Tirando del hilo
Bocatas Córdoba es un grupo de amigos dedicado a repartir alimento a la gente sin techo como una excusa para entablar una relación de amistad con ellos. Pues bien, recientemente me relataba un amigo, que participa de esta realidad, como un día -en plena jornada laboral- se acercó a un chaval que mendigaba en la puerta de un supermercado. Le salió «la vena Bocatas», se paró a hablar con él y le preguntó qué es lo que necesitaba.
Esta pregunta es la misma que nuestro gran amigo Angel Custodio nos ha enseñado a hacer a la gente sin techo. Ángel ha vivido un año en situación de calle -tras quebrar su empresa- y ha escrito un libro precioso sobre esa experiencia. En él cuenta que estaba en los alrededores de una famosa hamburguesería y engordó 10 kilos porque todo el mundo le llevaba una suculenta hamburguesa.
A nuestro amigo de bocatas Córdoba le pidió un plato de paella. Fue dicho y hecho. ¡Llevaba mucho tiempo sin comer algo caliente!
Al recordar esto, volví a caer en la cuenta de mi experiencia. Cada vez que me paro en un semáforo y veo un indigente, suelo darle un eurillo mientras acaricio una mano áspera y castigada por una vida difícil y le pregunto su nombre y el país de origen. Y.… ¿Qué sale a cambio del euro y del saludo en esta máquina tragaperras de la vida (máquina de los talentos lo llama el evangelio)? Qué el corazón de piedra se aparta y renace uno de carne.
Con el corazón así, sigues tirando del hilo y empiezas a dar gracias a Dios por la vida, porque estás vivo y porque estamos bien hechos. Los hombres hemos sido creados para el bien, para un ideal más grande que nosotros mismos.
Sigues tirando del hilo y piensas: «¿Y en qué estaba ocupado yo hace un minuto?». Y te respondes que estabas distraído en las cosas secundarias de la vida, tal vez con un malestar confuso por miedos, agujeros negros, heridas, inseguridades, deseos incumplidos, palos de la vida...
Instantes después vuelves a la vida-vida más alegre, más atento y dispuesto a dejar espacio -dentro de estas cosas secundarias y cotidianas de la vida- a cosas grandes, a ideales. Quizás, desde hace tiempo, buscabas la respuesta en las abstracciones del pensamiento cuando, ¡zas!, llega un tío con un plato de paella y caes de nuevo en el mundo de lo genuinamente humano.
Y puedes seguir tirando del hilo porque entonces miras a tu alrededor y al preguntarte de qué viven los que rodean - hijos, amigos, compañeros, el del bar, tal vez tu amante, los de la calle, los políticos...- te nace una tristeza porque, tal vez ellos, no conozcan esto que tú ya sí conoces y que tantas veces se te olvida. Esto hay que contárselo a todo el mundo - piensas- ¡y surge la misión!
Y así tirando de estos encuentros ¬-microencuentros los llama un amigo- la vida se renueva cumpliéndose a la grande. Es entonces cuando te puedes ir, agradecido, de todo lo que han visto tus ojos.