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.Paula Andrade

Tratado del Atlántico Sur y el Ejército Europeo

«Debemos convencer a los EE.UU. de que queremos mantener el Tratado de alianza de defensa con ellos para compartir los avances de su industria y de su tecnología»

Se están cumpliendo los 76 años de la creación de la OTAN cuando se plantea la necesidad de crear un ejército europeo para que la defensa de este continente no dependa de los Estados Unidos.

Yo no estoy de acuerdo con esta propuesta y pienso que hay muchas y poderosas razones para rechazarla, y quiero pensar que la inmensa mayoría de los europeos piensan como yo.

Después de las dos Guerras Mundiales se impuso la necesidad del desarme, del pacifismo, del «buenismo», del diálogo, del haz el amor y no la guerra. Se proscribió cualquier forma de militarismo; se reconvirtió la industria de la defensa en la industria del automóvil, de los electrodomésticos y del confort.

Se suprimió el servicio militar obligatorio; y hasta la objeción de conciencia, que constituía hasta entonces una excepción, se convirtió en una regla general….

Son ya demasiadas las generaciones prohibiendo a los Reyes Magos traer pistolas a los niños para así crear una cultura de paz, distensión y diálogo; como para que de la noche a la mañana ponernos a crear nada menos que un Ejército Europeo para lo que nuestra juventud no está concienciada.

Crear un ejército europeo en estas condiciones no es realista y de avanzar por ese camino volveríamos a la injusta «Europa de dos velocidades»Antonio Hernández Mancha

Entiendo que Francia y Alemania vean en este proyecto una manera de salir de la postración en la que se encuentran sus economías, pisando el acelerador de sus industrias de armamento, como hizo Roosevelt en 1942 para superar los postreros desequilibrios de la crisis del 29. Pero esta visión de egoísmo nacionalista pienso que no coincide con la visión del resto de Europa como acredita la resistencia de Italia y de España a enviar tropas a Ucrania.

Si somos realistas comprenderemos que ningún europeo va a permitir que el dinero de sus impuestos se aplique a la fabricación de carros de combate (Rheinmetall) y aviones de guerra (Marcel Dassault) si ello supone poner en riesgo el mantenimiento y mejora de nuestro costoso, aunque a veces derrochador, «estado de bienestar».

Crear un ejército europeo en estas condiciones no es realista y de avanzar por ese camino volveríamos a la injusta «Europa de dos velocidades», en la que España y los demás países mediterráneos intentaremos marchar con la lengua fuera detrás del Eje franco- alemán.

Cazas noruegos - Fuerzas Armadas de Noruega

Cazas noruegos - Fuerzas Armadas de Noruega

A mi modo de ver sorprende que solamente se hable de la amenaza rusa y me pregunto ¿es que el sur del Mediterráneo no preocupa a los apóstoles del rearme? ¿Es todo el norte de África desde Suez a Casablanca es un remanso de paz y de amor?

Marruecos

Los españoles, que sentimos como un aliento fétido en nuestra nuca las pretensiones expansionistas de Marruecos sobre nuestras ciudades e islas; Y nos preguntamos quién nos garantiza que el ejército europeo nos defenderá en el sur, con el mismo denuedo que parece querer hacerlo frente a Rusia en el norte.

Razonemos con frialdad y no dejemos que el ardor guerrero enturbie nuestras neuronas.

Una cosa es rearmarse cada uno de los 27 Estados de Europa y otra crear un Ejército Europeo que nos defienda a todos y frente a todos.

Tenemos, además, que plantearnos si tiene sentido crear un Ejército, antes de crear un Estado europeo, al que ese ejército defienda. Pues de no ser así ese ejército se convertirá en un Leviatán que acaba imponiendo su ley al poder civil al estilo de Bonaparte, del Káiser Guillermo II y de Hitler.

Nuestra amenaza hoy es el terrorismo islámico y las consecuencias de las guerras religiosas internas del mundo musulmánAntonio Hernández Mancha

Mientras tanto me parece más prudente que Europa elija en la actual crisis un único interlocutor – solo se me ocurre Mario Draghi- para sentarse con Donald Trump y exponerle la voluntad europea de mantener la alianza defensiva, si bien adecuando su función al actual escenario geoestratégico.

Esta propuesta de diálogo a iniciativa de Europa no es una opción. Es el humilde reconocimiento de que con OTAN o sin OTAN, Europa continuará necesitando contar con los Estado Unidos para todo, pues hemos convertido nuestra dependencia de ellos en estructural y casi ontológica y no solamente militar. Pues ¿quién puede prescindir hoy en Europa del I Phone, de Google, de Microsoft, de Zurkemberg o de Amazon y en general del «American way of Life» en cultura, distracción, negocios, Wall Street etc………..?

Amenazas

Los europeos, a excepción de los países bálticos y Finlandia por razones obvias de vecindad, no nos sentimos amenazados por Rusia pese a la guerra de Ucrania y pese a la propaganda que nos incita al temor para que gastemos en armas lo que no tenemos. Y, a lo que se ve, los americanos, con su presidente a la cabeza, tampoco la temen.

Nuestra amenaza hoy es el terrorismo islámico y las consecuencias de las guerras religiosas internas del mundo musulmán entre chiitas y sunnitas, de la que no nos defiende la OTAN, y por eso arrastramos los pies cuando EE.UU. nos pasa a cobro los recibos atrasados del alquiler de sus servicios de seguridad y defensa.

Es más. Tenemos la sensación de que se nos pide contribuir a los gastos militares que hacen los americanos en desarrollo de su propia estrategia en el sudeste asiático y que dicha estrategia no coincide hoy con las necesidades europeas. Los coqueteos europeos con China dan fe de lo que digo. O lo demuestra España con sus masivas compras de gas ruso al tiempo que clama, de boquilla, contra el que nos lo vende y al que nos obliga a sancionar a costa de sufrir consecuencias negativas para nuestro comercio.

Si la OTAN ayudase a Europa a resolver, o, al menos mitigar, las oleadas incontenibles de refugiados, la inmigración clandestina, las barcazas de subsaharianos y magrebíes que sucumben en el Mediterráneo; los campos de refugiados al borde del Canal de la Mancha; la libre circulación de irregulares -algunos de ellos terroristas- por todo el espacio Schengen, nos mostraríamos mucho más diligentes a la hora de abonar nuestra parte alícuota de los gastos de la defensa. Y estoy seguro que abonar a la OTAN los atrasos de renta que le debemos será infinitamente más barato que construir ese Ejército Europeo que requiere no solo muchísimo esfuerzo crediticio y fiscal, sino no menos de diez años hasta que se ponga en condiciones operativas.

Es por esto que la estrategia de defensa frente a estas nuevas amenazas no puede ser la misma que diseñó Carl von Clausewitz al servicio del expansionismo militar prusiano, ni la que mantienen la propaganda de EE.UU. para justificar el mantenimiento de su pujante industria de defensa en la que se basa todo el desarrollo tecnológico de uso militar y civil.

Hoy podemos comprobar que a la guerra militar de corte clásico la ha sustituido la guerra comercial y económica. Y que resulta más eficaz una bajada del precio del petróleo y la política arancelaria que toda la flota de portaaviones americanos.

Por eso debemos convencer a los EE.UU. de que queremos mantener el Tratado de alianza de defensa con ellos para compartir los avances de su industria y de su tecnología. Por eso el Tratado de 1949 no tiene por qué quedar en una vía muerta. Basta simplemente con actualizarlo y adaptarlo a las necesidades del mundo presente, que en nada se parece al mundo de ayer, convirtiéndolo el Tratado del Atlántico Norte en el Tratado del Atlántico Sur.

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