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Ana Martín
Ana Martín

El día que Yolanda Díaz abrió los ojos: Sánchez quiere acabar con ella, como acabó con Podemos

En los últimos meses, el presidente ha tenido en palmitas a su socia. Pero esta semana algo ha roto el encantamiento de la líder de Sumar, que ha descubierto que no es amor, sino puro interés

Madrid Actualizada 07:43

Pedro Sanchez and Yolanda Diaz during nation debate at the Spanish Parliament in Madrid on Thursday, 14 July 2022.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz en una imagen de archivo en el CongresoGTRES

A Pablo Iglesias y Yolanda Díaz se les rompió el amor hace tiempo, pero el patriarca de Podemos nunca lo había expresado de forma tan clara como lo hizo esta semana en Diari de Barcelona: «Confiaba en ella y confiaba en que abriría un proceso democrático, que respetaría el peso democrático de Podemos. Claro que me arrepiento. Ha trabajado para destruir a Podemos aliándose con mafiosos y con sus enemigos más evidentes», afirmó.

En Podemos sitúan a Pedro Sánchez como responsable último de su muerte institucional –también política–, porque afirman que el presidente del Gobierno siempre prefirió a su lado a una socia dócil como Díaz. Una, por ejemplo, que no rechistara cuando el PSOE recuperó para sí el Ministerio de Igualdad, coto privado de los morados la pasada legislatura.

En los últimos meses, Sánchez ha tenido a Díaz en palmitas. El presidente del Gobierno ni siquiera se molestó cuando, por su cuenta y riesgo, su socia viajó a Bruselas para reunirse con Carles Puigdemont, en plenas conversaciones entre el PSOE y Junts. Por el contrario, los negociadores socialistas no se lo tomaron tan bien.

El encantamiento se rompió

Sin embargo, esta semana algo ha hecho abrir los ojos a la vicepresidenta segunda. Algo ha roto el encantamiento de Díaz, que ha descubierto de golpe que lo de Sánchez no es amor, sino puro interés. Y que el presidente acabará con Sumar si puede, igual que acabó con Podemos.

El miércoles, La Vanguardia abrió su portada con este titular: El PSOE se plantea presentarse con Sumar en las elecciones gallegas. Como si el PSOE fuera dueño y señor de Sumar. Hasta ese punto los socialistas dan por hecho que Díaz es su muleta y que trabaja para ellos y sus «mayorías progresistas».

La filtración de las meigas del PSOE, publicada además por un medio con el que la también ministra de Trabajo guarda una estrecha relación, provocó un enorme enfado en Díaz. Uno que no disimuló cuando le pusieron los micrófonos delante en el Congreso: «Esa información que se ha dado hoy en un medio de comunicación es radicalmente falsa. Sumar tiene proyecto propio, lo tiene en todo el país. Somos la fuerza decisiva que ha permitido que el señor Sánchez sea hoy presidente y lo vamos a seguir siendo a lo largo de estos años en este país», se reivindicó ésta.

La lógica del PSOE consiste en pedirle a Díaz que se sacrifique por un bien superior: el de Sánchez

La lógica del PSOE es aplastante. Básicamente consiste en decirle a Díaz que Sumar renuncie a presentarse –al menos– en las circunscripciones de Lugo y Orense y se sacrifique por un bien superior: el de Sánchez. Porque en ambas provincias tiene prácticamente imposible superar el listón de voto del 5 % (el necesario para tener escaño) y sus pocos votos van a ir a la papelera. Adonde fueron en las generales de julio y en las anteriores gallegas.

Hay algo innegable: a estas alturas, la extrema izquierda gallega está enredada en sus «procesos de escucha», sus personalismos y sus vetos cruzados y aún no tiene candidato. Ni tampoco se sabe si Sumar pactará con Esquerda Unida, con Podemos, con Anova, con todos a la vez o con ninguno.

Las elecciones en Galicia van a ser las siguientes en el interminable calendario electoral español, probablemente en febrero o marzo. Al menos así lo dan por hecho el BNG y los socialistas, aunque Alfonso Rueda no soltará prenda hasta después de que el Parlamento de Galicia apruebe los Presupuestos de 2024, los días 18 y 19 de diciembre.

Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda

Alberto Núñez Feijóo y Alfonso RuedaEFE

Sánchez sueña con dar el golpe de gracia a Alberto Núñez Feijóo, medio año después del varapalo que supuso para éste la victoria insuficiente del 23 de julio. Y además dárselo en su feudo, la Galicia que le proporcionó a Feijóo cuatro mayorías absolutas y que abandonó en 2022 en busca de la tierra prometida de la Moncloa.

La sola imagen del poderoso PP de Galicia derrotado por el PSdeG, el BNG y como quiera que se presente Sumar hace salivar a los socialistas. Pero para ello tendrían que alinearse muchos astros, porque las encuestas vaticinan otra mayoría absoluta de los populares. Para empezar, la izquierda tendría que salir en masa a votar y la derecha quedarse en casa. Pero sucede que el PP también va a apelar a una gran movilización, con el argumento de que estas elecciones son el primer juicio con jurado popular a Sánchez tras sus cesiones al independentismo.

Los gallegos no están acostumbrados a que sus elecciones autonómicas se conviertan en una disputa en clave nacional, como no lo estaban los castellanos y leoneses cuando Alfonso Fernández Mañueco llamó a las urnas en febrero de 2022. Espoleado, dicho sea de paso, por Pablo Casado y su ansiedad por ganar en algo a Sánchez. Estos comicios recuerdan a aquellos. Y, en esta ocasión, lo más probable es que el PNV no quiera apuntarse: desde 2009, las elecciones gallegas y vascas han coincidido en fecha, pero ahora el PNV lo que busca es tiempo para que cuaje la candidatura de Imanol Pradales.

Llegados a este punto, conviene recordar que el PSdeG no es el segundo partido gallego: es el BNG el que ha venido liderando la oposición los últimos tres años y medio, que obtuvo cinco escaños más que los socialistas en 2020. Porque los socialistas llevan años dando palos de ciego. Ahora su apuesta es José Ramón Gómez Besteiro.

Y otro recordatorio: en las elecciones gallegas de 2012, a las que Díaz concurrió como candidata de Alternativa Galega de Esquerda, la ahora vicepresidenta segunda fichó como asesor a un entonces desconocido Pablo Iglesias. El círculo entre ambos se abrió durante una campaña en Galicia y se ha cerrado en una precampaña también allí.

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