El Estado juega a ser Dios, y se equivoca
En un Estado corrompido, se dictan muchas leyes (Tácito)
A lo largo de la historia el Estado y su intervención en la economía ha suscitado todo tipo de controversias, pero ¿hasta qué punto es justificable permitir que el Estado sea cada vez más y más grande? ¿Cuál es el fin o la finalidad de contar con un Estado elefantiásico? ¿Realmente es necesario un Estado que represente más del 50% de la riqueza nacional para afrontar las «tareas» para las que fue creado?
La sociedad en general, con el paso de los años, ha ido perdiendo de forma progresiva la fe en Dios, sin embargo, rezan y se postran para obtener el favor del «todopoderoso» Dios-Estado. Por un lado, Dios, según la Iglesia católica, da la libertad al hombre para que actúe según considere, lo que hace que en muchísimas ocasiones gran parte de las personas se cuestionen la existencia de Dios, ya que en el mundo ocurren sucesos terribles y crueles. Por lo tanto, por lo que observamos, Dios no existe para conceder a cada cual lo que anhela y desea, en absoluto, no obstante, el Estado sólo y exclusivamente tiene como razón de ser el conceder en cada momento lo que sus fieles quieren para así y sólo así hacer más grande la servidumbre de sus feligreses que es donde reside su poder absoluto.
En el año 1980 el peso del Estado en la economía española suponía alrededor del 30%, es decir, ya por aquél entonces resultaba un esfuerzo para los españoles mantener aquel Estado que para ser exactos era de 797 euros/anuales por ciudadano. En la década de los 80 los problemas que sobrevolaban la economía española eran; Aumentar las prestaciones sociales para ayudar a los más desfavorecidos, la baja competitividad y productividad del mercado laboral o las pensione,s entre otros. Tras más de 40 años el peso del Estado en la economía ya supone entorno al 50% lo que se traduce en un incremento exponencial del esfuerzo que realizan todos y cada uno de los ciudadanos, que asciende a 13.321 euros/anuales por ciudadano. Y ¿saben qué? Oh sorpresa, tras incrementar el peso del Estado en 604.306 mil millones de euros los problemas siguen siendo prácticamente los mismos; El paro, la inestabilidad y fragilidad de nuestro mercado laboral y el absolutamente quebrado sistema de pensiones, entre otros.
Una de las premisas de los defensores a ultranza de los estados gigantescos, es la defensa del progreso y la asistencia a los que menos tienen, a los más desfavorecidos. Y a los que no defendemos ese tipo de Estadose nos acusa, poco menos, de que queremos que los más pobres anden muriéndose por las calles y que sus hijos se queden sin asistencia médica o educación. Y bajo ningún concepto es así. La vida no trata de blancos y negros, sino de una hermosa gama de grises.
Finalmente, si analizamos las estadísticas de nuestra economía a lo largo de las últimas décadas observamos que las transferencias de renta de clase media se dirigen, en su mayoría, a clase media, es decir, el grueso de los ingresos públicos que gestiona el Estado no va en favor de los más desfavorecidos, sino a engordar el número de fieles que siguen buscando en el Estado, el favor divino que el «malvado Dios les niega». La fatal arrogancia del Estado intenta jugar a ser Dios, sin ser consciente del destrozo económico y social que ha generado y sigue generando en nuestro país. El Estado crece y crece y los problemas… siguen siendo los mismos o peores.