Los dólmenes de El Pozuelo es el más claro y mejor documentado exponente de las construcciones megalíticas onubenses

Los dólmenes de El Pozuelo son el más claro y mejor documentado exponente de las construcciones megalíticas onubensesAyuntamiento de Zalamea la Real

Huelva

Los dólmenes de Huelva, el legado megalítico de una provincia con una gran prehistoria

El origen del patrimonio arqueológico onubense se remonta a la época del Neolítico y la Edad del Bronce

La provincia de Huelva no solo destaca por sus playas y sus zonas de montaña, sino también por un impresionante legado megalítico. Este gran patrimonio arqueológico se encuentra repartido por todo el paisaje onubense e incluye dólmenes, menhires y crómlech, que son testigos del paso de los milenios y de los diferentes pueblos que han habitado estas tierras a lo largo de los siglos.

El origen del patrimonio arqueológico de Huelva se remonta a la época del Neolítico y la Edad del Bronce, cuando las primeras comunidades comenzaron a utilizar la piedra como material primordial en sus construcciones. En la provincia existen más de 250 monumentos megalíticos, que ofrecen una muestra excepcional de la arquitectura y las prácticas funerarias de aquellas sociedades primitivas.

El Pozuelo

Uno de estos monumentos es el conjunto megalítico de El Pozuelo, ubicado en Zalamea la Real. Este yacimiento, descubierto y excavado en su mayor parte por el arqueólogo Carlos Cerdán en 1946, es el más claro y mejor documentado exponente de las construcciones megalíticas onubenses.

Declarado bien de interés cultural en junio de 2002 con la categoría de zona arqueológico, se compone de 11 dólmenes que datan de entre el 3000 y 2500 a. C. y que, según se ha descubierto, los antiguos pobladores utilizaban no solo como lugares de enterramiento, sino también como observatorios astronómicos.

El yacimiento está integrado por cinco unidades, con delimitaciones específicas: Los Llanetes, donde se ubican cuatro dólmenes; La Veguilla, con tres construcciones funerarias; El Riscal, con dos, y Los Rubios y Martín Gil, con un sepulcro cada una.

Dolmen de Soto

En Trigueros se encuentra el dolmen de Soto. Se trata del grupo megalítico más relevante de la Tierra Llana de Huelva. Fue descubierto y excavado en 1923 por el propietario de la finca donde se ubica, Armando de Soto, de ahí su nombre. En 1931 fue declarado monumento nacional, gracias a las investigaciones de Hugo Obermaier.

Esta necrópolis megalítica está compuesta por tres dólmenes de distintos tamaños y soluciones constructivas, que se distribuyen en una franja lineal de 300 metros de longitud con dirección noreste-suroeste, ocupando dos lomas separadas por un barranco, en la margen derecha de la ribera del arroyo de Candón.

Los Gabrieles

Otra muestra del legado megalítico de la provincia de Huelva son los dólmenes de los Gabrieles, ubicados en Valverde del Camino. Este yacimiento, que se compone de seis dólmenes de galería cubierta, fue descubierto por el arqueólogo José María Luzón en 1966, aunque su estudio no comienza hasta 1974.

Por los materiales hallados en las sucesivas excavaciones, por sus grabados y tipología constructiva, se sitúan en la Edad del Cobre, concretamente entre los años 2470 y 2200 a. C. Además, se ha constado la reutilización de los monumentos en los siglos VII y VI a. C.

Dólmenes de Los Gabrieles, ubicados en Valverde del Camino

Dólmenes de los Gabrieles, ubicados en Valverde del Camino

El Labradillo

Al noreste de Beas se halla el conjunto dolménico de El Labradillo. Como la mayoría de los monumentos arqueológicos de la provincia, carece de una cronología exacta, pero se le puede asignar una fecha en los mediados del III milenio, entre el 2500 y el 1900 a. C.

La existencia de estos restos era conocida en los años 50 del siglo XX, cuando el arqueólogo Carlos Cerdán y el matrimonio Leisner realizaron sus estudios en Huelva. Posteriormente, los estudios de Rosario Cabrera y Fernando Piñón difundieron su conocimiento.

Tras alguna intervención arqueológica, como la de 1986 de María Jesús Carrasco Martín, se procedió a su inscripción como bien de interés cultural en 1987, dentro de la categoría de zona arqueológica, y se realizó una actuación de urgencia al objeto de evitar su progresivo deterioro.

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