Manual de exhibición y resistencia (2-3)
El Córdoba despide 2024 doctorándose en el Carlos Tartiere y consiguiendo su primera victoria a domicilio de la temporada
27 puntos. Quién lo iba a decir después de perder en Gijón. Desde ahí lo que ha llegado ha sido una línea de juego y resultados que muy pocos, por no decir ninguno, se atrevió a prever. Mucho menos a pronosticar. Mirando de reojo al mercado de invierno, el Córdoba encontró una pareja de centrales que le ha dado oxígeno y unos resultados fuera de casa que le han hecho dar un notable golpe encima de la mesa. La victoria ante el Tenerife trajo tranquilidad y esperanza de cara a la visita al Levante. El punto en Valencia, confianza de cara al choque ante el Eibar. Y la victoria ante los armeros, la ilusión de que, quizá en estos días, los de Iván Ania podían entregar el mejor de los regalos. Y, por fin, se quitaron el disfraz de Grinch para ponerse el de Papá Noel y salvar la Navidad. Y a fe que lo hicieron.
Una exhibición para el recuerdo en el primer acto
Pocos hubieran imaginado tal exhibición cordobesista en la primera mitad. Durante buena parte del primer acto el resultado pudo ser de auténtico escándalo. Y, aunque terminó siéndolo, estuvo cerca de serlo aún más. Y todo ello el día más inesperado, con Obolskii sustituyendo la ausencia de Casas y con Marvel, de nuevo, en el lateral izquierdo. Precisamente el flanco por el que se granjeó el 0-1. Con apenas seis minutos en el electrónico, una acción personal de Adilson desembocó en una asistencia de gol que el ruso se encargó de transformar con la rodilla. 0-1… pero con susto, pues Mallo Fernández lo anuló primero por una supuesta mano que el VAR (para esto está, para los errores claros, obvios y manifiestos como este) corrigió. Lejos de conformarse, los de Iván Ania metieron una marcha más, sacudiendo a un Real Oviedo que no sabía por dónde le venía el aire. Hasta que, pasado el 20’, una falta lateral botada por Álex Sala la remató Martínez a la perfección para hacer el segundo.
Era para frotarse los ojos. El Córdoba ganando 0-2 lejos de El Arcángel y, encima, con una puesta en escena propia de los más firmes candidatos. Y ambicioso. Porque poco después Álex Sala probó en dos oportunidades a Aaron Escandell. Una salió centradita y la otra cerca del palo izquierdo de la portería ovetense. Todo parecía perfecto hasta que, al filo de la media hora, se torció. Al menos parcialmente. José Antonio Martínez, que se estaba erigiendo con minutos en esa pieza que tanto se demandaba en defensa, cayó lesionado de la parte posterior del muslo izquierdo al despejar una pelota en el área. Tocaba recomponer la zaga con lo poco que había; es decir, Marvel al eje y Calderón a la izquierda. Y fue entonces el Oviedo despertó. Incidiendo especialmente por ese costado, los de Javi Calleja soltaron amarres y empezaron a merodear con insistencia la portería de Carlos Marín. Hasta que llegó el 1-2. Oier Luengo, en una acción similar a la que originó el 0-2 blanquiverde, aprovechó un envío lateral para acortar distancias.
Y ahí, con los 9’ de añadido que decidió dar Mallo Fernández, llegó la locura. Parecían los minutos finales de la temporada. El Real Oviedo acosaba por sus dos flancos de ataque y el Córdoba gozaba de muchos metros por delante para correr. En una de esas apareció la figura de Theo Zidane. EL que había fichado por el conjunto blanquiverde por «ser hijo de», decían muchos. Pues Theo, haciendo gala de esa condición de llegador que está explotando bajo la batuta de Ania, remató de cabeza un envío perfecto de Álex Sala para hacer el 1-3. También con susto, pues el partido se paró un ratito por una posible falta de Obolskii en el inicio de la jugada. Falta que no fue tal y que no impidió a los blanquiverdes marcharse con un resultado inimaginable antes de empezar.
El Oviedo empieza asustando en la segunda parte y el Córdoba perdona la sentencia
Tras el paso por vestuarios se podía prever lo que vino nada más empezar; esto es, un Oviedo obligado a apretar para reducir distancias en el marcador. Y, sobre todo, para dejar atrás la sensación de haber sido dominado durante los primeros cuarenta y cinco minutos. Y eso lo consiguió rápido el equipo dirigido por Calleja, que apenas tardó cinco en poner en serios apuros a Carlos Marín. El almeriense evitó con una gran parada el tanto de Alemao en un mano a mano que ya se cantaba como gol en la grada del Tartiere. A partir de ahí, y cuando parecía que lo que venía era un asedio continuado, el Córdoba dio un paso dio un paso al frente para intentar cerrar el partido. Con espacios a la contra, los de Ania gozaron de múltiples opciones para dejar sentenciado el último duelo del año.
La tuvo Calderón con un disparo cruzado, Adilson en una acción individual por la izquierda y, de nuevo el portugués en una clara oportunidad de mano a mano con Aaron Escandell en la que pecó de generoso. Le jugada pedía culminar, pero el extremo quiso dejar el gol en bandeja a Carracedo. A partir de ahí, se acabó el bagaje ofensivo cordobesista. El Real Oviedo se hizo con las riendas del duelo y, después de un fallo entre centrales y una mala salida de Carlos Marín, Ilyas Chaira facturaba el 2-3 con una bonita vaselina por encima del meta almeriense. De ahí al final tocó sacar el manual de la resistencia, pues los de Javi Calleja empezaron el acoso y derribo sobre el área blanquiverde. Paraschiv la tuvo en los instantes finales y de nuevo emergió la figura de Carlos Marín para sostener el resultado. Justo lo que pretendió Iván Ania con los cambios. Aunque Yoldi, Kuki y Jude apenas se dejaron ver, su trabajo defensivo fue más que notable. Especialmente el del uruguayo, que se quedó prácticamente con todos los balones y forzó multitud de faltas que cortaron el ritmo a un Real Oviedo que se vio impotente en los minutos finales.
El Córdoba despide así un 2024 mágico. Con un manual de exhibición y resistencia que le aúpa a la zona media con 27 puntos. Y doctorándose lejos de El Arcángel. Que 2025 siga el mismo camino.