La familia al completo de Eugenio Camacho

La familia de Eugenio Camacho al completo; Mer es la segunda por la derechaCedida

Entrevista

Eugenio Camacho y la inexplicable recuperación de su hija: «Dios no deja nunca los milagros a medias»

  • Su hija Mer sufrió hace un año un derrame cerebral que desencadenó una cadena de oración en redes sociales

  • Los médicos no se explican la pronta recuperación de esta joven, que se prepara para retomar su vida normal a partir de septiembre

Dicen que la vida puede cambiar en cuestión de segundos, que hay acontecimientos que tienen lugar para poner en orden tu lista de prioridades, que cuando la salud de alguien que quieres flaquea, el mundo –el tuyo– se para. Y el testimonio de Eugenio Camacho así lo atestigua, en estas fechas se cumple un año desde que su hija Mer sufriera un derrame cerebral que puso su mundo patas arriba.

Este sucedido desencadenó una serie de «diosidades» –nombre con el que algunos creyentes se refieren a lo que otras personas prefieren llamar casualidades-, que han tenido como resultado la plena recuperación de esta joven que, a partir de septiembre, retomará su vida normal tras duros meses de rehabilitación.

–Mer llegó de la playa y estaba arreglándose para ir a un concierto, pero un fortísimo dolor de cabeza lo cambió todo. ¿Cómo recuerda aquellos días?

–Al principio fue una pesadilla. Sobrevivir a un hijo no es algo natural y nosotros estuvimos muy cerca de sufrirlo. De hecho, Mer fue desahuciada tras un primer TC que dio como resultado una hemorragia cerebral masiva. Sólo la ágil respuesta de los médicos del Hospital Universitario de Jerez, en especial de la doctora Virginia Pérez Madueño, que lucharon por ella todo lo que pudieron y más, y el increíble poder de la oración obraron el milagro. Jamás olvidaremos ese pronóstico que nos sonaba a sentencia de muerte, el interminable traslado en ambulancia hasta Cádiz para su intervención a vida o muerte y toda la madrugada en oración en la capilla junto a nuestra familia. También las dos semanas que estuvo en la UCI fueron durísimas. Sin embargo, algo o alguien nos sostenía en todo momento. En los meses previos, Dios nos fue preparando sin que nos diéramos cuenta. A principios de año estuvimos en un viaje inolvidable en Tierra Santa y meses después, tanto Mercedes –mi mujer– como yo, hicimos el Camino de Emaús. Allí le pedí al Señor que pusiera a prueba mi fe y fue Él quien me ayudó a abandonarme en sus brazos y sobrellevar así lo que humanamente es insoportable.

El accidente de Mer ha sido el mejor regalo de Dios que hemos recibido en nuestra vida. Ya no ves las cosas igual, ni mejor ni peor que antes

–El derrame cerebral truncó los planes de Mercedes de asistir a la JMJ de Lisboa. Su recuperación se inició coincidiendo con la llegada de su grupo de Effetá a la capital lusa. ¿Qué más coincidencias providenciales han vivido en este tiempo?

–Sí, tras nueve días en coma, Mer abrió los ojos de nuevo el mismo día que partía su autobús rumbo a Lisboa. La explosión de alegría fue increíble, con cuánta fe llegaron esos jóvenes al encuentro con el Papa Francisco… Fue un día 31 de julio, festividad de San Ignacio de Loyola, onomástica de nuestro hijo Íñigo. Dos días después nos llegaba una fotografía del Papa bendiciendo la foto de nuestra hija en el vuelo que le llevaba desde Roma hasta Lisboa.

El 5 de agosto, Mer recibía el alta de la UCI y la trasladaban a planta –en la festividad de la Virgen de las Nieves, santo de su hermana Blanca–. El 15 de noviembre, festividad de San Eugenio de Toledo –santo de nuestra hija Eugenia y mío–, el neurocirujano que la intervino la recibía en su consulta y nos dijo que su trabajo había terminado, dándole el alta, aunque ya llevaba varias semanas en casa. Fuimos testigos directos del Amor de Dios y teníamos el deber de dejarlo por escrito en un libro. Presentamos Confía! en Jerez el 22 de marzo y luego nos lo han pedido en otras ciudades. Este verano lo haremos también en Algeciras, El Puerto, Santander y San Sebastián, y en octubre tenemos pendiente cerrar fechas en Barcelona, Cáceres… Y donde nos llamen. Los frutos que nos vienen de vuelta son inagotables.

A principios de año estuvimos en un viaje inolvidable en Tierra Santa y meses después, tanto Mercedes -mi mujer- como yo, hicimos el Camino de Emaús

–¿Cómo se encuentra hoy Mer? ¿Cuál era el pronóstico inicial y cuál es la reacción de los médicos ante su recuperación?

–Mer se encuentra prácticamente recuperada. Ya nos dijeron que Dios no deja nunca los milagros a medias. Ha sido un año duro de rehabilitación en el Hospital de Jerez primero y los últimos diez meses en el Instituto Chárbel, en Jerez, donde ha estado trabajando con grandes logopedas, fisioterapeutas y neuropsicólogos. Ahora, en septiembre, Mer reanudará sus estudios, pero no volverá a la carrera que estaba haciendo (ADE), sino que se presentará a la EBAU para cambiar a Psicología, porque ha encontrado una vocación que desconocía por la Neuropsicología.

Los médicos no se explican muy bien muchas cosas: que sobreviviera a una hemorragia tan sumamente grave, que necesitara de tan poco tiempo de hospitalización –a las tres semanas recibía el alta– y la increíble recuperación tan rápida. A pesar de que en un principio perdió la movilidad del lado derecho, un mes más tarde dejó la silla de ruedas y a los cuatro meses se apuntaba junto a su hermana Blanca a clases de bulería.

–¿Puede imaginar cómo habría sido vivirlo sin fe?

–Hubiera sido un infierno, insoportable. Cuando nos hicieron pasar a la sala de críticos del Hospital, donde nuestra hija se debatía -intubada y muy inestable- entre la vida y la muerte, los médicos no entendían que estuviéramos tan serenos e incluso se preguntaban entre ellos si nos habían explicado bien el estado en el que se encontraba Mer. Insisto en que algo nos sostuvo en todo momento.

Durante los momentos más críticos de Mer en la UCI, justo el día que debieron volver a intervenirla para atajar la tensión intracraneal que seguía poniendo en peligro su vida, cayó en mis manos una estampita de la Divina Misericordia. La leía con fe y abandono cada día. Me humillé antes Dios y le abrí mi corazón para que su misericordia entrara a borbotones. Y lo hizo, sentí su presencia y su Amor como nunca.

Sobrevivir a un hijo no es algo natural y nosotros estuvimos muy cerca de sufrirlo

–La vida es una sucesión de buenos y malos momentos, a los segundos muchas veces cuesta encontrarles sentido. Usted, que ha vivido algo muy doloroso, ¿qué sentido le da al sufrimiento?

Creo firmemente que no hay sufrimiento humano que caiga en saco roto. Todo lo que nos ocurre en esta vida es para algo. Sin embargo, nos cuesta humanamente pasar a esta segunda pregunta y nos quedamos en el «por qué» pasan las cosas. El accidente de Mer nos ha cambiado la vida a nosotros y también a otras muchas personas que han escuchado el testimonio o han leído el libro.

–¿Qué cree que ha cambiado en su familia antes y después de haber vivido esta experiencia?

Hoy puedo decir que el accidente de Mer ha sido el mejor regalo de Dios que hemos recibido en nuestra vida. Ya no ves las cosas igual, ni mejor ni peor que antes. Cada día que amanece es una fiesta que no puedo comparártela con ninguna otra cosa. Hemos vuelto a recuperar la normalidad en nuestras vidas con el paso de los meses, pero el primer regalo de cada día es ver a Mer.

Comentarios
tracking