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Yolanda Díaz / Pedro Sánchez / Feijóo / Abascal

Lu Tolstova

La crónica política

Nueve meses de campaña y una izquierda en carne viva: ¿tiene la derecha motivos para confiarse?

Superada la moción de censura, la política española se ha zambullido de lleno en el 28-M, una primera vuelta de las generales. Los bloques llevan meses muy estables, pero se avecinan cambios

En el pleno del pasado jueves en el Congreso, el diputado de Vox Pablo Sáez subió a la tribuna para criticar duramente la reforma de las pensiones de José Luis Escrivá que la Cámara Baja convalidó ese día. «Nos plantea usted una reforma equivocada y que no soluciona la sostenibilidad del sistema. No soluciona la sostenibilidad del sistema porque un aumento en la fiscalidad laboral tendrá un efecto negativo sobre el empleo», denunció.

Llegó la hora de la votación. El PP votó 'no', con un alegato en contra de la reforma no más duro que el de Vox. Pero Vox, en cambio, se abstuvo por sorpresa, una semana después de defender una moción de censura contra Pedro Sánchez con un candidato a la Presidencia del Gobierno de 89 años, Ramón Tamames.

Ambos hechos tienen relación. Los bloques electorales de la izquierda y la derecha llevan meses muy estables, sin grandes transferencias de voto de uno a otro. Pedro Sánchez se mueve en una horquilla de entre el 25 y el 27 % de intención de voto y Alberto Núñez Feijóo, de entre el 32 y el 34 %.

Así que la miga está en cada uno de los bloques por separado, en lo que ocurre dentro. En el de la derecha, la apuesta del partido de Santiago Abascal pasa por penetrar la principal fortaleza del PP: el voto de los pensionistas, «una franja que no es la nuestra», como la describen desde la dirección de Vox, un partido con mucho más predicamento entre la población activa de mediana edad. «Por eso la moción ha ido bien», añaden, y se felicitan por haber destrozado los pronósticos de quienes auguraron que la operación Tamames sería una ruina: hoy por hoy, no hay electorado más fidelizado que el de Vox.

El 28-M más decisivo

Superada la moción, la política española se ha zambullido de lleno en la precampaña de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, con permiso de la Semana Santa. Unos comicios que supondrán el «punto de reconfiguración», según lo definen en GAD3, a medio año de la batalla final de las generales.

Los candidatos del PP sienten sobre sus hombros el peso de la responsabilidad, puesto que Feijóo pretende convertir el 28-M en un plebiscito contra Sánchez. «El presidente nos ha dado toda la confianza y la libertad, pero quiere resultados, como es lógico», afirma una candidata regional del PP. A menos de dos meses de los comicios, hay partido en comunidades y ayuntamientos donde hace unos meses parecía imposible que la izquierda sufriera, como Extremadura, Sevilla, Cantabria, Valladolid, Comunidad Valenciana y hasta Baleares.

En las últimas semanas han vuelto ciertos fantasmas e inseguridades a algunos cuadros del PP, porque en el primer trimestre del año Feijóo no ha sido capaz de ampliar la distancia con Sánchez, pese a la polémica en torno a la ley del 'solo sí es sí' y su reforma (que aún no está aprobada, cabe recordar).

Alberto Núñez Feijóo, este sábado en Zaragoza

Alberto Núñez Feijóo, este sábado en ZaragozaTarek/ PP

El presidente está aguantando el tirón, en parte gracias a la fidelización de su electorado más mayor. Ése en el que se ha volcado con la actualización de las pensiones conforme al IPC y con una reforma del sistema criticada por el Banco de España, la AiReF y Fedea. «No habrá recortes de las cuantías de pensiones ni tampoco en el acceso a la jubilación, sino que ampliamos, garantizamos y generalizamos nuevos derechos en materia de protección social», presumió el ministro Escrivá el jueves en el Congreso.

En los últimas semanas, ciertas inseguridades sobrevuelan de nuevo el PP: Feijóo no agranda la brecha

«Para estar tranquilos, deberíamos llegar a la recta final de las generales con entre siete y ocho puntos de ventaja sobre el PSOE, no cinco como tenemos ahora. Y de ahí no nos estamos moviendo», advierte un diputado del PP. «Lo de los pensionistas es preocupante», añade.

Desde la dirección nacional del PP restan importancia a ese estancamiento. «Sánchez está por debajo de la marca PSOE, eso es insólito. Los empresarios ya están en el postsanchismo, y hasta los socialistas. ¡Si ni siquiera Adriana Lastra ha querido ser ministra!», señala un miembro de la cúpula de Feijóo. «Actualmente, muchos votantes están encima de la línea entre dos baldosas. Y cuando pase el 28 de mayo, muchos acabarán por poner el pie en la de la derecha», continúa.

En la planta noble de Génova 13 reconocen que, a estas alturas del partido y con el resultado a favor, en el tiempo que resta lo más importante es no cometer errores. Más incluso que acertar. Porque saben que el PSOE va a aprovechar cualquier traspié, y no se equivocan. En un mitin celebrado este sábado en Murcia, la vicesecretaria de Organización del PSOE y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ironizó sobre lo mucho que le había cundido la semana a Feijóo: entre la predicadora evangelista, sus halagos a la reforma de las pensiones del presidente Macron, su voto en contra del decreto de pensiones y sus críticas (que no fueron tales) a la presencia de Sánchez en la Cumbre Iberoamericana y a su viaje a China.

La guerra de la izquierda

La izquierda, por su parte, está en carne viva. La disputa entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias –Podemos es él– amenaza con provocar una voladura incontrolada del bloque que capitanea Pedro Sánchez. Porque, en este caso, al presidente y líder socialista no le vale el refrán 'divide y vencerás', sino más bien aquel que dice que tres 'son multitud'. Tres fuerzas políticas en un mismo espacio son demasiadas, como bien saben el PP, Ciudadanos y Vox.

«Esperemos que lleguen a un acuerdo, no puedo decir mucho más», deseó Sánchez ante los periodistas que le acompañaron en su viaje a China durante una conversación informal. Aunque en el PSOE, por si acaso, se preparan para un escenario de ruptura entre Sumar y Podemos: «Unidad, ¿a qué precio? No puede ser a cualquier precio», reflexionaba el miércoles una ministra del ala socialistas, mientras remachaba que las peleas constantes «ahuyentan» al electorado. Así que, en ese caso, «mejor por separado».

El jueves, Yolanda Díaz llegó al pleno del Congreso la primera, antes incluso que el ministro Escrivá. Lo hizo porque quería dar un titular a la prensa a su llegada, antes de entrar al hemiciclo: «En los momentos clave de la historia hay que estar». Habló delante de las cámaras y también sin cámaras.

Yolanda Díaz e Íñigo Errejón, el jueves en el Congreso

Yolanda Díaz e Íñigo Errejón, el jueves en el CongresoEFE

Su estrategia pasa por matar a Podemos y que parezca un accidente. Aislarlo, dejarlo que se cueza en su propia salsa el 28 de mayo, porque Sumar no se presenta a esas elecciones. Aunque, irónicamente, son unos comicios a los que Podemos concurre junto a IU y Alianza Verde, que también se han aliado con Díaz y Sumar para las generales.

La estrategia de Yolanda Díaz pasa por matar a Podemos y que parezca un accidente

«La multilateralidad es una suma de bilateralidades. En una cumbre de la Unión Europea a veces te sales y haces un aparte con Alemania, ¿no? Pues esto es lo mismo», insisten desde Podemos, atrincherados en su discurso de que ellos, y no IU ni Más País ni los Comunes, son el motor del espacio a la izquierda del PSOE y por tanto merecen un trato privilegiado.

Los socialistas asisten al espectáculo como algo más que público. Necesitan a Podemos y a Sumar, así que se mueven en el filo de una navaja. A Podemos, para retener un puñado de ayuntamientos y comunidades que en 2019 cayeron de su lado gracias a la fragmentación en tres del centro derecha. A Sumar, porque todas las opciones de Sánchez para seguir en la Moncloa más allá de diciembre pasan por un buen resultado de Díaz en las generales. Ella es el polo de atracción para un electorado de izquierdas que no votaría al PSOE, pero al que Sumar sacaría de la abstención.

Quedan por delante nueve meses de campaña y un parto. La izquierda no tiene motivos para dar nada por perdido, ni la derecha para dar nada por ganado.

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