De este agua no beberéRafael González

Esa vileza tan nuestra

Actualizada 07:34

Decía Juan Soto Ivars en una reciente entrevista en el suplemento cultural de El Español, con motivo de su último libro 'La trinchera de las letras', que «(Pedro) Sánchez puede salir a la calle a disparar a personas al azar y le seguirían votando». Fue el titular de esa entrevista, por supuesto, pero sobre todo resultó uno de los mejores análisis sobre qué es España hoy y cómo son muchos españoles. Me ha venido esa frase a la cabeza tras la última prebenda ofrecida por el Constitucional (de Sánchez) ejerciendo un papel que judicialmente no le corresponde y perdonando a los artífices del caso ERE andaluz sus condenas, o rebajándoselas. La variable Soto Ivars entra cuando recuerdo, recordamos muchos, cómo los mismos andaluces a los que les robaban los socialistas votaban al PSOE. Les daba absolutamente igual. Así fue durante muchos de los casi cuarenta años en los que hicieron de esta tierra un cortijo, algo posible no solo por las redes clientelares sino, reconozcámoslo, debido la vileza de aquellos que prefieren que los suyos roben mientras no gobiernen los otros.

No hay más explicación en y para la democracia española que esas tripas negras, que no se quedan en esta tierra sino que son comunes al español estándar, sea este vasco abertzale, madrileño de Vicálvaro o de la Cataluña profunda.

Se avisa sobre la polarización con alarma y cierto pesimismo, pero no estamos asistiendo a algo que sea nuevo ni por supuesto, ajeno a todos nosotros. Hace un año sin ir más lejos muchos compañeros, sobre todo de Madrid, no daban crédito al resultado electoral con un Sánchez casi indemne a pesar de los muchos gestos bolivarianos, antidemocráticos y corruptos vividos, denunciados y publicados. Pero así son las cosas. En Andalucía tenemos varios máster al respecto.Y las elecciones europeas - en ese contexto salía la reflexión del columnista y escritor Ivars- han vuelto a poner de manifiesto que muchos españoles no tienen moral, ni escrúpulos, ni principios. Y que lo que no perdonan al otro al suyo se lo defienden, se lo jalean incluso. Lo aplauden. Y lo apoyan con su voto.

Es un veneno recocido, heredado de generación en generación, como aquellos nietos que sin vivir una guerra buscan huesos republicanos y escupen a los de los nacionales. Sus padres se han encargado de que el rencor anide en ellos, de que el relato sea único y parcial y de que no haya disidentes sino enemigos. Se habla ahora más del 36 que nunca, quizá porque estamos condenados a vivir en bucle en él. El espíritu es el mismo aunque más sofisticado por la tecnología de los tiempos y el paripé europeo. Pero aquí estamos, con la bilis a flor de piel, persiguiendo ultraderechistas, homófobos, constitucionalistas, y abuelos que pudiendo elegir quitarse de enmedio, incomprensiblemente, no optan por la eutanasia, como comentaba sorprendida hace poco una médico- ser- de-luz del progrerío, con esa vileza tan nuestra, tan española. Tan de estar en una terraza como si nada mientras se disculpa al corrupto propio, al terrorista reciclado, a la ruina que viene, y estás calladamente deseando que todos los que te caen mal sean fulminados por un ictus o enviados a la oposición para siempre.

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