El gol de Marcelino y los otros goles
La taberna Casa Armenta, fue para Villalonga un lugar de encuentro con sus amigos que amaban el futbol tanto como él
La curiosa foto que encabeza este artículo es de los años 60, donde aparece un educado guardia de circulación, acompañado por una mujer con abanico, bajo una sombrilla en el acceso al antiguo viaducto del Pretorio sobre las vías del tren, que comunicaba al núcleo de Córdoba con las zonas del Brillante (siguiendo recto, al centro), Huerta de Machaco (a la derecha), Huerta de la Reina (a la izquierda) y, en general, todos los barrios de expansión al norte, cada vez más numerosos conforme avanzaba el siglo XX.
Este puente de tránsito era muy estrecho y su proyecto inicial no fue muy acertado, por lo que se tuvo que ampliar, si bien nunca llegó a ser una obra en condiciones por unas causas u otras. Servía para evitar las tediosas esperas en los pasos a nivel de los Santos Pintados (hoy por la Glorieta de Nuremberg) y el de las Margaritas. Quiero recordar que una compañera de Cenemesa, haciendo prácticas para el carnet de conducir, al querer encarar el viaducto tuvo la mala fortuna de que se llevó al educado guardia municipal por delante. Afortunadamente, la cosa no pasó a mayores.
La taberna El Panza
Si miramos la foto de nuevo, a la derecha se intuye principio de una zona verde, que no es otra que la famosa taberna del Panza, Francisco Montes Lozano (1917-2011), hombre de figura oronda que solía llevar unos tirantes elásticos. Era característico verle apretando los dientes con el resto de un grueso puro casi apagado que daba la sensación de que masticaba. El bar disponía de una terraza con su emparrado, junto a la puerta de los carros del viaducto, enfrente de la fábrica de curtido de pieles de Pablo Vidal, de la cual emanaba de vez en cuando un olor algo desagradable.
Su hermana Encarnación Montes Lozano (1915-1993) tenía un pequeño casetón-quiosco en la misma puerta de los carros, en donde vendía café, copas de coñac, aguardiente y todo lo que demandaban los faeneros que por esa puerta entraban a la carga y descarga de Renfe. En verano, incluso, montaba unos pocos veladores. El casetón tenía en los años 60 un rótulo de Transportes Vaquero, que había sustituido en 1958 a uno anterior de Transportes Guzmán.
Recuerdo todo esto porque en el bar El Panza fue donde vi por TVE, en la tarde del 21 de junio de 1964, el partido final de la segunda Copa de Europa de Selecciones, entre España y la URSS. Al dueño estuvieron a punto de explotarle sus famosos tirantes ese día con la emoción del encuentro.
Aquella Copa de Europa de 1964
Casi todos los que en aquellos años teníamos edad para ver aquel partido recordamos cómo los medios anti-régimen del exterior se despacharon a gusto calentando el ambiente, con una España que iba a estar representada en el palco del Santiago Bernabéu por el «Dictador» Franco.
Emisoras de radio como la Pirenaica habían venido difundiendo que la España «fascista» tenía otra vez miedo de enfrentarse a la «selección del proletariado», como había escrito el siempre «veraz» diario Pravda en 1960 cuando Franco se negó a que la Selección Española de entonces acudiese a Moscú a participar en la primera Eurocopa de selecciones.
No voy a entrar en las razones que pudiera tener Franco para que el equipo español no fuese a la URSS en 1960. Quizás sería porque los dirigentes rusos habían sido excesivamente «aplicados» en la decisión de construir el Muro de Berlín como homenaje a la libertad, de la que ya habían dado muestras por la invasión de Hungría en 1956 con sus tanques, y aún vendría otra futura en Checoslovaquia, en 1968. Ahora se ve lógico y moralmente necesario el boicot a Rusia en las competiciones deportivas por la invasión de Ucrania, pero parece que argumentar motivos similares entonces era cosa de «fascistas». El caso es que toda esta prensa presentaba a los soviéticos como los buenos y a Franco como «capitán de los malos».
La cuestión es que en 1964, en casa, España sí jugó la final para derrotar al «ogro» responsable de todos los males que era la URSS, y ganó con el famoso gol de Marcelino a centro de Jesús Pereda, y no de Amancio como se intuía en las imágenes cortadas del NODO y repetían algunos periodistas y muchos aficionados que por supuesto no llegaron a ver el desarrollo del partido.
El gol de Marcelino fue tan celebrado como el que marcó ayer de forma maravillosa Mikel Merino, o los que marcaron en su día Puyol, precisamente contra Alemania, el de Fernando Torres, o el gran gol de Iniesta contra Holanda que nos dio el Campeonato del Mundo. Pero lamentablemente, ahora tenemos que decir que hay elementos y grupos políticos muy cercanos al presidente Pedro Sánchez que con sus frases de «puta España» lo dicen todo.
En olor de triunfo
Tras la alegría por aquella victoria contra los rusos, los aficionados pudimos ver al día siguiente la fotografía del seleccionador nacional, el cordobés de la calle Ambrosio de Morales (esquina con calle Reloj) José Villalonga, junto al capitán de la selección, el defensa central del Club de Fútbol Barcelona, Fernando Olivella.
Nuestro paisano José Villalonga Llorente (1919-1973) era hijo de Joaquín Villalonga y Munar y de Carmen Llorente Reguero. Tuvo como apodo desde joven el de Chato, que no le importaba en absoluto, porque le recordaba aquella primera juventud feliz que pasó en su ciudad natal jugando al fútbol, que era lo que más le gustaba. Jugaba en el Once Rojos, un equipo del Colegio de la Merced que competía con el Colombia de la Huerta de la Reina, el San Lorenzo, el Fortuna del Colegio Salesiano, el Ciudad Jardín, la Gimnástica Cordobesa de San Miguel o el Margaritas.
De aquellos equipos tenemos que recordar a sus amigos jóvenes jugadores como Márquez, Patricio, León, Páez, Chato Efrén, Tato, Chico Fortuna, Misa, Vitori, Manolillo, Repullo, Bigotes... La mayoría de ellos fueron amigos de la charpa de Villalonga.
Esos años anteriores a la guerra civil, el barrio de San Lorenzo, y en especial la taberna Casa Armenta, fue para Villalonga un lugar de encuentro con sus amigos que amaban el futbol tanto como él. Su paseo en los días festivos era ir al centro y pasear por el trayecto que iba desde la confitería La Perla hasta la Puerta de Gallegos. En aquellos paseos, como cosa de jóvenes, salían para ver chavalas. Como él se quejara de que no veía a ninguna que le agradase, el Chato Efrén, que formaba parte del grupo, le soltó: «Es que tú no las 'hueles' porque eres más bien chato como yo”. Y de ahí le quedó el apodo.
Tras morir su padre en 1938, al poco tiempo se marchó a Madrid y entró en la Escuela del Ejército, donde siguió el camino de la Educación Física que le apasionaba. Allí obtuvo el título de profesor, y posteriormente se hizo entrenador, ganando con el Real Madrid las dos primeras Copas de Europa, tres Ligas españolas y dos Copas Latinas. La sala de la Ciudad de las Rozas, donde los entrenadores de la selección suelen dar sus conferencias de prensa, lleva su nombre.
Por su parte, Fernando Olivella Pons (1936-2023) fue un jugador catalán muy elegante, modelo de corrección en el campo, por lo que jamás fue expulsado de ningún terreno de juego. Fue tal su calidad que cuando a algún defensa se le quería premiar con un halago se le solía decir que era «un Olivella». Así fue hasta que salió un tal Franz Anton Beckenbauer (1945-2024), a partir del cual, cuando un defensa tenía una categoría especial se le alababa diciendo: «Eres un Beckenbauer». Olivella, como capitán de ese equipo de la final, a decir de los periódicos afines al régimen de Franco (como el Arriba, del que sería entusiasta director el padre de Sonsoles Onega) habría dicho al ser entrevistado en el mismo estadio:
«Esta victoria se la ofrecemos en primer lugar al Generalísimo Franco, que ha venido esta tarde a honrarnos con su presencia y animar a los jugadores, quienes han hecho lo imposible por ofrecer al Caudillo y a España este sensacional triunfo».
Fuesen o no así literalmente, estas palabras del capitán de la selección y del Barcelona no tendrían que extrañar a nadie, pues entonces el equipo catalán y el general Franco estaban «a partir un piñón». Fue cuando el presidente del Barcelona Agustín Montal Costa (1934-2017) llegó a decir en un acto de homenaje y agradecimiento a Franco:
«En la inauguración del Camp Nou, el club agradeció al «Generalísimo Franco y Caudillo nuestro», pues ayudó en la construcción de sus edificios y en evitar que el Barça quebrase en 1965».
Nada menos que en tres ocasiones el Jefe del Estado fue homenajeado por el club, nombrándolo socio de honor, poniéndole la insignia de oro y brillantes y colocando un busto suyo en las tribunas del estadio, todo en agradecimiento a que les permitió, a través de su Ministro de la Vivienda, recalificar los terrenos del viejo Estadio de las Corts según Decreto que adjuntamos a continuación, así como por las subvenciones para la construcción del Palau Blaugrana y el Palacio de Hielo (450 millones de pesetas en menos de 5 años). Vamos, que no lo nombraron también «catalán del año» porque entonces no se estilaban esas cosas.
El 'circo' actual
Hoy estamos en medio de otra Eurocopa, la de 2024 en Alemania. 'Generosamente', Pedro Sánchez nos está permitiendo ver gratis en su TVE todos los partidos, con comentaristas que aprovechan cualquier inciso para meter sus poco sutiles cuñas políticas en vez de hablar sobre lo que ocurre en el campo como buenos periodistas deportivos, con conocimientos, mesura y criterio. Salvo honrosas excepciones, sueltan alaridos por cualquier chascarrillo, hasta cuando un equipo pasa del medio campo, como si metieran el gol decisivo en un Mundial, o dicen que hay fuera de juego en un saque de esquina.
No importa, el caso es que con todo ello Sánchez ha montado un buen 'circo' que le sirve perfectamente para desviar la atención de los tejemanejes políticos a los que, por desgracia, ya nos hemos acostumbrado, cada día uno nuevo: la amnistía, la trama de Ábalos, el Constitucional perdonando a toda máquina casos de corrupción del PSOE como si no hubiera un mañana, los cursos y gestiones de su mujer, su hermano... Si el fútbol y el NODO 'atontaban' a la gente con el fútbol, por una regla de tres lo de hoy no tendría nombre.
Lola Flores
En 1987 Hacienda investigó a Lola Flores por no haber presentado sus declaraciones entre 1982 y 1985. El fiscal solicitó, para dar ejemplo, dos años de prisión, una multa de 96 millones de pesetas y una indemnización de 50 millones. Ahora ronda por ahí el caso del hermano del presidente. Esa Agencia Tributaria, que 'cruje' de forma preventiva por unos euros que no cuadran en la declaración, y que controla todo movimiento, ni siquiera se ha puesto a analizar las andanzas del tal David Sánchez por si hay algo raro. Que durante un ejercicio normal de un año haya logrado reunir un patrimonio cercano a dos millones de euros debe ser porque le ha tocado una Primitiva o cualquier otra lotería, ya que por su sueldo oficial en la Diputación Provincial de Badajoz (por un trabajo bastante cómodo, por cierto) parece imposible llegar a esa cantidad. Además tiene su residencia impositiva en Portugal, casualmente un país con menor presión fiscal. Suena algo raro que la citada Agencia, con medios para saberlo todo, no haya querido investigar nada sobre este señor al igual que un día hiciera con Lola Flores...
Pero no nos extrañaría que cualquier periódico de estos que suele tener el Gobierno bajo protección económica (directa, o vía publicidad institucional) nos diga que es porque la Agencia Tributaria no ha tenido tiempo de ocuparse, ya que están todos de lleno dedicados al tema de las devoluciones en la declaración de la renta a los mutualistas jubilados, es decir, la mayoría de aquellos que pudieron ver el partido España Rusia con el famoso gol de Marcelino y que ahora están desconcertados con el circo de varias pistas en que se ha convertido su país.