
Puerta principal del cuartel de Lepanto
El portalón de San Lorenzo
Episodios en el cuartel de Lepanto: toros y fútbol
Uno de los soldados que prestaba sus servicios se encontró una vasija con 42 monedas árabes de oro
Nada menos que con la presencia del joven rey Alfonso XII, el 4 de abril de 1877 tuvo lugar la colocación de la primera piedra de este cuartel, que conocimos como «Lepanto», y que así sigue siendo conocido, por la mayoría de los cordobeses. La prensa local del día anterior comentaba:
“… A las tres marchará S.M. desde San Hipólito por el Gran Capitán, Gondomar, Tendillas, Paraíso, Letrados, Arco Real, Zapatería, San Pablo, San Andrés, Realejo y Santa María de Gracia a venerar en su iglesia del Juramento al Arcángel San Rafael Custodio de Córdoba, en donde tomará posesión de Hermano Mayor de San Álvaro firmando el acta correspondiente.
Luego la Comitiva Real marchará desde San Rafael, por la calle Mayor de San Lorenzo, Puerta de Plasencia al Marrubial a colocar la primera piedra del Cuartel de Caballería, que para el Depósito va a levantar la Diputación Provincial de Córdoba…”
La visita del monarca a Córdoba duró tres días durante los que se alojó en el Palacio de los Condes de Torres Cabrera, hoy residencia de la familia Cruz-Conde y Suárez de Tangil y sus parientes los Cruz-Conde y Conde.El proyecto de construcción del cuartel fue acordado entre la Diputación Provincial, que costeó las obras, y el Ayuntamiento de Córdoba, que cedió los terrenos, una parcela al levante de Córdoba «entre los arroyos Fuensantilla, Piedras y Hormiguita», así como una dotación de cuatro pajas de agua que se tomaron de un venero próximo a este último arroyo.
La extensión era llana y de unos 58.000 m² delimitada al sur con la Puerta de Plasencia y sus huertas, como la de Tras La Puerta, al norte con el camino que iba a la Cruz del Padre Roelas, al oeste con la Ronda del Marrubial, y al este con la amplia zona de campo que se conectaba con la Cañada Real Soriana («Huerta Chiquita»).
Dentro de esos terrenos, frente a la Puerta de Plasencia, más o menos por donde hoy cae la entrada al Centro Cívico, se levantaba un pequeño Calvario con cruces donde la hermandad del mismo nombre de San Lorenzo realizaba desde el siglo XVIII sus procesiones. Desapareció completamente y no nos consta queja de ello (o al menos no la hemos encontrado).
Las obras
La instalación militar, que primeramente llevaría el nombre del propio Alfonso XII, se hizo en dos etapas, como demuestra el tiempo que se tardó en construirla. Empezaron en 1878 (el año de la colocación de la primera piedra se lo pasaron en blanco) y acabaron en 1885. Lo que retrasó tanto los trabajos fue que la zona situada más al este del futuro cuartel era una auténtica hondonada de tierra caliza, de «barros y tierras blandas», porque por allí pasaban (y encima se unían, formando una laguna) los arroyos de las Piedras y Hormiguita o Camello, el primero de ellos especialmente importante.
Además, la susodicha hondonada se había hecho aún más grande porque en 1872 sacaron de allí todo el barro del mundo para fabricar los ladrillos que sirvieron para las obras de Círculo de Labradores-Gran Teatro construido por la banca Pedro López. El boquete era tal que el Ayuntamiento publicó un Bando Municipal en donde se rogaba que todo aquel que tuviera restos de obras, rehabilitaciones, o granzas en general, utilizase esa zona para descargarlas (este relleno tan grande trajo un poco de cabeza a los arqueólogos que, cien años después, hicieron catas en el lugar).
La intención de la Diputación con la construcción del cuartel, según se recoge en sus actas, era la de revitalizar esta parte de Córdoba, un tanto deprimida. Hay que decir que los Salesianos, al instalar su colegio en 1901 en San Lorenzo, esgrimieron prácticamente el mismo argumento. Años antes se había planteado construir la segunda estación de ferrocarriles en esta zona de la ciudad, para compensar que la otra estaba junto a los jardines de la Agricultura en el oeste, pero el proyecto no cuajó y finalmente se levantaría en Cercadilla, muy cerca de la anterior. También se hablaba de construir en el Marrubial una cárcel, lo que, mira por dónde, sí se materializaría con el tiempo, aunque un poco más alejada, en los terrenos de la huerta de Miraflores. En fecha de 2 de septiembre de 1880, en unas Gacetillas del periódico local, un plumilla escribió, quizás con poco gusto, bajo el título de «Gran Festejo»:
«¡Qué hermoso ejemplo ofrece siempre a la consideración pública el Cuartel levantado en las incultas tierras del Marrubial…»
La mayoría de trabajadores fueron soldados de ingenieros, siendo el director de la obra el ingeniero comandante capitán Pedro Rubio. En los boletines de la Diputación (tengo que decir que Pepe Roldán es un figura) hemos seguido el curso económico de la construcción, tanto a nivel de materiales como en jornales. De un total de 956.845,88 pesetas de coste para el total de la obra, 239.211,93 (en torno al 25%) correspondieron a jornales. Con este importe se puede estimar que, como promedio, habría unos 105 trabajadores en la obra. El pagador por parte de la Diputación fue don Ignacio Ibarra, y quien autorizaba los pagos el diputado Sr. Conde.

'Diario de Córdoba, domingo 12 de mayo de 1878, página 2
Este recorte de la prensa local nos demuestra que en estas obras intervinieron varias compañías de ingenieros
Además, uno de estos soldados que prestaba sus servicios se encontró una vasija con 42 monedas árabes de oro. Esta monedas fueron adquirida en subasta pública por don Victoriano Rivera Romero el 25 de marzo de 1881.
Don Victoriano Rivera y Romero (1838-1892)
Don Victoriano Rivera y Romero, catedrático de Retórica y Poética del Instituto Provincial de Córdoba, director que fue de él, así como del Colegio de la Asunción. Miembro de la Academia de Ciencias de esta capital, formó parte de algunos jurados literarios y científicos, concejal del Excelentísimo Ayuntamiento de Córdoba. Fue un hombre gran erudito en temas artísticos y de antigüedad. Tradujo la 'Carta de Fuero de Córdoba' concedida por el Rey don Fernando III a la ciudad de Córdoba. Fue un enamorado del coleccionismo de antigüedades y la numismática, todo con referencia a la Historia de Córdoba.
Curiosidades
Consultando estos boletines, es curioso ver los precios que se barajaban para la adquisición de algunos materiales y utensilios:
- Que para 100.000 ladrillos normales para obra se pagaron a 3,49 pesetas el ciento.
- Que por 60 maromas de esparto costaba cada maroma a 0,88 pesetas.
- Que por 40 sogas propias para andamiaje costaba 1,38 pesetas la docena.
- Que por cuatro docenas de espuertas de esparto para albañilería costaba a cinco pesetas la espuerta (añadiremos el dato de que un trabajador del ramo solía hacer seis espuertas diarias).
La primera parte terminada del cuartel se entregó provisionalmente el 2 de junio de 1883, realizándose su entrega definitiva el 27 de julio de 1885. Pero esto último no debió de hacerse con la oficialidad requerida ante notario, hasta el punto que el responsable militar de la plaza reclama en 1906 que se haga la «entrega oficial» además de pedir, de paso, que antes la Diputación solucione los problemas de polilla en las maderas y se haga una conexión con el alcantarillado para evacuar las aguas fecales, evitando que fueran directamente al arroyo de las Piedras que pasaba justo por detrás del cuartel. Los militares pretendían que quedara clarificada la propiedad de cara al Ministerio de Hacienda, al cual temían como todo buen hijo de vecino.
Los inquilinos
La prensa local no estaba muy bien informada al principio del proyecto, pues decía que la primera unidad militar que iba a ocupar el cuartel sería un Regimiento de Artillería. Sin embargo, sus primero inquilinos fueron tropas del Regimiento de Caballería Villarrobledo nº 23, nombre que se le adjudicó por su gesta en la famosa batalla carlista del mismo nombre acaecida en esta localidad de Albacete. Este Regimiento estuvo en nuestra ciudad hasta 1899. Unos pocos años antes, desde 1895 había participado en la guerra de Cuba contra los insurrectos, estando entre los soldados de ese Regimiento que fueron enviados desde Córdoba a luchar en la Perla del Caribe el abuelo de mi mujer, Juan María Expósito.
Ese año de 1899, el cuartel Alfonso XII fue reocupado por el Regimiento de Lanceros nº 8 de Caballería Sagunto, hasta que por la polémica reforma de Manuel Azaña en 1931 éste fue amalgamado con el Regimiento de Cazadores de Alfonso XII nº 21 ubicado en Sevilla para constituir en esa ciudad el Regimiento de Caballería nº 8 que en 1935 pasaría a llamarse Regimiento de Cazadores de Taxdirt.
Ese mismo año de 1931 al cuartel de Alfonso XII se le llamaría Regimiento de Infantería nº 2. Se iba de la caballería a la infantería. En 1935 pasaría a llamarse Regimiento de Infantería Lepanto nº 2 y en 1936 le subieron el cardinal a Regimiento de Infantería Lepanto nº 5. Aparece así ya el apelativo de «Lepanto» por el que lo hemos conocido. Pasada la guerra, habría nuevos cambios de nombre: en 1960 Agrupación de Infantería Independiente Lepanto nº 2, en 1963 Regimiento de Infantería Independiente Lepanto nº 2, y en 1965 Regimiento de Infantería Motorizable Lepanto nº 2. Finalmente, en 1977 tendría lugar su último cambio de nombre, Regimiento de Infantería la Reina nº 2, en honor a la reina Sofía.
Un año antes, en abril de 1976, con motivo de la visita de los reyes al cuartel de Lepanto un nutrido contingente de fuerzas armadas al mando del capitán José Villalonga Montero de Espinosa, con sofisticado armamento a base de fusiles ZETA-70 y fusiles NATO, miras telescópicas incluidas, desde las alturas vigilaban por la seguridad de los monarcas. Fue un despliegue excepcional e insólito (al menos en Córdoba), en años muy duros de terrorismo asesino. Este militar a cargo del operativo era, curiosamente, primo hermano del cordobés José Villalonga Llorente (1919-1973), el seleccionador, hoy injustamente olvidado, que ganó el primer Campeonato de Europa con la Selección Española en 1964 con el famoso gol de Marcelino.
Militares y toros
Con todos sus avatares, idas y venidas, es indudable que el cuartel de Lepanto, con sus distintos nombres e inquilinos, dio vida propia a toda la zona en torno al Jardín del Alpargate, y no era para menos, pues en él se alojaba a más de 700 personas de clase de tropa, entre militares de reemplazo y profesionales. Además, por Semana Santa aumentaba su número cuando en él se alojaban, tras desfilar como sólo saben hacerlo ellos, los componentes del Tercio del Gran Capitán de la Legión que venían para acompañar al Cristo de la Caridad, constituyendo un lugar de expectación para la chavalería y para los aficionados a los desfiles militares.
Y volvieron en junio de 1957 las tristes y emocionantes imágenes de casi medio siglo antes con soldados que salían del cuartel para partir a una guerra en el exterior. Entonces fue Cuba y ahora Sidi Ifni. Con banda de música salió desfilando por María Auxiliadora un contingente del Regimiento de Infantería de Lepanto nº 2 de unos 600 soldados (400 de Córdoba), para embarcar en el Cabo de Hornos. Volverían un año después con una multitud que los esperaba abarrotando las vías del tren por donde venían desde Algeciras.
En esos años de mediados del siglo XX, entre los 40 y los 60, los toques diarios de trompeta, al izar o al arriar la bandera de España, llenaban de emoción los alrededores. El cabo 1º Caramel lo sabía y se recreaba en sus toques. Muchos viandantes se paraban como acto de respeto. No cabe duda de que eran otros tiempos.
Pero el cuartel trascendía su mero papel de establecimiento militar. Así, para festejar la fiesta de la Inmaculada Concepción, patrona de la infantería española, fueron varios los festivales taurinos que se organizaban para disfrute de la tropa. Recordamos uno del que se confeccionaron hasta carteles del evento, en un frío diciembre de 1950. Uno de los torerillos era Fermín Gómez Gutiérrez, tristemente fallecido el año pasado con más de 90 años, gran persona y gran cordobés, de la calle Abéjar. A este maletilla, tras una interesante faena, le cupo el honor de ser sacado a hombros, pero ya fuera porque estaban cansados de su peso o por gastarle una broma, el caso es que lo premiaron con un chapuzón de cabeza en el pilón de la fuente del Jardín del Alpargate. En pleno invierno.
No se limitaban los festejos taurinos a estos humildes aspirantes. En el gran patio central del cuartel, entonces llamado de Alfonso XII, en la Nochebuena de 1901 se organizó una becerrada en la que se torearon varias vaquillas, asistiendo a esta fiesta nada menos que Rafael Guerra Bejarano 'Guerrita' (1862-1941) y Rafael González Madrid 'Machaquito' (1880-1955), invitados por el coronel del Regimiento de Caballería Lanceros Sagunto nº 8, don Clemente Obregón de los Ríos.

Zona actual en donde estuvo el Estadio de Lepanto
Del toreo al fútbol
A la altura de 1949 los militares tuvieron necesidad de habilitar en la parte posterior al cuartel, que se amplió más hacia el este, una especie de terreno de instrucción, completado con un campo de fútbol totalmente terrizo. Aún así, era curioso que en este campo, lloviera lo que lloviera, jamás se formaba ni un simple charco.
No se limitó a la tropa, sino que pronto se abrió a los numerosos aficionados al balompié cordobés. En ello tuvo que ver el gran aficionado al fútbol, también militar, don Enrique Puga Cruz, quien además fuera presidente del Córdoba CF y delegado provincial de la Federación Andaluza de Fútbol. Gracias a su gestión, el cuartel de Lepanto ofrecía todas las facilidades del mundo para que allí jugasen los equipos modestos todos los domingos, e incluso los campeonatos de empresas que organizaba Educación y Descanso.
Ese campo, desaparecido hace ya muchos años, en su memoria deberá recordar a aquellos entusiastas equipos de fútbol en el que directivos y aficionados se entregaban con pasión. No les daba nada, aquello sólo les costaba los dineros para buscarse una equipación medio decente, pero era tanta su ilusión por competir y jugar que no había obstáculos para ellos.
Nos ponemos a recordar a aquellos equipos: San Antonio, Amparo, Alcázar, San Lorenzo, Imperial, Naranjo, Santiago, Séneca, Ciudad Jardín, Don Bosco, Nazaret, Corredera, Ferroviaria, Universidad Laboral, Calatrava… Barriendo para mi casa, me acuerdo de los partidos en ese Estadio de Lepanto de los jugadores de mi Club Atlético San Lorenzo, de Paco 'El barbero', Pauli, Fenoy, Martínez, Medina, Caramé, Luna, Gavilán, Huertas, Carrillo, Avilés, Bautista, los hermanos Solís, Dardi 'Cámara', Ríos, Miguel, Gómez…y tantos y tantos que defendieron esa camiseta en aquella durísima Regional Preferente donde de forma brillante compitieron en los años 70. En ese campeonato Ríos fue el máximo goleador con 42 goles.
Y, cómo no, recuerdo al amigo Rafael Oñoro Díaz, aquel portero del Estadio, pasando por los árbitros Osorio, Espejo, Lozano, Flores, Aguilera, Rodríguez, Aniceto, 'Gasolina' Romero… que se enfrentaban todos los domingos a aquella labor ingrata e incomprendida del arbitraje.

Equipo campeón de Cenemesa (1956)
Por último, hay que hablar también del Campeonato de Empresas que tenía lugar los sábados por las tardes. Los trabajadores de la fábrica de Cenemesa fueron campeones durante bastantes años. En la foto, el equipo campeón de 1956: Juan Blanco, Alejandro Parrilla, Díaz Hornero, Juan Molina, Francisco Moreno, Enrique Lozano, El Pimpe…, que además de grandes profesionales en sus trabajos jugaban al fútbol de maravilla.
La suerte quiso que a los pocos años coincidiera con ellos en la empresa Ramón Blasco, Manolo Martínez y Pepín Luna fueron los encargados de estos equipos.

Equipo de la peña Los 14 Pollitos de la Beatilla
El fútbol de las peñas
A un nivel mucho más modesto, hasta las peñas jugaban en Lepanto, porque allí podía entrar todo el mundo que lo pidiera. En la foto que acompaña a este apartado dedicado a las peñas pueden verse a los componentes de aquel equipo que formó la peña de San Agustín Los 14 Pollitos. Se distingue al bonachón de Mena, a Martínez, El Francés, Fernando, Pepe Alcalá, Antonio 'El Figura' y su hermano Miguel 'El Fati', entre otros… Al Figura le gustaba ponerse el pañuelo en la cabeza emulando a Pedrito, jugador del Deportivo de la Coruña. En la alineación se echa de menos a Pepe Laguna, que había ido a por vendas y por la imprescindible garrafa de vino.
Ese partido de la foto fue contra el equipo de la peña de San Antonio, y la verdad es que no tuvo nada de desperdicio, sobre todo fuera del campo. El árbitro fue Diego Camino Pulido, que no olvidó el silbido ni tampoco su sombrero cordobés, ayudado en las bandas por el recordado Juan Montiel y Pepe Conde. Llamaba la atención el masajista, Rafael 'El Cacerolas', que por todo botiquín solo portaba una gran garrafa de vino de dos arrobas. Más de uno quería lesionarse para pedir sus cuidados.
Mientras se celebraba el partido, otros peñistas como el amigo Cámara y su compadre Polonio, con unos cuantos más, dieron buena cuenta de unos chorizos al infierno que les habían proporcionado en la cantina del campo con el consentimiento del capitán Valle que estaba de oficial de servicio. La verdad es que no sabemos si estuvieron o no muy pendientes del discurrir de sus compañeros sobre el terreno de juego, pero ellos sí que se lo pasaron en grande.