Por derechoLuis Marín Sicilia

Lagunas de impunidad

Es la doble vara de medir de esta izquierda que nunca jugará con la limpieza mínima exigible en un estado democrático

Actualizada 05:00

«La pretensión del Ministerio Fiscal de impedir toda investigación en este delicado campo es inusual y podría llevar a crear lagunas de impunidad en toda actividad delictiva». Así consta en la resolución de la Audiencia provincial de Madrid oponiéndose a la petición de la Fiscalía para archivar apresuradamente la investigación contra Begoña Gomez. Una petición de archivo tan insólita y acelerada que se solicitó apenas veinticuatro horas después de presentarse la denuncia, y tan sospechosa como las inusuales visitas del fiscal al juzgado que instruye la causa, lo que viene a confirmar aquello que dijo Sánchez y que pone de manifiesto que también la Fiscalía depende del que es reconocido por sus subalternos como el puto amo.

Coincide todo ello con el archivo de la décima causa seguida contra el que fue presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, que después de una persecución implacable de la izquierda, ha visto como todas las imputaciones de los últimos dieciséis años contra él han quedado sin base legal alguna. Camps, que dimitió de su cargo en cuanto se dudó de su decencia política, ha tenido, después de todo, mas suerte que su correligionaria Rita Barbera que murió tras soportar el cerco injurioso de quienes la rodeaban cotidianamente con lo que llamaban jarabe democrático y que hoy se indignan a la menor protesta que alguien les dirija a ellos públicamente.

Es la doble vara de medir de esta izquierda que nunca jugará con la limpieza mínima exigible en un estado democrático. O al menos, a eso es a lo que nos tiene acostumbrados. Basta recordar que un hermano de Aznar, funcionario de carrera, renunció a un ascenso que legítimamente le correspondía, ante el asedio y el cerco continuo al que se le sometía intentando hacer creer que ascendería por su parentesco con el entonces presidente del Gobierno. Basta con comprobar la conducta sumisa de la izquierda «progresista» respecto al enchufe sin recato que se ha facilitado al hermano de Sánchez y a la forma un tanto irregular y poco transparente con que se conduce, para ratificar, una vez más, que casi siempre los que presumen de limpieza y transparencia buscan todas las ventajas para ellos y las dificultades para los demás.

Cuando desde el debate político se contesta con evasivas y referencias a otros adversarios que fueron condenados para eludir las responsabilidades de los propios que hoy están en entredicho judicialmente, empezando con la trayectoria, dudosa políticamente al menos, de la esposa del presidente del Gobierno, lo procedente es constatar cual ha sido la conducta en cada caso. Porque en todos los partidos, como en todos los colectivos, hay gente con conductas dispares y en algunos casos delictuosas. Pero a nadie, hasta ahora, ni siquiera cuando se sentaron en el banquillo miembros de la Casa Real, se le ocurrió recurrir a intentar silenciar a la prensa que levantó el caso y, menos aún, a descalificar a la función judicial. Hoy por contra, ante las dudas razonables sobre conductas que rozan el Código penal, desde las altas instancias del Gobierno se intenta frenar por todos los medios el avance de las investigaciones, utilizando todos los resortes del poder con esa finalidad. Y se acusa a la prensa, a los jueces y a todo el que estorbe en su afán de ocultar la conducta irregular, hasta el extremo de amenazar al juez y de interferir la labor de la fiscalía en el caso concreto de la mujer de Pedro Sánchez.

Cuando se piensa que el poder lo legitima todo estamos ante un autócrata que no cesará hasta dominar todos sus resortes y los instrumentos de control. Sánchez avanza sin descanso en esa labor, lo que explica la forma de conducirse invadiendo todas las instituciones y no dando explicación a los abusos que adornan su andadura. Esa forma de conducirse está tan digerida por los suyos que no solo no dudan en sentirse fieles servidores de su amo sino que, en su subconsciente, consideran que su esposa es la presidenta, tal como el meritorio Patxi López ha encumbrado a Begoña Gomez, algo así como cuando los peronistas exaltaban a su «Evita».

A estas alturas, los únicos poderes que Sánchez no domina son el judicial y la prensa. Y es a ellos a los que pretende domesticar en esa seudo regeneración que propugna y que, en el fondo, lo que persigue, con el mantra del fango y los bulos, es ocupar el poder judicial y amordazar a la prensa. El problema para el sanchismo es que, por mucho que lo intente, España y los españoles somos más fuertes de lo que se imagina. Y hay tres sectores sociales que siempre serán un dique contra quienes pretenden abrir lagunas de impunidad a cambio de favores: los profesionales del periodismo, los miembros de la judicatura y los ciudadanos libres.

Solo los totalitarios ignoran que la libertad y la igualdad son valores esenciales de la democracia. Esos valores han sido traicionados por un partido socialista, prisionero de la ambición personal de un solo hombre, aprobando la mayor ofensa a la dignidad contenida en la amnistía de los golpistas catalanes. Nadie duda ya de que el PSOE es un moribundo que servirá a su señor si la «presidenta» necesita también ser amnistiada. Son las lagunas de impunidad puestas en marcha por quien no tiene más principios que sus propios intereses. Y esa es la razón de higiene democrática por la que Sánchez y los suyos merecen una repulsa sin paliativos que acabe con esta pesadilla.

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