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Teresa Ribera y Pedro Sánchez, durante la campaña para las elecciones europeas

Teresa Ribera y Pedro Sánchez, durante la campaña para las elecciones europeasEFE

Sánchez salva in extremis su apuesta de jugárselo todo al comodín Ribera para la Comisión Europea

El presidente del Gobierno rechazó luchar por los altos cargos con la esperanza de que Von der Leyen le diese un buen puesto en el nuevo Ejecutivo

Teresa Ribera será, si el Parlamento Europeo no dice lo contrario, una de las vicepresidentas ejecutivas de la próxima Comisión, después de que Ursula von der Leyen la haya elegido para formar parte de su Ejecutivo en Bruselas. No tenía muchas opciones la alemana, ya que fue la única candidata propuesta por el Gobierno español pese a que se le solicitaron dos nombres para poder diseñar un equipo acorde.

Desde el inicio, Pedro Sánchez tenía claro que Teresa Ribera sería su elegida para enviar a Bruselas y simplemente ha seguido los pasos marcados en su hoja de ruta. El primer capítulo consistía en presentar a la todavía vicepresidenta del Gobierno a las elecciones europeas, pero no con intención de que recogiera su acta como eurodiputada sino para lanzar el mensaje de que ella tenía que ser la referencia en Europa.

Una vez celebradas las elecciones, con los resultados sobre la mesa, España tenía poder suficiente como para haber reclamado un papel de peso en el organigrama comunitario, pero la idea se descartó para proseguir con el plan inicial de promocionar a Teresa Ribera. El PSOE había conseguido con 20 diputados un gran resultado el 9 de junio, siendo segunda fuerza en España y el segundo que mayor número de diputados aportó a su partido en la Eurocámara. Por su parte, el Partido Popular se alzó con 22 escaños y fue el tercer partido de su grupo parlamentario, solo por detrás de Alemania y Polonia.

Los números le daban argumentos a Sánchez para, por lo menos, plantear el escenario de un top job para España en la Unión. Es cierto que jugaba en su contra el hecho de que en la pasada legislatura Josep Borrell ostentara uno de los altos cargos al encargarse de la diplomacia europea, aunque también Alemania iba a repetir con la presencia de Von der Leyen al frente de la Comisión. Pero en ningún momento se contempló esa idea, que hubiera sido beneficiosa para España, para poder contentar a Teresa Ribera, que cobrará en su nuevo puesto del orden de 350.000 euros anuales.

En sus tácticas de negociación, Sánchez priorizó la pugna por un segundo puesto en la Comisión antes que un alto cargo en la UE, que habría podido incluso recaer sobre sus espaldas si lo elegían para el Consejo Europeo. El presidente del Gobierno se lo jugó todo a que Von der Leyen premiara los favores del pasado con una vicepresidencia para España, ya que de no haberla conseguido el ridículo habría sido mayúsculo. Y al final se salió con la suya.

No consiguió, sin embargo, todo lo que pretendía, ya que Von der Leyen no le concedió a Ribera su ansiada cartera del Clima, que seguirá en manos del holandés Wopke Hoekstra, y le compensó otorgándole Competencia, una de las comisarías más pretendidas por los Estados miembros. En manos de la española quedarán ahora las pugnas empresariales, las posibles fusiones y las multas multimillonarias que se imponen desde Bruselas, asumiendo las riendas que le deja la danesa Margrethe Vestager, que ha sido durante años el gran azote de las multinacionales americanas.

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