Lo humano, siempre lo humano
Desde que Dios eligiera lo humano para manifestarse y dar a conocer la verdad, este método no ha hecho más que coger más y más relevancia en la historia de nuestra humanidad.
Frente a él mucha gente toma la posición del gran inquisidor, tal y como sucede en el quinto capítulo de Los Hermanos Karamazov, de Dotstoievsk, cuando el gran inquisidor entra en el calabozo y, en un largo monólogo, acusa a Jesús de no tener derecho a volver a la tierra y «perturbar el orden» que la Iglesia Católica Romana había establecido durante mil años.
¡No es para menos! Es vertiginoso. Este método, que se caracteriza por la libertad, escapa a toda medida tomada de antemano ¿Y no va Dios y elige éste entre otros, mil veces más eficaces? Todos hacemos fatiga. Quizás más dentro que fuera de la Iglesia pero eso es sólo porque lo veo desde mi prisma, una vida que jamás ha salido a darse una vuelta fuera de estos muros con tanto moho y antigüedad como tienen estos de la Iglesia. Ya sabemos que extramuros hace un frío gélido para el alma.
Eso no quita para poder darle juntos una vueltica y aclarar algo las pocas ideícas que tenemos.
Lo primero de todo es saber que escoger este elemento tiene su riesgo. Dios, Cristo, lo corrió. «Y así le salió» - dicen algunos.
Afirma el gran libro Liderazgo de los jesuitas de Chris Lowney que, de las cien compañías más grandes de los Estados Unidos en 1900, sólo dieciséis subsistían al finalizar el siglo XX. El motivo: aversión al riesgo. Cuando hemos tenido éxito de ahí no se mueve nadie.
Benedicto XVI decía en su encíclica Spe Salvi: «Ante todo hemos de constatar que un progreso acumulativo sólo es posible en lo material. (…) en el ámbito de la conciencia ética y de la decisión moral, no existe una posibilidad similar de incremento, por el simple hecho de que la libertad del ser humano es siempre nueva y tiene que tomar siempre de nuevo sus decisiones. No están nunca ya tomadas para nosotros por otros»
No hay manera de saltarse el método. Uno de mis artículos de prensa preferidos titulado «En busca del sentido perdido» lo escribió Adam Michnik, uno de los líderes del sindicato polaco Solidaridad, en septiembre de 2005, recordando los 25 años. -,en agosto de 1980-, en los que Polonia cambió la faz del mundo provocando el inicio de una revolución inédita sin derramar una sola gota de sangre. En él se quejaba de la situación actual de Polonia 25 años después: «Hace 15 años, con la caída del comunismo terminó la lucha por la libertad, aparecieron las divisiones y comenzó la lucha por el poder. (…) El altruismo heroico desapareció, reemplazado por el egoísmo más brutal, la insolencia y el descaro. Hoy es más eficaz engañar que decir la verdad. No puede extrañar que la gente que entregó sus mejores años a la lucha por una Polonia mejor se sienta frustrada».
Una joven amiga que ha dejado su gran carrera profesional en el mundo del marketing por una accidentada y humilde carrera en lo social, trabaja en una casa de recuperación de mujeres que han sufrido maltrato sexual. Ella cuenta que hay una rotación brutal, la mayoría no duran ni un mes. Cuando intenta hacer algo (humano) con ellas -como sacarlas de paseo o hacer algo sencillo-, todo son limitaciones. ¿El motivo? Las monjas creen que podrían abusar de ellas. Y emerge la aversión, el miedo al hombre ¿Es la solución aislarlas para evitar el daño que puedan hacerlas? Volvemos a condenar a Jesús por hacernos libres. No entendemos que es también lo humano la respuesta a través de la cual pasa la curación de las heridas.
Es por tanto vital, esencial, hacer todo un trabajo de atención sincera, de mirada limpia, inteligente, mordaz, astuta, crítica sobre este elemento. Es un trabajo que no se le elimina a nadie, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Sucede que en sistemas fuertes y poderosos, que en sus inicios generaron una gran adhesión, la tentación es más fuerte. Depositan sobre la estructura la confianza y es entonces donde aparecen los abusos, la distorsión, el fracaso y lo deshumano.
Lo que en el tiempo fue bueno no tiene porque serlo ahora. Depende de lo humano y, como decía Benedicto XVI, esto cambia, varía, y está tentado de sucumbir a lo inhumano cuando se hace poderoso y empieza a tener que defender algo, un grupo de gente, una organización, el éxito. Se puede volver malévolo.
Nos toca en cada tiempo dar juicio, valorar las organizaciones, no por lo que dicen que son, si no por cómo son. Y no de una vez para todas, sino en constante dinamismo. Los sitios que sucumben a la tentación del poder, de ahogar lo humano, el talento, porque ya no les sirven, antes o después desaparecen. Es tremenda esta frase de Curtis Yarvin «No creen en nada, a menos que sea útil. Nada es útil, a menos que los haga poderosos»
Cuidado con vender el bien cuando es egoísmo y narcisismo puro como esta cita del Breve relato sobre el Anticristo de Soloviev: «Conozco bien la diferencia entre el bien y el mal. El bien es cuando soy yo el que me llevo las mujeres y las vacas de los demás, el mal es cuando se llevan las mías».
Si nos replegamos y no queremos saber nada de lo humano, que es la respuesta que parece más sensata en los tiempos que corren, nos perdemos lo mejor, como las monjas con las protitutas: ver de nuevo el florecer.
Acabo con un pequeño ejemplo que me contaba un amigo. Estaba en el gimnasio pedaleando cuando de forma improvisada intercambia unas palabras con el colega de esfuerzos de al lado. Un tipo duro, todo tatuado y más fuerte que Tarzán, que le acaba confesando que está de baja por depresión, que apenas duerme unas horas y que no puede más con la vida. Mi amigo, tímidamente, le cuenta lo que él hace cuando pasa por estos periodos y le habla de Dios. La semana siguiente, vuelve a ver al cachitas y este le comenta -por lo bajini- que después de hablar con él se fue a misa y que ha dormido como los ángeles de Charlie….
Lo humano, siempre lo humano. Pero hay que saber dónde.