Siempre libresChules de Bocatas

La anomalía de Dios

Actualizada 05:00

Hay partes del Evangelio, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que no acaban de casar bien con la mentalidad que tenemos de nosotros mismos, de las circunstancias y del mundo. Ni siquiera de la concepción que tenemos de lo religioso. Por un lado, entra la tentación de concebirlas como «fallos» o «errores», cuesta un esfuerzo y un trabajo adaptarse a ellas y, por otro, es como si pudiéramos captar, intuir que Dios no es una proyección de nuestra humanidad, un ser creado por nuestras necesidades y deseos.

Hete aquí una de esas partes. Concretamente del libro de los Jueces (Antiguo Testamento):

El Señor dijo a Gedeón: «Llevas demasiada gente, para que yo os entregue Madián. No sea que luego Israel se me gloríe, diciendo: «Mi mano me ha dado la victoria.» Vas a echar este pregón ante la tropa: «El que tenga miedo o tiemble, que se vuelva.»». Se volvieron a casa veintidós mil hombres, y se quedaron diez mil. El Señor dijo a Gedeón: «Todavía es demasiada gente. Hazlos bajar a la fuente, y allí te los seleccionaré. El que yo te diga que puede ir contigo irá contigo; pero el que yo te diga que no puede ir contigo, ése, que no vaya.». Gedeón mandó bajar a la tropa hacia la fuente, y el Señor le dijo: «Los que beban el agua lengüeteando, como los perros, ponlos a un lado; los que se arrodillen para beber, ponlos al otro lado.» Los que bebieron lengüeteando, llevándose el agua a la boca con la mano, fueron trescientos; los demás se arrodillaron para beber. El Señor dijo entonces a Gedeón: «Con esos trescientos que han bebido lengüeteando os voy a salvar, entregando a Madián en tus manos. Que todos los demás vuelvan cada uno a su casa.»

El pasado viernes estábamos en Bocatas -en plena Cañada Real- dando de cenar, como hemos hecho estos últimos 28 años, a los más desfavorecidos de nuestra sociedad. Hacía frío. No acudió mucha gente del lugar a cenar. También estaba allí otro grupo que también se dedica a esta bella tarea. Paramos a rezar un ángelus juntos y, como introducción, hablé justamente de esta «anomalía». Desde el punto de vista de la eficacia, productividad o sentido de la obra era absurdo estar ahí con tanto frío. Había un número elevado de voluntarios ociosos para la poca gente que acudió. Mientras rezábamos, un amigo drogadicto, el Jose, me interrumpió contándonos a todos que él estaba agradecido por poder pasar este rato los viernes con nosotros y que le hacía mucha compañía en medio de la soledad y el infierno en el que vive.

Anomalía de lo humano. Dice el Papa en su «programa electoral» la exhortación apostólica Evangelii gaudium:

«La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad».

También el gran Fabrice Hadjad en La suerte de vivir en nuestro tiempo: «La gracia, en definitiva, solo se manifiesta en una presencia gratuita e incluso inútil, que no aporta ninguna información: en el codo a codo con un amigo ni siquiera nos fijamos en él; estamos, sin más, en su compañía; y así manifestamos la dicha de estar, sin más, con el otro».

Pidamos tener siempre estos ojos, esta mirada. Así, sencilla. Como en la guerra que cuenta el Antiguo Testamento, como el pasado viernes en Cañada Real. Pidamos dejar espacio a Dios, a Algo más grande. Puede parecer absurdo para una cierta mentalidad normal -incluso religiosa- pero es de las cosas más inteligentes y potentemente humanas que podamos tener entre manos.

Una reciente oración de la misa decía: «Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas»

Una larga anomalía lleva acompañándonos en este mundo desde que el mundo es mundo: Dios. ¡Que gusto y qué inteligente, entonces, dejar espacio a esta anomalía!.

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