De este agua no beberéRafael González

Cervantes cordobita

Actualizada 05:00

Justo en la semana en que el autor semariliense Rafalcor había adquirido carta oficial de naturaleza como creador de contenidos útil, llega un profesor de Derecho Civil de la Universidad de Sevilla y le roba protagonismo y cordobesía al muchacho por mor de Cervantes. Los curiosos hilos del destino son insondables.

Nuestro profesor sevillano, José de Contreras, ha liado un taco, ha montado una viralización sin pretenderlo (probablemente) y ha puesto los patios del revés con su descubrimiento: un documento que acredita la naturaleza cordobesa de don Miguel de Cervantes y Saavedra, lo cual no sé yo si eso es bueno para Cervantes visto lo visto por mis ojitos durante los últimos 55 años en esta bendita tierra.

Aparte de la viralización ya referida, en estos tiempos de periodismo replicante y scoops urbanísticos, la hipótesis del señor Contreras ha despertado al cordobés herido que muchos llevan dentro. Ese que se siente agraviado por Sevilla sobre todo y ninguneado por otros cordobeses más habilidosos o peñistas (la gran mayoría). Así, en estos cervantinos días se ha recordado que esta es teoría vieja y trabajada como ha referido el presidente de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, José Cosano, que ha vindicado la figura del archivero José de la Torre y del Cerro, que fue quien «investigó y sacó que, al menos, el abuelo» de Miguel de Cervantes Saavedra «era cordobés». Don José de la Torre se dejó sus pupilas de archivero escudriñando documentos y descubriendo tesoros pero es ahora cuando muchos cordobeses se enteran de su existencia. Además de los artículos dedicados a su figura , entre ellos de Cosano, conviene señalar aquí que la Universidad de Córdoba publicó en 2017 un libro titulado «El maravilloso universo de un archivero» como homenaje a José de la Torre, escrito por Alicia Córdoba Deorador, María del Mar Ibáñez Camacho y Antonio Díaz Rodríguez. Un colegio público en el barrio de El Naranjo también lleva su nombre.

Quiero decir con esto que la paradoja está servida ya que el supuesto origen de uno nos ha servido para descubrir a un cordobés de nacimiento mayormente desconocido para los creadores de contenido y la cordobesía en general, lo cual no deja de ser muy autóctono e idiosincrático. Conviene recordar, así mismo, que Séneca no nos hace estoicos y ni tan siquiera senequistas. Que Cervantes haya nacido en Córdoba no significa que sus recientes e hipotéticos vecinos hayan leído El Quijote. En realidad aquí se lee poco aunque la Feria del Libro haya colocado un año más a los leídos oficiales, que son los peritus Cordubensis de siempre.

El posible Cervantes cordobés también ha animado el cotarro dando fuelle a los pecados clásicos, tan humanos y entrañables, y por eso enseguida ha habido quien desde la autoridad catedrática de sus investigaciones o no ha desmentido rápidamente y de manera iracunda al profesor sevillano, un gesto reactivo que nos parece mucho más interesante que el recuento diario de visitantes a los patios. Si el debate va por ahí y adquiere altura, igual el Cervantes cordobita nos salva de los creadores de contenido. Y propongo desde ya que la estación de autobuses lleve el nombre de don Miguel, el nuevo cordobés, porque la de trenes, como saben, nos la han anguitanizado.

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