La nueva Feria del Libro
«Los libreros veían que el negocio, por bien que fuese, no iba todo lo bien que podía ir si en la programación se hubiese incluido un puñado de escritores de los que tienen legión de seguidores»
Una de las noticias culturales más destacadas de la semana es la permuta de fechas en la celebración de las dos ferias del Libro que se celebran en Córdoba. La del antiguo y de ocasión será en abril y la del libro nuevo pasa a octubre. Por si alguien tuviera dudas, la causa no está en esquivar la lluvia, ya que el agua cae cada vez que se montan los expositores en el bulevar del Gran Capital. En eso no hay discriminación alguna.
Como explicó esta semana la delegada de Cultura, Isabel Albás, este cambio responde a una petición de los libreros de Córdoba, agrupados en Aplico, que han solicitado abandonar las tradicionales fechas de abril buscando una posibilidad de mejor negocio en el otoño.
La clave está en que la Feria del Libro, la de las novedades y los ejemplares recién impresos, se ha celebrado siempre en abril, en torno al día 23, que es cuando se celebra la fiesta grande del libro. Este hecho estaba muy bien, porque esta celebración atraía tanto a lectores como clientes, que a fin de cuentas viene a ser lo mismo. Pero, por contra, tenía el inconveniente de que coincidía en el calendario con otras ciudades que escogían estas fechas finales de abril para sacar los libros a la calle.
Este hecho, que a primera vista puede ser considerado como menor, tiene una gran importancia para los organizadores de la Feria del Libro e indirectamente para su proyección. Al existir esta coincidencia, las grandes ciudades se disputan la presencia de los escritores de relumbrón, que son los más mediáticos y, por supuesto, los que más negocio generan. Córdoba, hay que asumirlo así, no podía sacar tajada y se tenía que conformar con lo que estuviera disponible, que no siempre era lo más atractivo para el lector.
Con este panorama, los libreros veían que el negocio, por bien que fuese, no iba todo lo bien que podía ir si en la programación se hubiese incluido un puñado de escritores de los que tienen legión de seguidores. Por otra parte, los lectores veían que quienes venían a presentar sus obra y a firmar ejemplares no tenían el tirón necesario o, directamente, formaban parte del ecosistema local.
Así, con este cambio esperan los libreros dar un nuevo rumbo a la Feria del Libro del Córdoba. Ellos saben que en octubre también les puede llover, como es tradición, pero que el reto no es sortear el agua sino hacer una programación lo sumamente atractiva, con firmas de primer nivel para que el cambio haya merecido la pena y el éxito esté asegurado.