El perol sideralAlfredo Martín-Górriz

Apresúrense a ver el Bulevar del Gran Capitán

Actualizada 09:33

A pesar del calor, una de las ventajas del verano de Córdoba reside en un fenómeno prácticamente excepcional, por efímero: la posibilidad de ver el Bulevar del Gran Capitán. Al menos en un considerable porcentaje. Esta parte de la ciudad se encuentra habitualmente sepultada bajo todo tipo de puestos de ferias, tenderetes, casetas de actividades e incluso atracciones infantiles. Hay cordobeses adultos que jamás han visto este paseo, pues cada vez que se aproximan al centro lo encuentran bajo una capa protectora, ora de la Feria del Incunable Xilográfico, ora de las Jornadas de los Derviches Giróvagos. En ocasiones se suceden encuentros diferentes, cambiando el logotipo y la persona que preside sonriente la garita, en un continuum que no tiene otro objeto que mantener ese recubrimiento.

En los últimos años se ha añadido un nuevo tipo de manto para ir soterrando el bulevar: las estatuas. Y así tenemos ya una escultura donde un individuo lee un diario y otro busto dedicado a Antonio Gala, con la ventaja de que son instalaciones permanentes que van comiendo el terreno sin prisa, pero sin pausa. De esta forma, la calle inaugurada en junio de 1907 va desapareciendo bajo un estrato superior, curiosamente como lo hicieron los restos arqueológicos encontrados a mediados de los años 80 cuando se iba a construir un aparcamiento subterráneo.

En aquel entonces, Julio Anguita ordenó tapar aquello con el propio Bulevar, en una operación que llamó pomposamente Valquiria, imaginemos el momento de tormenta de ideas para escoger el nombre. Curiosamente, y sin que ningún dirigente lo mandase directamente, aquella tendencia debió dejar algún tipo de poso espiritual en el ambiente, porque desde entonces todas las corporaciones locales han tendido a favorecer la desaparición también del paseo, como si su propio piso no fuera suficiente para proteger aquellos hallazgos históricos y se necesitase más. O como si algún tipo de conjuro o sortilegio hubiese surgido de la ciudad antigua que habita el subsuelo.

Y así, continua a lo largo de las décadas la segunda operación Valquiria, en la que la explotación del Bulevar por parte del Consistorio parece dejarlo bajo un carrusel de barracas, pistas de patinaje o incluso norias.

NIÑO: ¿Esto qué es, papá?

PADRE: El Bulevar, hijo, pasamos por aquí muchos días para ir a ver a tu abuela.

NIÑ0: Pero ¿cuándo lo han abierto?

La entrañable escena anterior se da a veces en los veranos de los últimos años, cuando algunos cordobeses, sorprendidos, descubren al menos parte del Bulevar, acaso un porcentaje entre 72 y el 84%, lo máximo que se puede ver.

PADRE: Mira, ya están instalando algo.

NIÑO: ¿Qué es papá?

PAPÁ: Aquí lo pone, al lado del logotipo. La XXIII Expo de Globoflexia Andalusí Hortícola del Guadalquivir.

Apresúrense a ver el Bulevar del Gran Capitán. Sí, hace calor; sí, también le pueden estallar a uno los tímpanos a causa de las versiones de algún músico ambulante empecinado en dedicarse a esa labor creativa cuando quizá tuvo que optar por otro campo laboral, pero hasta el próximo verano no habrá una nueva oportunidad. Pronto, en septiembre, este paseo volverá a quedar oculto, acaso bajo el VI Encuentro de Probadores de Toboganes Acuáticos o la II Feria de Alpinistas para Parques Eólicos. ¡Apresúrense!

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