Ejército del Aire y del Espacio El vibrante relato de un piloto de Eurofighter sobre su arriesgado vuelo de 5.000 kilómetros en el cielo ártico
«Es la oportunidad con la que todos soñábamos de niños. Cruzar continentes y océanos a los mandos de un caza supersónico. Completar uno de los raids aeronáuticos más desafiantes de la historia. Ser uno de los elegidos para llevar sobre los hombros el peso del éxito o del fracaso de la misión. Todos, alguna vez, nos hemos visto atraídos por un reto así». Con estas palabras, el capitán Adrián de Benito del Ejército del Aire y del Espacio comienza un emocionante relato sobre un vuelo de 5.000 kilómetros surcando los cielos árticos. De Benito fecha su relato el 5 de julio en Fairbanks (Alaska, EE.UU.).
Un vuelo que se enmarca dentro de «Pacific Skies», en el que participa España junto a Alemania y Francia. Es decir, los tres países europeos implicados en el programa clave Future Combat Air System (FCAS) desplegarán 28 aviones de combate y 16 grandes aviones cisterna y de transporte en el ejercicio denominado Pacific Skies 2024. Un despliegue que se realiza únicamente con medios desarrollados por la industria de defensa europea como el Eurofighter, el Rafale, el A330 MRTT o el A400M.
El capitán comienza su testimonio a las 6:30 del lunes 1 de julio, en la base aérea de Goose Bay (Labrador, Canadá). La ruta a seguir es una línea recta de 5.000 kilómetros que une Goose Bay con el destino final, la base aérea de Eielson, en Alaska (EE.UU.). «Entre los dos puntos, la vastedad infinita y despoblada del norte de Canadá».
Se trata de un vuelo no exento de riesgos. Como los Eurofighter no tienen alcance suficiente para realizar la ruta, deben ir acompañados por los Airbus 330MRTT, que les suministran en vuelo el combustible necesario para alcanzar el destino. En total son 3 cazas, que encabezan la estela que deben seguir las otras 21 aeronaves de la agrupación en su camino hacia Alaska.
Ya en el aire, el piloto deja constancia en primera persona de esta experiencia única. «El sol atraviesa la carlinga. Hace calor y se respira presión, alerta, estrés. El cuerpo siempre protesta a bordo de un Eurofighter. Y fuera de la carlinga, a semejanza de los desiertos, la vastedad y el silencio reinante en los cielos recuerdan al fugaz visitante el sentido de su propia fragilidad, como un insecto que fácilmente podría desaparecer en esa inmensidad».
Tras atravesar la península de Labrador, el equipo sobrevuela la bahía de Hudson. «A la vista de la infinita, helada y despiadada banquisa ártica, pocos pueden escapar al escalofrío de pensar lo que pasaría si cayesen ahí».
En este punto, el militar efectúa una pormenorizada descripción que da idea de lo que supone la delicada misión de repostaje, en unas condiciones de alto riego. «Es en esta zona donde tiene comienzo la primera operación de repostaje. Nuestro Airbus 330MRTT despliega las dos mangueras de combustible, una detrás de cada ala, en cuyo extremo hay un embudo, también conocido como cesta en la jerga de los pilotos. Es en la citada cesta donde los Eurofighter deben introducir su sonda de reabastecimiento, una especie de brazo telescópico que sale del morro del avión y que sirve de tubería para trasvasar el combustible al caza».
«Los primeros Eurofighter nos posicionamos detrás de las mangueras para comenzar la operación. La cesta se mueve a la par del avión cisterna que la remolca, a 600 km/h. En esas latitudes es frecuente encontrarse con corrientes en chorro muy fuertes que hacen que la cesta salte en todas direcciones de forma impredecible. Un Eurofighter alemán hace el primer intento. Se aproxima cauto e indeciso. Intenta introducir la sonda en la cesta pero no lo logra. El silencio invade la radio, mal comienzo para la misión. Si no conseguimos reabastecer tendremos que aterrizar en algún aeródromo de alternativa, donde quedaremos a nuestra suerte hasta que lleguen los Airbus A400M de apoyo logístico. Me aliento a mí mismo repetidas veces: hazlo como siempre, alinéate con la cesta, iguala la velocidad, comprueba luz ámbar, avanza decidido, corrige suave. Es en esos momentos en los que el tiempo parece detenerse y el cuerpo se fusiona con el avión para maniobrar como un único ente. La cabeza solo piensa una cosa: hazlo. Un sonido metálico y grave indica que el acoplamiento ha sido correcto. El combustible fluye a través de la sonda hacia los depósitos de mi Eurofighter. Exhalo el aire contenido y relajo las manos. Probablemente esta maniobra de reabastecimiento no ha sido la mejor de mi carrera aeronáutica, pero sin duda ha sido efectiva. Pasados unos minutos, los cazas alemanes también consiguen repostar y continuamos la misión».
Después de más de seis horas de vuelo y con combustible suficiente para alcanzar Alaska, el Eurofighter español se separa del avión cisterna y la formación mixta germano-española de 3 cazas acelera «para agilizar la llegada». Sin embargo, aún queda por delante un peligroso aterrizaje. La situación meteorológica en la zona es mala, con nubes bajas, visibilidad reducida y lluvia. Por esta razón, debe hacerse del ILS (sistema de aterrizaje instrumental). En este punto volvemos al relato del piloto, que cuenta con inusual grado de detalle una situación muy arriesgada:
«Iniciamos el descenso y entramos en nubes. Son tan espesas que pierdo de vista a los otros aviones y no se ve a más de unos metros. La información proveniente del potente radar embarcado en el Eurofighter es la que me permite mantener mi puesto en la formación. La torre de control anuncia por la radio algo que no llego a entender mientras volamos la senda de aproximación del ILS. Seguimos sin ver la pista. Hay bastante turbulencia y viento cruzado. A medida que vamos descendiendo me cuesta más mantener el avión estable en la senda. Aquel momento fue angustiosamente eterno, dentro de nubes, cerca del suelo, fatigado tras 7 horas de misión, con poco combustible y con la radio chisporroteando. La combinación que tantos accidentes de aviación ha provocado. Tu instinto te pide ascender y salir de ahí. No obstante, es la naturaleza de luchar hasta el último segundo, marcada a fuego en la escuela de caza, la que me lleva a continuar descendiendo en busca de la pista. Y como aquellos magos a los que aún les queda un último truco, acciono el sistema automático de aproximación y me estabilizo en la senda. Segundos después avisto en el morro un bosque y más allá, entre la bruma, las luces verdes que marcan la pista. Exhalando un suspiro, poso rápidamente el avión y dejo que decelere. ¡Por qué poco…!».
Una vez en tierra, el capitán confiesa que se aleja de su Eurofighter «sin buscar la atención de nadie, disfrutando en solitario de la más discreta satisfacción por haber cumplido la misión». El relato del capitán sintetiza sin duda la solitaria, compleja y arriesgada misión que supone pilotar un caza de combate en circunstancias adversas. Pero también trasluce la gran cualificación profesional de las Fuerzas Armadas al servicio de España.
- Lea en el siguiente enlace el relato íntegro del capitán Adrián de Benito: En cielos árticos