De comienzo en comienzoElena Murillo

Recordando a Baroja

Actualizada 05:05

El día 28 de diciembre se cumplían ciento cincuenta años del nacimiento de Pío Baroja, figura clave de la Literatura española. Miembro de la Generación del 98, supo reflejar en sus novelas los cambios que se iban produciendo en la época en la que vivió, fundamentalmente en Madrid, ciudad que conoció en profundidad a caballo entre los siglos XIX y XX. Con motivo de esta conmemoración, hace unos meses se publicaba un mapa cultural ilustrado acompañado de textos del propio autor que ofrece la oportunidad de conocer aquellos lugares destacados de la capital y que permiten hacer un recorrido guiado por el protagonista de esta efeméride. Una oferta cultural más que aprovechar en una visita a la villa.

El homenaje del ayuntamiento de Madrid llegaba en el mes de octubre pasado y ha tenido iniciativas tan interesantes como una edición de la que, bajo el título de Paseos por Madrid, ha distribuido en el mes de diciembre, de manera gratuita y a través de la red de bibliotecas públicas, dos mil ejemplares.

De otro lado, la Real Academia de la Lengua le rendía homenaje hace apenas un mes. El novelista había ocupado el asiento «a» en dicha casa sustituyendo a D. Leopoldo Cano. Este acto tan atrayente que contó con la apertura del director de la Academia, D. Santiago Muñoz Machado, y que se puede visualizar en el canal de YouTube, sumó diferentes intervenciones a través de las cuales se hizo un recorrido por algunos textos del literato para recordar, en cierto modo, su vida y obra. Magnífico el detalle final que la académica Soledad Puértolas anunciaba a los presentes: habían preparado en el jardín castañas asadas, «el olor a castañas asadas que tanto le gustaba a Baroja de las noches de invierno en Madrid».

Conocí a Baroja, en sus escritos ya me entienden, cuando tuve que leer El árbol de la ciencia, ese imprescindible que formaba parte de las obras literarias que exigía la temida Selectividad. Por tanto, contribuyó a mi formación como lectora y sobre todo como futura filóloga. De alguna manera, el autor se reflejaba en el protagonista, Andrés Hurtado. El libro se ha considerado como su propia biografía; no en vano el escritor había estudiado Medicina como refleja el texto e incluso llegó a ejercer como médico rural.

Y hay que recordar también que ambientó una de sus novelas en nuestra ciudad, Córdoba, después de haberla visitado. La feria de los discretos es fácil de leer. Presenta la sociedad de la época a través de Quintín García Roelas y retrata algunos lugares por los que también podríamos enmarcar un paseo literario: el Patio de los Naranjos, la Plaza y la Posada del Potro, la Corredera, los naranjos de la Cuesta de San Cayetano, tabernas…

Siempre es buen momento para releer a los clásicos, pero cuando se conmemoran aniversarios destacados se convierten en un reclamo perfecto para volver a esos relatos que vivirán para siempre.

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