Entrevista
Virgilio Zapatero: «La amnistía sería recurrir a unas ingenierías que rompen claramente con la Constitución»
El exministro socialista también ha sentenciado que «la expulsión de Nicolás Redondo es como arrancar de cuajo una de las raíces profundas del PSOE»
Virgilio Zapatero Gómez (Cisneros, Palencia, 26 de junio de 1946) fue de 1986 a 1993 el titular del Ministerio de Relaciones con las Cortes, lo que hoy corresponde a la cartera de Presidencia. Además, ostentó el cargo diputado del PSOE durante 17 años, desde la legislatura constituyente hasta 1994. El pasado mes de junio publicó el libro Aquel PSOE: Los sueños de una generación, en el que ofrece una visión exhaustiva de la etapa de gobierno de Felipe González. En la entrevista con El Debate analiza, con una excelsa cabeza jurídica, las decisiones que está tomando Pedro Sánchez al frente de los socialistas.
–Su último libro se llama Aquel PSOE por los socialistas que hicieron posible la Transición y asentaron el Felipismo. ¿Por qué gran parte de aquel PSOE está alzando la voz y criticando al actual PSOE?
–No veo que sea una crítica al actual PSOE, sino a determinadas decisiones que se están tomando y que no son del agrado, pero no porque no gusten, sino porque se ve el riesgo que conllevan. Muchos de nosotros, que hemos apoyado y apoyamos al Gobierno, no estamos de acuerdo en la forma en la que se dieron los indultos, ni en la eliminación del delito de sedición –eso nos parece muy grave– ni en la reforma de la malversación, como no estuvimos de acuerdo con la ley del 'solo sí es sí'.
Pero hay que decir que también hemos estado y estamos de acuerdo, por lo menos yo estoy de acuerdo, en la política económica y social que ha seguido este Gobierno en las pasadas legislaturas. Hay cosas que me gustan, y me gustan mucho, y hay cosas que no me gustan, que no me gustan nada.
Creo que son muchos los socialistas a los que les ha costado votar al PSOE
–¿Qué le parece la expulsión de Nicolás Redondo?
La verdad es que lo he sentido mucho. Según me enteré de la noticia recordé una conversación con Felipe en el jardín de la Moncloa en la que me contó cómo el PSOE había renacido en Suresnes de la mano de tres personas: el propio Felipe, claro está, pero también estaban Alfonso Guerra y Nicolás Redondo (padre). Y me expresó el dolor que sentía por el distanciamiento que había en ese momento entre Redondo y Felipe. Pero insistía en que el PSOE había empezado así.
Cuando oí la noticia de que se había expulsado a Nicolás Redondo hijo, me pareció como arrancar de cuajo una de las raíces profundas del PSOE. Es arrancarse un brazo del socialismo en España. Y lo siento, lo siento sinceramente.
–¿Le gustaría estar dentro del partido ahora mismo y ser afiliado?
–Preferiría esperar y ver cómo evoluciona. La ocasión la vamos a tener ahora con el gobierno que forme el presidente Pedro Sánchez, si es que lo consigue. Habrá que ver entonces qué programa presenta y cuál es el rumbo que toma el Partido Socialista.
–En su libro reivindica que nuestra Constitución es una living Constitution capaz de acomodarse e interpretarse respecto al cambio social. ¿Cree que se pueda moldear tanto la Constitución como para que la amnistía a los independentistas catalanes quepa en ella?
–No. Eso ya no sería una adaptación de la Constitución a su tiempo; cosa que está haciendo el Tribunal Constitucional desde hace 40 años, y gracias a eso, la Constitución no ha explotado. Sería recurrir a unas ingenierías interpretativas que rompen claramente con la Constitución, esa es mi humilde opinión. Tenemos una Constitución que dice que el Rey no puede dar indultos generales, pero no dice que pueda dar amnistías. Y quien prohíbe lo menos, indultos generales, está prohibiendo lo más, amnistía.
Esto lo aprendí del del profesor Luis Recasens, que nos contaba cómo en una estación de un pueblo perdido de Polonia, a principios del siglo pasado, se presentó un campesino con un oso. En la estación había un letrero que decía «prohibido entrar con perros». El interventor le dijo que no podía entrar ahí. «¿Cómo qué no? lo único prohibido son los perros, no están prohibidos los osos», le contestó el otro. Pero lógicamente el interventor en cuestión no le dejó entrar porque aplicó la lógica de lo razonable. Si se prohíben los perros porque molestan, se prohíbe también la entrada de osos.
Además, cuando se discutió la Constitución, y yo fui miembro de la Comisión Constitucional, hubo dos enmiendas que preveían que el Congreso, por ley, pudiera dar amnistías, y esas enmiendas no se aceptaron. Uno de los criterios que se utiliza siempre en interpretaciones es la voluntad del legislador y en este caso la voluntad está clarísima; obviamente nadie puede pensar, ni se nos pudo ocurrir, que estaban permitidas las amnistías. Expresamente se rechazó.
¿Alguien se imagina que hubiéramos intentado hacer una Constitución con intérpretes y con pinganillos?
–Quien deberá interpretar si cabe la amnistía será el TC, que usted lo califica como el «Señor de la Constitución», una «potencia superior que solo la autocontención puede hacer que no devenga imparable» y siempre que «se mantengan limpios los canales democráticos». ¿Con la actual composición, están sucios esos canales democráticos?
–No podría decir que los canales democráticos están sucios, y no lo digo. El Tribunal Constitucional tiene que practicar una política de autocontención y tiene que tener mucho cuidado. Sobre todo, cuando es un Tribunal Constitucional que está de alguna forma sesgado. No está equilibrado como ha estado en otras ocasiones, donde más o menos había un cierto equilibrio ideológico.
Hoy en día el Tribunal Constitucional, ideológicamente, está desequilibrado porque no refleja ese equilibrio que se necesita en el Tribunal para interpretar la Constitución correctamente. ¿Lo va a hacer o no lo va a hacer? Vamos a verlo en temas que le van a venir seguro y donde se va a jugar su prestigio, como el día que tenga que decidir, por ejemplo, la constitucionalidad de la amnistía, si es que se sigue adelante con esa ley. Yo tengo la confianza –porque hay allí buenos magistrados– de que sus sentencias estén en la línea de las grandes sentencias que ha habido del Tribunal Constitucional en nuestro país.
–Cambiando un poco de tercio, ¿qué le parece que en el Congreso se vaya a permitir a los diputados hablar en las lenguas cooficiales?
–Si me lo dicen hace unos años no me lo hubiera imaginado, y por muchas razones. El Congreso y el Senado son los ámbitos de diálogo y entendimiento. Y nos entendemos en la lengua que es común a todos nosotros. No necesitamos intérpretes. ¿Alguien se imagina que hubiéramos intentado hacer una Constitución con intérpretes y con pinganillos?
El idioma tiene que servir para unir y lo que tenemos los españoles es un recurso maravilloso, una lengua que hablan 500 millones de habitantes en el planeta y en la que nos entendemos todos. Parece como si en lugar de querer facilitar el entendimiento entre nosotros se quisieran poner obstáculos obligando a establecer ahora toda una sección de intérpretes, y los pinganillos. Además, la Constitución dice que el español es el idioma oficial y que todos españoles tienen el derecho y el deber de hablarlo. Los primeros que tienen ese deber son las autoridades. Me parece un poco disparate, pero como amenazan con disparates todavía mayores, pues a lo mejor esto pasa. Yo me imagino que la imagen que van a recibir los ciudadanos desde su casa o en el bar a diputados con unos pinganillos va a ser una imagen penosa.
–¿Cómo valora que el Gobierno haya tildado de golpista al expresidente Aznar por pedir una movilización?
No tiene pies ni cabeza. El Gobierno no puede impedir que los ciudadanos ejerzan un derecho; el derecho de reunión, de asociación y de manifestación. Y desde luego, lo que no puede ni mucho menos impedir es el derecho de expresión. A mí me pueden parecer desafortunadas algunas expresiones del presidente Aznar, pero está en su derecho a decir lo que piensa y de invitar a la gente a manifestarse.
La reacción del Gobierno es incomprensible. Es claramente un exceso, y no puede ser que el Gobierno exceda del mal ejemplo de utilizar expresiones como estas. Decía Aristóteles «vive como habla». Tachar de golpistas a unos –o a otros de traidores– es un lenguaje que refleja y describe perfectamente a quien lo dice y a quien lo utiliza.
–Felipe González ha manifestado que a él le costó votar al PSOE en las últimas elecciones, ¿comparte esta postura?
–Totalmente. Creo que son muchos los socialistas a los que les ha costado votar al PSOE. Pero bueno, allá cada uno como haya querido votar. Lo que es verdad es que tú no puedes hacer unas elecciones donde no incluyes en tu programa temas tan delicados y graves como puede ser la amnistía, y que inmediatamente después se esté hablando como posibilidad.
Tampoco veo tan claro que la amnistía vaya a llevarse adelante. Yo creo que el presidente se estará dando cuenta de la reacción que provoca la simple mención de esta posibilidad. En lugar de ir por esta vía, que sería muy desafortunada para para España y para el futuro, que haya una convocatoria electoral no estaría mal, porque entonces ya los partidos se presentarían con las cosas claras. No nos podrían engañar a los ciudadanos, tendrían que decir qué es lo que piensan de verdad hacer los próximos cuatro años, porque no nos han dicho nada, ni unos ni otros.