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Una pareja pasea a un perro por el madrileño barrio de Lavapiés

Una pareja pasea a un perro por el madrileño barrio de LavapiésEuropa Press

Mari Carmen, la octogenaria que tiene un narco piso encima de su casa y que resiste a base de botes de gas de pimienta

Agresiones, insultos, goteras, destrozos, basura... La propietaria de un piso en pleno centro de Madrid se ha visto obligada a convivir en un contexto de droga

El portal de Mari Carmen en el barrio de Lavapiés, en el centro de Madrid, es un desfile de toxicómanos desde primera hora de la mañana. La convivencia es insoportable. Ruidos, gritos, basura... «Los clientes llegan con el ansia de consumir, vienen con el mono y son muy agresivos. Otras veces vienen hasta el culo», dice Mari Carmen de 80 años. «Tengo la desgracia de que desde hace dos años hay un piso narco en el piso de arriba y me están logrando destruirme mentalmente».

La dueña del narco piso se llama Bárbara. Se descarrió hace ya años y cuando iba por el mal camino heredó el piso de su abuela. «Entonces empezó a meter chusma allí. Les alquilaba habitaciones. Así convirtió la casa en un narco piso. Es imposible vivir aquí. No son solo los ruidos, los gritos, la inseguridad, es que hasta te tiran compresas sucias al balcón. La última es que hace goteras y al no tener seguro hay que llamar a los bomberos. Se me inunda la casa y a ella le da igual», explica la mujer que no puede más.

A sus 80 años ha intentado ayudar a Bárbara, reconducirla, pero ha sido imposible. Le ha ofrecido todo tipo de asistencia, pero ha recibido insultos como contestación a su amabilidad. «Estoy tan desesperada que le ha escrito cartas desde al presidente del Gobierno al cargo político más bajo. Me han dado una palmadita en la espalda», resume como diciendo que la han mandado a darse un paseo.

«Mi vecina es drogodependiente, fuma heroína, base, marihuana y bebe alcohol, que sepamos. Cuando le da el yuyu es inaguantable. En ese piso creemos que venden de todo eso. Huele mucho a marihuana. La policía viene pero nos dicen que no pueden entrar sin una orden de registro», clama la víctima octogenaria.

Hasta ahora Mari Carmen ha tenido que comprar tres botes de gas pimienta. «Tengo dos en prevención y uno ya lo he usado entero. Lo uso contra los drogadictos que suben a comprar sustancias. Te empujan, te insultan y yo tengo que defenderme. El problema es que tengo glaucoma y no veo bien y por eso no les atino a los ojos. Si viera bien, no quedaba ni uno, pero por lo menos se asustan al ver el bote y salen corriendo».

Cuando abordas a Bárbara, la dueña del narco piso, todo es violencia. Sus gestos y también sus palabras. «¿Qué hago en mi piso? Lo que hago es vivir, subnormal. Yo soy propietaria y te voy a pegar, como te vea en mi casa otra vez te juro que te mato. Te rompo la cabeza», amenaza cuando se le cuestiona. «Aquí solo vendrán a llevársela cuando cumpla sus amenazas y en el camino me está robando mis últimos años de vida», concluye Mari Carmen.

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