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El parque natural más bonito de España está en Galicia, según National Geographic
Se conoce como el corazón verde de La Coruña y está tan plagado de leyenda como de belleza, exuberancia vegetal y misterio
Comienza el conjuro de la queimada con «mouchos, coruxas, sapos e bruxas, demos, trasnos e diaños, espritos das novoadas veigas». Seres a los que el folclore de la zona hace referencia en su famoso ritual para alejar a los malos espíritus. Sin saber con certeza si todos ellos se conservan solo en el imaginario popular, es fácil fantasear con su existencia en una extendida zona de La Coruña.
A mitad de camino entre parque natural, selva gallega y bosque encantado, las conocidas fragas do Eume tienen ese microclima especial propio solo de mitos y leyendas. Una humedad alta y una temperatura homogénea prácticamente todo el año facilitan la frescura eterna y, ante todo, la vida de especies animales y vegetales, sin riesgo de extinción gracias a su pertinente aislamiento.
En Galicia se llama fraga a un bosque denso en el que cohabitan en perfecta armonía multitud de especies vegetales. Todos ellos pertenecen a los denominados bosques atlánticos caducifolios europeos. Robledales, hayedos, abedulares, fresnos, avellanos, helechos y demás especies de un ecosistema tan frágil como pertinaz y longevo. Entre tanta masa arbórea con su correspondiente entramado de hojas y ramas la luz difícilmente puede entrar a habitar el suelo, pero cuando lo consigue, las aguas del río Eume del que toma su nombre y sus afluentes adquieren un color aturquesado que bien podría demostrar la existencia de estas brujas, duendes y espíritus de las nublosas vegas.
A día de hoy, de hecho, sus casi 10.000 hectáreas de terreno albergan uno de los bosques atlánticos de ribera mejor conservado de Europa. Envuelto en brumas gran parte del tiempo, es considerado por la revista National Geographic como el más bonito de España y cada año lo visitan alrededor de 70.000 personas.
El Parque tiene establecidos tres portales de acceso, sin comunicación entre ellos: el Portal de Monfero, al sur; el de A Capela, en el norte, y el de Caaveiro, al oeste. La opción más cómoda es esta última, a la que se llega desde la población costera de Pontedeume.
Entrar a la fraga por esta «perfecta conjunción de río, mar y montaña», como definen a este pueblo marinero, merece la pena porque tiene como destino la joya escondida del bosque. Para llegar tan solo hay que seguir el curso del río, agua arriba, hasta adentrarnos de forma completa en el denso valle. Ha sido el río precisamente el que ha labrado con su curso medio un profundo cañón cuyas laderas puede tener en algunos puntos hasta 300 metros de desnivel.
Lejos de los caminos del valle y escondido tras una senda de piedra, se descubre el aislado monasterio de Caaveiro, un cenobio de más de diez siglos de antigüedad que muestra el legado del ser humano en la zona. Algo que no es de extrañar dado que la magia del lugar se presta a ello.
La restauración del complejo que acogió a monjes y visitantes en busca de retiro hasta el siglo XVIII, por parte de la Diputación de A Coruña permite al visitante adentrarse en las estancias de los monjes, la iglesia o la sacristía. Tan recomendable como visitarlo es tomar algo en la Taberna de Caaveiro, en pleno complejo monacal rodeado de árboles.
Del otro lado del río Eume se encuentra el monasterio de Monfero, que destaca por su fachada barroca ajedrezada, en la que se alternan cuadros de granito y pizarra. Perderse por sus alrededores es reencontrarse con los orígenes del hombre y la naturaleza, pero también con la cultura y antiguas tradiciones.