Votáis mal
Resulta ciertamente llamativo que muchos colegas, que debieran estar por oficio y obligación al tanto de la actualidad, el domingo por la noche anduvieran preguntándose quién era el tipo ese que ha conseguido tres parlamentarios en Europa y que responde al nombre de Alvise Pérez. En algunos casos sospecho que ha sido la manera de justificar el ostracismo y ninguneo que por tacticismo y vergonzante obligación han mantenido respecto al sevillano, porque a poco que uno anduviera al tanto de las redes sociales, y no hay que estar necesariamente suscrito a su canal de Telegram, el fenómeno Alvise aparecía por una plataforma u otra, sobre todo en la últimas semanas, cuando los bots se han dedicado a sacarle trapos sucios que más que trapos eran un rascado de costra y poco más.
Durante la campaña Alvise Pérez se ha convertido a ojos de los escuderos pseudoanalistas mediáticos en una disidencia controlada para algunos, o un tapado del PSOE para dividir -aún más- a la derecha y en un enemigo público número uno para muchos que observaban en su atrevida candidatura cómo podía quitarle cuota de mercado.
Le ha ocurrido hasta a Vox, que ha visto amenazado su espacio antisistema - y el serio riesgo de perder cacho- y en algunos casos se ha comportado con la agrupación electoral (o como se llame lo de Alvise) como el PP se comporta con los de Vox, lo que recuerda por otra parte el título genérico de esta columna: nunca digas de esta agua no beberé.
Ahí ha brillado la principal habilidad de este sevillano al que han votado 800 mil españoles: ha dejado con el culo al aire a los que al final, por activa o por pasiva, por convicción o necesidad, viven de la política. Como él va a empezar a hacer ahora, no les quepa duda. El sistema está así montado, incluso para los que se presentan como antisistema sorteando el sueldo de Bruselas. Lo significativo es que desde el resto de partidos a los votantes de Se acabó la fiesta se les sigue tratando dos días más tarde como tarados, como la anécdota bizarra de la convocatoria electoral, como un atajo de descerebrados que, claro, votan mal.
Y ahí está el triunfo del populismo por muy corto que al final éste tenga el recorrido, y que no es otro que recoger a los damnificados de la soberbia, las prebendas, los privilegios y los sueldazos de la casta política sea esta socialdemócrata o antiglobalista. Gente que no es que vote mal, es que está cansada de trabajar para que les roben a base de impuestos, que ver mermados de forma constante su derechos cuando otros los tienen todos y encima les insultan porque no depositan la papeleta correcta. Todo ello de democráticas maneras, claro.