¿Y ahora qué pasa con los idiomas en la UE? El limbo en el que estuvo 17 años el gaélico amenaza al catalán
Irlanda propuso su incorporación en 2005 y no se pudo usar de verdad hasta 2022, una historia que se podría repetir con el catalán
La primera intentona de Sánchez de convertir el catalán, el euskera y el gallego en idiomas oficiales dentro de la UE ha salido mal, como todos esperaban. Ni siquiera en Moncloa confiaban en que a la primera de cambio los 27 Estados miembros aprobaran por unanimidad la propuesta española, pero el Gobierno amenaza con seguir intentándolo y desarrollar un plan de trabajo para conseguir convencer al resto de países.
La idea repentina de ampliar las lenguas oficiales se debe a una exigencia de Carles Puigdemont para apoyar la investidura de Sánchez. El líder del procés, fugado en Bélgica desde 2017, ya avisó tras la negativa europea de que sus peticiones no han cambiado y que España tendrá que trabajar duro para convertir el catalán en idioma oficial de la UE. Pero los Estados miembros no piensan lo mismo.
La mitad de países mostraron recelos a la propuesta española. Son conscientes de las razones pero entienden que el proceso ha sido demasiado precipitado y que podría abrir la puerta a que otras lenguas reclamaran lo mismo. Sin un plan de trabajo, sin un estudio previo y sin casi debate, España quería sacar adelante una propuesta que podría servir de trampolín a cerca de 80 lenguas minoritarias que se hablan en Europa. Demasiado peligroso.
Algunos Estados no estaban conformes con el hecho de que fueran tres lenguas de golpe, argumento que contraatacó el Gobierno español con la propuesta de que primero se incorporara el catalán y después fueran el resto. Se prioriza el catalán, según Albares, porque sus representantes han mostrado mayor interés, aunque la realidad se acerca más a que Sánchez necesita a esos siete diputados de Junts para sumar.
Y como eso es así, el Gobierno español continuará las negociaciones pese a la negativa del Consejo de Asuntos Generales. Trabajará ahora de manera interna hasta que vuelva a poner sobre la mesa el asunto de los idiomas y realice un nuevo intento.
De esta manera, el catalán puede entrar en un limbo dentro de Europa en el que nadie se acuerde de que la propuesta sigue sobre el tablero. No hay que olvidar que, a finales de 2004, Zapatero ya recibió un rechazo a incluir el catalán como lengua oficial, por lo que el recorrido viene de casi veinte años atrás. Sí logró, como premio de consolación, que los ciudadanos se pudieran comunicar con las instituciones en catalán.
Lenguas minoritarias
El independentismo basa sus argumentos en que dentro de la UE hay idiomas que sí son oficiales y que tienen menos hablantes, como pueden ser el caso del maltés o del gaélico. La diferencia es que ambos tienen carácter oficial en todo su país mientras el catalán no. Además, el caso particular del gaélico alertó en Europa del peligro que tenía incorporar lenguas minoritarias, ya que su puesta en práctica era complicada.
Irlanda propuso la incorporación del gaélico en 2005, 32 años después de conseguir la adhesión a la UE. No fue hasta 2007 cuando fue aprobada la propuesta, después de una tramitación relativamente rápida, pero el proceso posterior fue más farragoso.
En la práctica, la falta de traductores cualificados y los limitados recursos tecnológicos condenaron al gaélico al olvido. Se tradujeron una serie de documentos y poco más, por lo que, aunque estaba considerado oficial, en la práctica era imposible utilizarlo. No fue hasta 2015 cuando el Gobierno irlandés puso empeño en desencallar esa situación y, todavía siete años más tarde, en 2022 empezó a estar al nivel de las otras 23 lenguas oficiales.
El camino irlandés se prolongó durante 17 años, casi dos décadas en un limbo al que ahora se aproxima el catalán después de que el Consejo aplazara la toma de una decisión. En Bruselas, aplazar suele significar rechazar algo de manera enmascarada, pero el Gobierno español pretende volver a poner el tema sobre la mesa.