El portalón de San Lorenzo
Los Juegos Olímpicos de París 2024
La televisión francesa nos mostró en algunos momentos cuadros lamentables y patéticos por su falta de respeto a la creencia de los cristianos
Pierre de Coubertín, nacido en una Francia que guardaba aún las cicatrices de la guerra franco-prusiana de 1870 a 1871, en la cual la humillante rendición de Sedan había precipitado la caída de Napoleón III, junto con el régimen llamado el Segundo Imperio, Coubertin fue el cuarto hijo de una familia católica aristocrática. Hasta la revolución de 1789, fue un hombre que desde siempre comprendió la importancia del deporte y la competición para la juventud. Por su posición económica pudo obstar a puesto en la vida, que le facilitaran su porvenir, pero se dedicó en cuerpo y alma a su idea del Olimpismo.
Lo principal es participar
Su lema fundamental durante toda su vida fue: «Lo principal es participar», y este lema lo adquirió durante un brindis de agradecimiento, tras una cena ofrecida por el Gobierno británico el 24 de julio de 1908 en Londres, y él se expresó así: «El domingo pasado, en la ceremonia organizada en Saint Paul en honor a los atletas, el obispo de Pennsylvania nos recordó en términos acertados: «Lo más importante de estas Olimpiadas no es haber ganado, es haber participado». No olvidemos, caballeros, esas grandes palabras, «lo importante en la vida no es la victoria sino la batalla, lo esencial no es haber ganado sino haber luchado bien». Su lema no fue nunca: más rápido, más alto, más fuerte, sino que se apoyó en el significado moral del esfuerzo y la participación.
Su discurso
Espero que la historia ocupe una posición dominante junto con la poesía en los eventos intelectuales organizados en torno a y durante los Juegos. Esto es natural porque el Olimpismo es parte de la historia. Celebrar los Juegos Olímpicos es reclamar la propia inspiración desde la historia. Además, es la historia la que mejor asegura la paz. Pedir que la gente de diferentes naciones sienta amor el uno por el otro es meramente infantil. Pedir que se respeten uno a otro no es una utopía.
La inauguración
Quien presenció la inauguración pudo comprobar que los atletas participantes en estas Olimpiadas, estaban ajenos en sus barcos que discurrían por el río Sena perfectamente engalanado para la ocasión, haciendo juego con la emblemática Torre Eiffel. Pero la televisión francesa haciendo un alarde de encuadres y pantallas nos mostró en algunos momentos cuadros lamentables y patéticos por su falta de respeto a la creencia de los cristianos, vulgarizando la Sagrada Santa Cena, con un cuadro que se habían construido, que tenía de todo menos respeto a la religión de millones de católicos de todo el mundo. Y podríamos citar algunos encuadres y situaciones más, que obedecían más a una representación ideóloga y satánica, que al espíritu olímpico de tolerancia y respeto que son la carta de identidad del movimiento olímpico.
Aquí está la comparación burlesca que la inauguración del evento olímpico ofreció con sus cámaras. Posiblemente y por experiencias vividas quizás no se hubieran atrevido a mofarse de otras confesiones religiosas. Por tanto, una inauguración con mucho colorido, celebrada de forma ajena a los atletas, que quiso mostrar de forma descarada la mofa de algunos símbolos cristianos, muy lejos del espíritu de no confrontación y respeto del barón de Coubertin.
Pero como la vida sigue o debe seguir, ponemos aquí algo más gratificante como pueda resultar nuestra idea de esa «Córdoba callada y sola…»
«Córdoba callada y sola...»
En el reciente Festival de la Guitarra celebrado en Córdoba el guitarrista y compositor cordobés José Antonio Rodríguez Muñoz, estrenó 'La mirada de Julio Romero de Torres', obra creada para celebrar el 150 aniversario del nacimiento del inmortal pintor.
José Antonio Rodríguez, como cualquier gran artista que nace en nuestra ciudad, merece nuestro reconocimiento como figura de la guitarra. Pero quiero resaltar que, por encima de los premios y trofeos, su familia es una de las de más tradición y antigüedad en el barrio de San Lorenzo. Su madre era de la calle Juan Palo, y su padre era el simpático Hito que conocimos en la misma plaza de San Lorenzo. Su abuelo, el padre de Hito, era Pepe 'El Tuerto', casado con Genoveva, y regentaba con su mujer un antiguo almacén de comestibles que heredó su vez de su padre. «Ve a Pepe 'El Tuerto'» era lo que nos decían nuestras madres cuando nos mandaban a comprar a lo mejor «un octavo de aceite». Lo llamaban así porque este hombre de aspecto delgado y bastante alto, tenía un defecto ostensible en un ojo. Su hijo Hito fue compañero de mis hermanos mayores en el Colegio Salesianos en época de don José María Campoy y don José María Izquierdo (1948-1956). Todavía recordamos cuando le ayudamos en aquel año de 1955 para colocar en la zafra de aceite de su establecimiento el precio de 12 pesetas el litro de aceite, precio que nos parecía algo increíble ponérselo a un producto.
No sabemos si Pepe 'El Tuerto' tenía buen oído o no, pero sí lo sabemos de sobra, de su nieto José Antonio Rodríguez Muñoz, que empezaría su carrera como guitarrista en la peña flamenca que se formó en la sede de los Antiguos Alumnos del Colegio Salesiano, donde estaba como socio fundador el tristemente desaparecido Francisco Millán y un hijo de Ricardo Solanas. Ese lugar o saloncito aún continúa con sus ventanas a la calle María Auxiliadora, y en 1945-60 sirvió de comedor para los alumnos gratuitos más necesitados del colegio. Luego el guitarrista migró a otros sitios más adecuados donde perfeccionó o adquirió su maestría y categoría actual. Siguiendo los pasos de aquél Juan Serrano Rodríguez el hijo de Antonio 'El del Lunar' ( autor de los toques del reloj de la Tendillas inaugurado en 1961) que supo dar categoría universal a Córdoba. No cabe duda de que los comienzos del guitarrista José Antonio Rodríguez Muñoz, tuvieron lugar en San Lorenzo, en esa habitación cerca del bar de los Antiguos Alumnos, entonces regentado por Enrique Arrizabalaga, que debió conocer y disfrutar mejor que nadie esos primeros rasgueos de guitarra del principiante. Ahora que tienen 60 primaveras, sus repetidos triunfos como guitarrista flamenco y de conciertos han llenado de orgullo a Córdoba.
El 7 quita la muestra
Era una frase simpática que se solía decir cuando en cualquier circunstancia solía aparecer alguien que acentuaba más y confirmaba lo que estábamos hablando.
El Festival de la Guitarra de Córdoba es un festival internacional que se celebra anualmente en el mes de julio en la ciudad de Córdoba. El evento, que se extiende normalmente durante dos semanas, consiste en la celebración de conciertos dedicados a todos los tipos de guitarra.
No cabe duda de que en todo lo relacionado con el eco de la guitarra algo tendrá que ver Miguel Rodríguez Beneyto, (1888-1970), que desde su taller de la calle Alfaros 15 marcó toda una época de esplendor de la guitarra cordobesa y la hizo famosa por todos los rincones del mundo. No hay un coleccionista o concertista que se precie que no haya luchado por hacerse con una guitarra de la firma 'Miguelito Rodríguez'.
Y hablando también del buen paño, diremos que los padres de Miguel Rodríguez Beneyto fueron Antonio Rodríguez Calderón y Dolores Beneyto Santoja. Su madre Dolores venía de la línea de los Beneyto, que habían llegado de Bocairente (Valencia) y eran pañeros de profesión. Serían sus abuelos Miguel Beneyto Miralles y María Josefa Santoja Blanquer los que llegaron a Córdoba con sus hijos y acometieron la profesión de pañeros en una fábrica situada en la Fuensantilla.
Vivieron en la calle Cañaveral de la collación de Santiago, y tuvieron 6 hijos: Nicolás, Jaime, Miguel, Rafael, José y Dolores.
La línea del guitarrista se explica de la siguiente forma. De la calle Cañaveral ya vemos a los Beneyto Santoja, que será la generación anterior a Miguel Rodríguez Beneyto, viviendo en la calle Fernando de Lara 4, muy cerca de la Piedra Escrita. Allí, en aquella casa, se instalan los padres del fabricante de guitarras, que son Antonio Rodríguez Calderón y Dolores Beneyto Santoja, llegando a nacer éste el 1 de julio de 1888 según el padrón municipal y fue bautizado en la iglesia de San Lorenzo.
Miguel Rodríguez Beneyto se coloca en un taller de ebanistería que había en la calle Barberos y que eran familiares de Diego Soto Moreno, estupendo ebanista que tuvo su primer taller en San Andrés (casa de Pepito el Sevillano) hasta el 1937, y luego en la calle Adarve.
Los que tenían arte y categoría siempre se conocían entre sí, y así podemos decir cómo Rafael Espejo Jiménez, recordado y destacado profesor de taller de la Universidad Laboral de Córdoba, en una de las primeras clases sobre la calidad de las maderas (1957), nos explicó la importancia del nogal, el ébano, la caoba, el roble, el fresno, el cerezo y el castaño. Maderas muy adecuadas para elegantes muebles e incluso para la talla.
Luego nos habló de una serie de maderas llamadas palo santo rosa, de la India, de Río, de Brasil, africano, etc. que eran los más indicados en la fabricación de guitarras. Al mencionar a profesionales que en Córdoba conocían perfectamente este mundo de las maderas, nos citaría al taller de Moreno Anguita en el Cerro de la Golondrina; el taller de Diego Soto, en la calle Adarve, y el taller de Los Pilotos en la calle Molina Sánchez 'Lagartijo'. De este último nos diría que recibieron el nombre de los pilotos porque ambos dueños, que eran primos, hicieron el servicio militar en la aviación. Tenemos que decir que Rafael Espejo Jiménez, siendo aprendiz del taller de Diego Soto Moreno, ganaría un Concurso Nacional de Aprendizaje de 1948.
Del paño a la guitarra
Miguel Rodríguez Beneyto no siguió el camino de pañeros de sus antecesores y familiares, sino que se interesó por la madera. A temprana edad, y posiblemente por su amistad y coincidencia del barrio (uno de la calle Fernando de Lara y el otro en las Costanillas), con Antonio Serrano Carmona, Antonio 'El del Lunar', se implica en aprender a tocar instrumentos musicales como la bandurria y la guitarra, por lo que desde 1906 y en el taller de la calle San Fernando ya se adentra en el mundo de la construcción de guitarras.
Nos llegó a decir su nieto Rafael Rodríguez, hijo de uno de sus dos hijos gemelos (Miguel y Rafael) que trabajaron con él desde 1939 en el taller de la calle Alfaros 15, que su abuelo siempre tuvo una máxima a la hora de construir sus guitarras a las que le dio una simpática clasificación de: Primera, Segunda, Tercera… y así hasta el capricho del cliente, según las maderas nobles que empleaba. Además, en sus guitarras era sumamente detallista tanto fuera como en el interior, y si le preguntaban el porqué de tanto detalle en el interior de la guitarra si apena se veía, el contestaba: Lo veo yo y eso me basta.
Así nos completó el nieto que cualquier guitarra de Miguelito era realmente increíble, por la calidad del sonido que desprendía, sus bordones eran potentes y con una profundidad extraordinaria, los triples son cristalinos y brillantes, dándose un equilibrio perfecto entre ambos. Sus rasgueos eran nítidos, rotos y brillantes, con un particular sonido seco y hueco, propio de las mejores guitarras flamencas.
Los auténticos flamencos, y sus amigos, le pedían a Miguel Rodríguez Beneyto guitarras que hablen más que suenen y este hombre talentoso, aprendiendo a tocar la guitarra, va captando poco a poco, lo que el cante jondo y la guitarra le pedían. Una de las primeras guitarras con bastante éxito se la facilitó a su amigo Antonio Serrano Carmona (1891-1965), Antonio 'El del Lunar', y fue con la que actúo el 26 de agosto de 1923 en la verbena de las Margaritas en Córdoba.
Lo dijo el filósofo
Ya lo decía el filósofo Julián Marías Aguilera (1914-2005). Córdoba capital, al igual que toda su provincia, puede vanagloriarse y sentirse muy orgullosa de su ingente acervo cultural y artístico. Toda la filosofía española tiene su punto de arranque precisamente en esa «Córdoba, lejana y sola…» que nos dejó dicho Federico García Lorca (1898-1936), en su 'Poema del Cante Jondo' publicado en 1931, donde, a lo largo de los siglos, se irían formando las múltiples y variadas formas del arte y la ciencia. Y una de ellas sería, sin la menor duda, el complejo y maravilloso mundo del flamenco y los toros. La historia nos ha enseñado que los toros como Fiesta Nacional y el flamenco han ido siempre de la mano, unidos por la belleza sonora y plástica. Hay quien ha llegado a decir que un buen cante por soleares tiene la misma belleza que una artística faena de muleta.
En este sentimiento nuestro hay que destacar sin duda a la familia cordobesa de los Onofre. Ellos nos ayudaron mucho a comprender esa simbiosis entre la fiesta de los toros y el cante flamenco. El fundador de esta dinastía flamenca cordobesa, Manuel Moreno Madrid 'Juanero el Feo' (1846-1907), que le dio al cante una forma eminentemente cordobesa, cogió el apodo Onofre del piquero Rafael Álvarez Rodríguez (1833-1892), que perteneció, entre otras, a la cuadrilla de Rafael Molina Sánchez 'Lagartijo', torero éste último al que le tenía gran devoción como gran aficionado que era a los toros.
La gran familia de los Onofre, según Ricardo Molina Tenor, fue siempre, en su forma de cantar, fiel a sus orígenes cordobeses. El gran flamencólogo de Montilla Agustín Gómez Pérez (1939-2017) nos decía: “La majestuosidad con que sabían estar y exponer sus cantes abrió los corazones de los cordobeses, que se veían reflejados de una forma emotiva con el casticismo de esta familia y queremos destacar aquí las estrofas de aquella famosa soleá:
«Arroyo de la verdad,/ qué pocos beben en ti./ Mientras siga el mundo así,/ ¿cómo te vas a secar,/ arroyo de la verdad?».
En 1929 la ciudad de Córdoba le dio un celebrado banquete de homenaje a Ricardo Moreno Rodríguez como representante de la familia Onofre. En la mesa del banquete se sentaron con el homenajeado sus hermanos Juan y José, don Manuel Roses, don Antonio Caparrós, don Mariano Luque y don Francisco Flores. Asistieron a dicha comida de homenaje medio centenar de amigos y grandes aficionados al cante jondo. A los postres, y hablando a petición del público, don Julio Fernández Costa, habló de la pureza flamencóloga de la familia Onofre.
Terminada la comida se improvisó una fiesta de cante, en la que José Moreno Rodríguez, hermano del homenajeado, se dijo unos tangos que personalizó con letra dedicada a la mayoría de los comensales. Al final ya se produjo la espontaneidad y el cante de muchos de los buenos aficionados que había en aquella celebración. A la guitarra estuvo Antonio Serrano Carmona 'El del Lunar', además de Manolillo, el Hijolero, El Moni y el Chocolate. El fotógrafo que tiró varios magnesios de lo que allí aconteció fue Santos.