Historias de Barcelona
¿Por qué hay una calle en Barcelona dedicada a los besos? Los historiadores no se ponen de acuerdo
El origen de la calle dels Petons arrastra hasta tres explicaciones que la convierten en una de las vías más curiosas de Barcelona
La historia del nombre de las calles de las ciudades es fascinante. Tanto en Roma como en Grecia se puso nombre a las calles, pero en Japón las direcciones se organizan por manzanas, por poner un ejemplo. Los romanos se movían mayoritariamente por puntos de referencia como tiendas, estatuas, olores o sabores, y en la Europa medieval se bautizaban las calles por los oficios que allí se ejercían.
Con la Revolución Francesa se produjo un cambio y las calles empezaron a llevar nombres de personas, porque los revolucionarios querían ajustarlas a sus ideales y rendir honores a sus héroes. En Estados Unidos están numeradas, por inspiración en la religión cuáquera. Es decir, a nivel global cada país tiene su tipología particular en su nomenclátor.
La idea de rotular las calles en España quedó establecida por la Real Cédula de 13 de agosto de 1769 «por cuanto nada importa más que la uniformidad de las ciudades capitales del Reyno con la Corte». Esta normativa afectaría a Barcelona, La Coruña, Granada, Oviedo, Palma de Mallorca, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza.
La disposición incluía un método que permitiera visualizar y ordenar las propiedades y que facilitara a los alcaldes el registro de las mismas y de sus vecinos o propietarios: «Todas las casas de las referidas Ciudades, inclusas Parroquias, Conventos, Iglesias y lugares píos se numerarán con azulejos, como también las casas de Ayuntamiento, y las de las Chancillerías y Audiencias, sin exceptuar alguna por privilegiada que sea». Esto ocurría siendo rey de España Carlos III.
Una calle legendaria
A partir de ese momento se han puesto diferentes nombres a las calles. Dedicadas a países, lugares, personajes, temas variados. Muchas de ellas pasan desapercibidas y algunas consiguen que se escriban leyendas con respecto a su nombre. Esto le ocurre a una calle de Barcelona. Se trata de una vía estrecha, que empieza en la calle Comercio y que a día de hoy no tiene salida.
Está en el barrio de la Ribera, muy cerca de la Ciudadela y del antiguo convento de San Agustín. Esta calle se llama calle dels Petons, o de los Besos, y sobre ella existen tres historias o leyendas.
La más romántica es que aquella calle, en tiempos antiguos, al ser estrecha y poco iluminada, servía a las parejas de novios para besarse. También se dice que allí mantenían relaciones sexuales. Al ser poco transitada, era propicia para este tipo de prácticas. Sin embargo, si era conocida por las parejas barcelonesas, a ciertas horas de la noche, a lo mejor dejaba de ser una calle poco transitada. Había más ambiente de noche que de día.
La segunda historia que se explica de ella es que era el lugar designado para que los condenados a muerte en la explanada, en la antigua Ciudadela, pudieran despedirse de sus seres queridos, dándoles los últimos besos. Allí, tal y como se cuenta, tuvieron lugar las despedidas más amargas y dolorosas, materializadas en abrazos y besos.
El etnólogo y folklorista Joan Amades Gelats, en Historias y leyendas de Barcelona, cuenta que esta calle, en su origen, se llamaba Jaume Negre. Luego pasó a llamarse Fusina, porque en ella existía una fundición de metales preciosos.
No confundir con una calle, entre las calles Rec y Paseo de Picasso, que también se llama Fusina, porque también había allí fundiciones, pero ambas no tienen ninguna relación común, ni es la misma calle. Amades también explica que el nombre de Petons era por lo dicho anteriormente, que allí se despedían los familiares de las personas que pocos minutos después serían ajusticiados.
¿Petons o Pontons?
La tercera está relacionada con el nombre de una persona. En el año 1651 vivía en la calle Portal Nou, que en aquella época estaba conectada con la calle Petons, Joan Pontons. Era un personaje muy popular y se decidió cambiar el nombre de la calle. Si en un primer momento se llamó Jaume Negre y luego Fusina, pasó a llamarse Joan Pontons.
Por algún motivo que desconocemos, el nombre evolucionó de Pontons a Petons. Quizás cuando se perdía la memoria de Joan Pontons, alguien creyó que era un error ortográfico y lo transformó en Petons, por todo lo dicho anteriormente. Cierto o no, la tradición ha querido que no olvidemos a Jaume Negre ni a Joan Pontons, aunque poco sepamos de sus vidas.