Por derechoLuis Marín Sicilia

Los tontos útiles

Actualizada 07:39

El presidente del Gobierno, aparte de autoritario, es un ineducado. Anteayer se despachó calificando algunas preguntas de los periodistas como valorativas, con su habitual conducta de no contestar a lo que se le pregunta. Ni contesta a la oposición en el Parlamento, ni contesta a los jueces sobre su conducta y la de sus familiares en determinadas y graves cuestiones, ni contesta a la prensa cuando pone en entredicho manifiesto su permanente cambio de opinión para dar satisfacción a sus compañeros independentistas. En cualquier caso sería igual porque su palabra no tiene valor y la mentira es su norma de conducta.

El pacto suscrito con quienes no quieren ser españoles, a cambio de que el socialista Illa sea presidente de la Generalitat, es la última fechoría de quien no tiene principios ni valores y al que un partido socialista que ha perdido su razón de ser para la igualdad y solidaridad de los españoles, mantiene al frente de su organización sin otra posible contraprestación de que sigan gozando de los presupuestos y las prebendas que el líder bananero distribuye entre su masa de aborregados.

En el colmo de esa enésima rendición ante el último chantaje separatista de ERC, se dice que los socialistas no discrepan públicamente porque esperan que su jefe engañe a los insurgentes: ¡Triste pensamiento ayuno de dignidad y vergüenza! Esos insurgentes que primero indultó, luego liberó del dinero malversado, después suprimió la sedición del código penal para que pudieran repetir la asonada impunemente, luego los amnistió y hoy les facilita, de modo directo e indirecto, la apropiación del dinero del que se priva al resto de Comunidades Autónomas. Esa es la normalidad a la que Sánchez ha devuelto a Cataluña: la de una rendición, que no tendrá fin, ante unos xenófobos que insisten en que todos las anteriores rendiciones de la dignidad nacional no culminarán hasta conseguir la independencia que es su meta indeclinable.

Hace tiempo que prestigiosos intelectuales de la izquierda catalana venían advirtiendo de que el PSC era un instrumento al servicio del separatismo, disfrazado de cierta moderación en las formas pero jugando al unísono con sus planteamientos. «Los testaferros del separatismo» fue el título de un artículo que hace años escribí sobre el particular. Y no conviene olvidar que fue con un PSC en la Generalitat con lo que se inició el desafío que culminó el proceso independentista. Ni tampoco, cómo gran parte de los parlamentarios socialistas catalanes se abstuvieron o ausentaron a la hora de aprobar en el Senado la aplicación del artículo 155. Alfonso Guerra ya intuía todo lo anterior cuando mostró, en los primeros años de la Transición, la inconveniencia de que el PSOE no operara en Cataluña, integrando a su organización en el actual PSC. Los suministradores de votos eran los seguidores del PSOE, los beneficiarios del poder los catalanistas burgueses como Maragall y compañía. En otros tiempos, a esta gente les llamaban los tontos útiles.

Tontos útiles son hoy tantos y tantos socialistas que, por un miserable plato de lentejas, están permitiendo que un autócrata bananero, ambicioso y sin principios, esté llevando a la izquierda, otrora socialista y española, hacia una deriva donde los principios que justificaron su fundación, al servicio de la igualdad y la solidaridad, se puedan buscar en cualquier otra formación menos en la que lleva las siglas del llamado Partido Socialista Obrero Español. Si les quedara un átomo de dignidad y se confirma el último chantaje, les faltaría tiempo para provocar el cisma partidario sí echar al rey de la mentira fuera misión imposible. Porque, que nadie se engañe: construir un muro para enfrentar a medio país con el otro medio, invadir las instituciones y controlar a la justicia y a la prensa fue el camino que impuso el chavismo para perpetuarse en el poder. Y ese camino hace tiempo que lo inició Pedro Sánchez. Que nadie se llame a engaño. Por eso Zapatero es el mejor aliado de Maduro y la izquierda radical española ha sido la única autorizada para asistir a las ultimas elecciones venezolanas.

Las organizaciones políticas suelen degradarse gracias a la connivencia indolente de unos pocos tontos útiles que, cuando quieren reaccionar, si es que lo hacen, corren el riesgo de llegar tarde para la permanencia de la propia organización. Es lo que está ocurriendo con el PSOE de Pedro Sánchez.

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