Iglesia
El plan de la Iglesia de Barcelona para recuperar a los jóvenes en las parroquias: «Ha sido un descubrimiento»
Con la Misión Adsum, el secretariado de juventud del arzobispado busca reavivar comunidades en la periferia
Vistas en crudo, las cifras de la Iglesia en Cataluña no invitan al optimismo: según el balance de 2023 publicado hace unas semanas, las diócesis catalanas celebran menos sacramentos que el año anterior, y no aumentan las cifras de sacerdotes, seminaristas, religiosos ni catequistas. El último Barómetro sobre religiosidad publicado por la Generalitat confirma que el porcentaje de católicos desciende cuanto más joven es la franja de edad observada.
Sin embargo, aunque las cifras no inviten al optimismo, las diócesis no pierden la esperanza. Por ejemplo, en Barcelona. «Esta es una ciudad muy cosmopolita, donde conviven muchas sensibilidades y muchas culturas, pero en la juventud hay un denominador común: la sed de esperanza, de una vida que merezca la pena, de una vida más grande que la que uno mismo sea capaz de construir».
Quien habla así es Carlos Bosch, sacerdote, director del secretariado de pastoral con jóvenes del arzobispado de Barcelona e impulsor de la Misión Adsum: el plan de la archidiócesis para recuperar a los jóvenes para las parroquias. La iniciativa parte de una premisa muy sencilla: poner en contacto aquellas realidades eclesiales que tienen comunidades jóvenes vivas y vibrantes con aquellas otras que necesitan de esta chispa.
«Misión Adsum —que significa «aquí estoy», en latín— capacita y envía a jóvenes misioneros de entre 18 y 30 años para compartir la fe con adolescentes de parroquias de la periferia de Barcelona, para ayudarles a impulsar sus comunidades», explica Bosch. El objetivo, claro, es dejar de ser necesarios: «Nuestro deseo es no tener que enviar jóvenes a ninguna parroquia, que estas generen su propia vida», señala el joven sacerdote.
Seis parroquias
Arrancó en octubre de 2022 y en este curso cuenta con 45 voluntarios, repartidos en equipos en seis parroquias barcelonesas: Maria Mitjancera, Sant Enric d'Ossó, Sant Cristòfor, Mare de Déu dels Desemparats, Sant Francesc d’Assís y Santa Tecla. «Recibimos más solicitudes de las posibilidades que tenemos», reconoce Bosch, que señala cuatro pilares en Adsum: «Oración, capacitación, comunidad y evangelización».
El mosén destaca la importancia del tercer elemento, especialmente para la juventud de hoy en día: «Antes pasábamos del creer al pertenecer, pero hoy lo que intentamos es pasar del pertenecer al creer», señala, destacando el énfasis en conseguir una auténtica fraternidad. «Vienen jóvenes de barrios difíciles y nos dicen: ‘Vengo aquí porque es el único lugar en el que me siento querido de verdad’».
Todo ello queda respaldado por cómo lo viven los voluntarios. «Ha sido un descubrimiento, he podido ver la necesidad que hay de Dios en los más jóvenes», dice uno, y un segundo añade que «Hemos creado nuevos lazos entre los catequistas y los adolescentes, donde cada uno se siente acogido y mirado por Dios a través del otro».
Entre un mar de cifras que no apuntan al optimismo, la esperanza renace en el lugar menos esperado: «La misión es dejar que el grano de trigo caiga en tierra y muera», concluye un tercero.