Taller de ensalada de bofetadas
Dotar de medios y dinero a quien ejecuta la violencia lo único que hará será agravarlo
Imaginemos que, por un casual, está usted en una reunión con alguién de la Administración Pública comentándole el problema a solucionar o la gestión a realizar y, sin previo aviso, recibe del funcionario público un bofetón en la cara. Usted le mira asombrado y mientras le pide explicaciones recibe un nuevo bofetón y es echado a patadas del recinto público por funcionarios que acudieron al escuchar jaleo. Una vez en la calle, magullado y confuso, te preguntas qué ha pasado y a qué se debe semejante agresión. Nadie te da explicación alguna y cuando expones a los amigos lo sucedido te aconseja, si no quieres más bofetadas, que no se te ocurra denunciar.
Confusión, indignación, miedo. ¿Qué hacer? ¿cómo reaccionar?
Pasado el periodo de shock empiezas a pensar y a verificar si puedes vivir así. Te planteas si esto que te ha pasado no le podría suceder a tus seres queridos, amigos y familiares y a otros ciudadanos. Algunos te confiesan que ellos también han sido abofeteados. Te preguntas si algún día pueden cometer semejantes actos de violencia también contra sus niños. Eso sería sin duda una raya roja, algo ya totalmente intolerable.
Pasa el tiempo y la cosa, sorprendentemente, va a más. Cada vez hay más casos. Violencia generalizada. La gente está totalmente atemorizada. Unos piensan en juntarse con otros, hacer la contra y responder a las agresiones. Otros, barajan irse a otro país donde haya seguridad y esto no suceda.
Esta «fábula» no es más que la más cruda y dura realidad de violencia que se da en tantos estados en el mundo de donde vienen tantos migrantes que dejan sus países. Los países receptores, asustados por la avalancha, se preguntan qué hacer. Creo que nadie tiene una barita mágica para solucionar estos problemas tan enormes, pero si, al menos, hay ciertos discursos que -si las cosas son así-, no se deberían suscitar. Se oye mucho que los migrantes vienen por un destino dorado. El famoso efecto llamada: «Chavales venid que aquí se vive de p.m., no se da un palo al agua y se tienen todo tipo de servicios y pensiones».
Para poder comprender verdaderamente el problema, alguna asociación debería proponer un taller: ensalada de bofetadas.
Nada más llegar te caen cuatro sopapos por cada carril y, por cada minuto, te sueltan treinta y tres (más de una por cada dos segunditos que pasen). Y el final del taller es ver quien ha aguantado más tiempo y luego cuando te rindes intentar pensar en el dorado.
«Y no se quejen- les diríamos a los inscritos al taller- porque la realidad normalmente es bastante más fuertecita: va de fusiles de asalto, kalasniskov, cárceles en el desierto, violaciones, muertes por inanición, chantajes y extorsiones, esclavitud y un largo etcétera»
¿No será que el dorado es un sitio donde no te meten bofetadas sin merecerlo por derecha e izquierda? En cuanto nos pusiéramos de acuerdo con el problema, casi seguro empezaríamos todos juntos a encontrar el mismo tipo de soluciones. Porque si el problema es este y no otro, dotar de medios y dinero a quien ejecuta la violencia lo único que hará será agravarlo. Y si esta política la combinamos con muros y vallas más altas todavía mucho peor. ¿No?
Pase por el taller y luego hablamos....
p.d. Convendrá conmigo en que dado el estado actual del tema, habría que nombrar de utilidad pública la asociación que ofrezca dicho taller.