuvieron prietas en torno a la titular de Igualdad.
La votación del martes visibilizó otra realidad que juega en contra de Díaz en el toma y daca interno: Podemos no es solo Podemos, sino que su fuerza reside en que aporta a la coalición otros 18 escaños extra gubernamentales: los 13 de ERC y los cinco de Bildu. Y eso también debe tenerlo muy en cuenta Sánchez.
La fuerza de Podemos reside en que aporta a la coalición los 13 escaños de ERC y los cinco de Bildu
Los independentistas catalanes y vascos fueron capaces de votar en contra de la admisión a trámite de la reforma –que ni siquiera abstenerse– a pesar de los centenares de rebajas de condena que ha provocado la norma. Además, defendiendo a Irene Montero como si el PSOE hubiese tocado a una de las suyas.
«Han caído en las encuestas. ¿Y qué pasa? ¿Que son los derechos de las mujeres los que pueden ir a golpe de encuesta? Han decidido hacer una acción sobre su propio Gobierno. No lo vamos a permitir, porque es de vergüenza propia y es de vergüenza ajena», señaló la diputada de ERC Pilar Vallugera. Por su parte, Isabel Pozueta, de Bildu, hizo suyo el principal argumento del Ministerio de Igualdad y Podemos: que esta reforma «nos devuelva al paradigma del Código Penal anterior».
Por el contrario, la relación de la vicepresidenta segunda con ambas formaciones independentistas es más que mejorable, y eso es un gran hándicap. Las heridas que dejó el año pasado la negociación de la reforma laboral nunca han sanado (tanto Esquerra como los abertzales votaron en contra).
Con el portavoz republicano, Gabriel Rufián, la relación es directamente mala. «Lo único que pido desde la izquierda es que Yolanda Díaz no negocie su proyecto como negoció la reforma laboral, porque entonces no habrá una lista de izquierdas, habrá ciento cincuenta», es solo una de las muchas pullas que Rufián ha lanzado a la gallega en los últimos meses. Ni olvida, ni perdona.
Va a ser la Comisión de Justicia del Congreso, y no la de Igualdad, la que asuma la tramitación parlamentaria de la proposición de ley del PSOE. Uno de los nombres clave de estas semanas de negociaciones será el portavoz adjunto de Unidas Podemos en esa comisión y secretario general del PCE, Enrique Santiago, hombre de confianza de Yolanda Díaz. Tanto, que ello le provocó ser purgado como secretario de Estado de Agenda 2030 –el Ministerio de Belarra– en verano. Habrá que ver si la irrupción en escena de Santiago ayuda a cambiar el curso de esta historia o no hay acuerdo posible.
Si no lo hay, la siguiente vez que Yolanda Díaz y Podemos medirán fuerzas, probablemente de forma definitiva, es en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. Díaz no se presenta, pero confía en que las urnas bajen los humos a los morados.