El expresidente de la Generalitat y candidato de Junts a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont

El expresidente de la Generalitat y candidato de Junts, Carles Puigdemont, en una foto de archivoEuropa Press

El laberinto catalán

Puigdemont plantea las elecciones del 12 de mayo como un plebiscito sobre sí mismo

La personalización de la campaña electoral de Junts es absoluta

El líder de Junts se ha convertido en el centro de la precampaña electoral catalana. A menos de un mes de las elecciones, Carles Puigdemont, ya instalado a pocos kilómetros de la frontera española, dosifica tanto los actos públicos como las declaraciones, con el objetivo de que cada aparición suya sea el centro de la campaña electoral.

El éxito de su estrategia es tal que TV3 ya ha sondeado a las diversas candidaturas sobre la propuesta de Puigdemont de celebrar el debate electoral en Perpiñán, con el fin de que él pueda participar sin riesgo a ser detenido si cruza la frontera en La Junquera.

En ERC han dado el visto bueno, dado que Pere Aragonés necesita un cara a cara con Puigdemont –y ganarlo–, para recuperar terreno en las encuestas. En el PSC lo rechazan, aunque después de haber negociado con Puigdemont en Suiza con mediador y en Bélgica el pacto de gobierno no se descarta que den su brazo a torcer.

Carles Puigdemont y los candidatos de Junts

Carles Puigdemont y los candidatos de JuntsEuropa Press

Su cara en las papeletas

La estrategia de Puigdemont es plantear las elecciones del 12 de mayo como un plebiscito sobre su persona. La personalización de la campaña es absoluta. Siguiendo el ejemplo de Pablo Iglesias en las elecciones europeas de 2014, el prófugo candidato pondrá su rostro en el cuadro de las papeletas donde habitualmente se sitúa el logo del partido político.

Puigdemont pone encima de la mesa una pregunta y una amenaza. Las elecciones para él son dicotómicas: «¿Quieres que vuelva a Cataluña y sea presidente de la Generalitat? Sí o no». Y una vez ha planteado su auto referéndum, llega la amenaza: «Si no me elegís presidente, me retiro de la política».

¿En el sur de Francia?

La campaña de Junts tendrá su inicio, su acto central y su final en el sur de Francia, pero eso no es extraño para el independentismo. Tanto TV3 como la Generalitat de Cataluña cuentan con delegaciones en Perpiñán, y las muchas subvenciones que el gobierno catalán entrega a las entidades procatalanistas en los departamentos fronterizos del sur de Francia permite a Puigdemont contar con una red de apoyo considerable. Esta incluye las escuelas privadas donde se enseña catalán gracias al apoyo financiero de la Generalitat catalana.

Además, existe una línea de AVE entre Gerona, Figueres y Perpiñán que permite a los seguidores de Puigdemont desplazarse, en pocos minutos, con comodidad. Además, la distancia por autopista –la que Tsunami Democràtic cortó cuando el Tribunal Supremo dictó sentencia sobre el procés– entre Figueras y la capital del Rosellón francés es de 45 minutos.

Junts ha movido el eje geográfico y político de la campaña hacia Puigdemont. Todo se resume en debatir sobre su derecho a volver o no, y sobre su rehabilitación o no. El discurso de Junts no tiene fisuras: Puigdemont es una víctima de la represión del malvado estado español, y merece ser reconocido mediante su reposición como presidente de la Generalitat de Cataluña. No basta con que haya sido exculpado de unos delitos que nunca cometió: debe ser recompensado.

Sin adversarios

Frente a este discurso, Junts tiene pocos adversarios. ERC no puede atacar frontalmente a Puigdemont –aunque la relación entre ambos partidos sea terrible– si no quiere ser tachado de partido desleal a la causa independentista. El PSC tampoco puede ir al choque, dado que su principal objetivo es que la precaria mayoría que sostiene a Sánchez no se desarme. El resto de fuerzas políticas están muy alejadas, demoscópicamente, de las tres grandes fuerzas en liza en estas elecciones.

El referéndum previo al verdadero referéndum está servido. Puigdemont afirmo en su último mitin que él «es el único que planta cara al gobierno español», así que su victoria y su regreso suponen la garantía de que el referéndum de autodeterminación será convocado.

Para incrementar la épica victimista, Puigdemont afirma que volverá a Cataluña tras las elecciones, tanto si debe someterse a la investidura como si no. Así, insinúa que está dispuesto al martirio, en una especie de acto de expiación colectiva independentista.

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