Intolerancia
«Cuando a esa izquierda radical no le parece bien algo, se olvida de que esto es una democracia y que aquí cabemos todos, hasta ellos».
Esta semana hemos vivido un episodio más de la intolerancia de la izquierda, que más que intolerancia ya es odio a todo aquello que se aleja de su pensamiento, y todo apunta que su ideal sería imponer el pensamiento único.
Hay que ver lo que la izquierda radical ha vuelto a montar en una Universidad, en este caso con Isabel Díaz Ayuso por ser considerada «alumna ilustre» de la Complutense de Madrid.
Pero da igual el acto que sea. Cuando a esa izquierda radical no le parece bien algo, se olvida de que esto es una democracia y que aquí cabemos todos, hasta ellos, y montan un escrache, que si lo hacen ellos es libertad de expresión y si se les hace a ellos es un delito de coacciones y lo llevan hasta los tribunales solicitando graves condenas, si no que se le pregunten a aquellos que protestaban en las cercanías del casoplón de Iglesias y Montero, cosa que tampoco defiendo, pues gracias a Dios tenemos foros donde expresarnos, sin necesidad de generar violencia.
No voy a volver a hablar del personaje que dio el discurso de los alumnos ante Díaz Ayuso, pues sólo demuestra la falta de educación y del saber estar. Era evidente que todo estaba preparado y que Elisa Lozano sólo era una pieza de ese grupo de radicales que supura odio por todos los poros de su piel, provocando, cada vez, una mayor radicalización en la sociedad española.
La pregunta debería ser ¿por qué cada vez hay una mayor radicalización en la sociedad española cuando hace no tantos años vivimos un ejemplo de integración pacífica? ¿quién o quiénes son los culpables de ello?
Desde mi humilde punto de vista, esta radicalización no viene dada por los extremos, derecha e izquierda, que siempre van a aprovechar las aguas revueltas para mostrarse, sino que a ese monstruo lo ha alimentado un interés propagandista de partidos que, supuestamente, se dicen democráticos y no violentos, fundamentalmente la actitud en los últimos años de PSOE con Zapatero (que ha quedado en un inocente niño de San Ildefonso) y sobre todo con Pedro Sánchez.
El ataque hacía políticos o pensamientos conservadores o liberales por parte de este PSOE siempre es exagerado y en términos de violencia oral inigualables ¡Qué difícil es ver en el PSOE actual una crítica sustentada en ideas y datos! Para este grupo de dirigentes la respuesta a cualquier crítica a sus ideas, pensamientos o actuaciones es una respuesta abrupta, insultante y sin más misión que el ataque personal.
Esta forma de actuar no es sino un magnífico caldo de cultivo para los radicales y para que, por desgracia, todos acabemos con el «tú más», donde acaban por perderse las ideas y solo sobreviven las políticas personales para mantenerse o llegar al poder, pero olvidándose del bien común.
¡Claro que según tu ideología podrás pensar que es lo mejor para el bien común! y será la mayoría quienes decidan a quién le toca plasmarla en la realidad del país, pero para ello hay que ponerse a trabajar por los demás y olvidarse de esa lucha por el poder basada únicamente en el insulto y en el descrédito.
Y si no fíjense, con la sobreactuación de la alumna ha pasado muy desapercibida la respuesta del PSOE a los actos acontecidos en la Complutense ¿Dónde está la condena del gobierno y del PSOE? No existe. El Secretario General del PSOE en Madrid, Juan Lobato, se permitió el lujo de acusar a Isabel Díaz Ayuso de «provocar» y «encender a la gente» por su asistencia al acto. La víctima de las ofensas y de la violencia se la pone de culpable. Consecuencia: el radical se hace más fuerte. Y todo, por considerar que con esas declaraciones ganará un par de votos al haberse enfrentado a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, en lugar de aportar soluciones a las críticas que pudiera hacer a las decisiones del gobierno de Ayuso.
Deberíamos aprender que con la radicalización no vamos a ninguna parte. Que la única que pierde es la democracia, que con tanto esfuerzo se consiguió imponer en España por una vía de paz y concordia.
Propongamos ideas y formas de ver la vida, pero siempre respetando al opositor, sobre todo a la persona, y demos razones sólidas para demostrar cuál es la mejor, lo que no significa que no se pueda hacer una crítica, que es absolutamente necesaria, pero siempre dentro de la verdad y del orden y contraponiendo propuestas a errores.
Esperemos que nos demos cuenta pronto que esa violencia y radicalidad no nos lleva a buen puerto y que puede hacer que perdamos todo el camino conseguido para tener una democracia en España.