El rodadero de los lobosJesús Cabrera

García Baena vuelve a la Diputación por Navidad

«Estas campanitas son a la vez exornos inéditos y señas de identidad de una ciudad que, cuando quiere, sabe ser más exquisita que muchas»

Actualizada 04:30

La relación de Pablo García Baena con la Diputación Provincial fue fructifera durante un largo periodo de tiempo. Esto hizo que la institución se fuese empapando de un estilo inconfundible del que se conservan numerosas huellas. Lo mismo que en la zona más noble del Ayuntamiento el poeta está presente en el repostero con el escudo de Córdoba que hizo en tiempos de Antonio Cruz Conde, en el antiguo convento de la Merced también se puede encontrar su rastro.

Colaboró con Juan Bernier en la elaboración del Catálogo Artístico y Monumental de la provincia, una obra titánica en tiempos carentes de autovías y de internet, y plagados de recelos en curas y monjas para enseñar las piezas más valiosas de iglesias y coventos. Este trabajo se podría considerar hoy como un máster en conocimiento de un patrimonio que no sólo le fascinaba, sino que llegó a memorizar con fidelidad fotografica y que luego recordaba con total humildad.

Cuando Rafael de La-Hoz acometió la restauración de la capilla de San Bartolomé por encargo de la Diputación volvió a llamar a Miguel del Moral para que participara en volver a dar vida a las yeserías y las pinturas. El pintor de la calleja de la Hoguera contó con la ayuda de su círculo más cercano, con Pablo y Rafael Cantueso, que reprodujeron en el nicho las estrellas de ocho puntas de la Capilla Real de la Catedral y que hoy muchos consideran originales de época.

Del Moral restauró también el ciclo pictórico de Cobo de Guzmán y ahí estaba Garcia Baena, como también estaba desde la sombra en todo aquello que tenía que ver con el patrimonio artístico de la institución.

A finales de la década de los 60 acometió Rafael de La-Hoz la restauración del viejo convento, hasta entonces Hospicio Provincial, para la conversión del inmueble en la sede de la Diputación, que con todo desacierto se rebautizó como Palacio de la Merced. El genial arquitecto, del que ahora se cumple el centenario de su nacimiento, rehabilitó el viejo caserón para su nuevo cometido y lo amplió por la zona norte para darle el aspecto que conocemos en la actualidad.

A la hora de actuar en la fachada, se descubrió que bajo innúmeras capas de cal aparecía una policromía que enlazaba directamente con otras conservadas hasta la actualidad, como las del museo Julio Romero de Torres, el claustro de Madre de Dios, el del colegio de la Piedad o el patio del Archivo Provincial, entre otras.

La polémica estaba servida: se recuperaba el marmorizado o se volvía a blanquear todo. El debate fue de aúpa y Pablo terció en el mismo en defensa de devolver el colorido de antaño a tan noble inmueble. En un artículo hizo la mejor descripción hecha del convento de la Merced al señalar que con su histórica policromía es la «capitular miniada» de la ciudad.

Como se ve, la presencia de García Baena es constante en estos muros y ahora, en estas fechas festivas, lo es aún más gracias a un sutil detalle en los árboles de Navidad como es la recuperación de las campanitas de barro -sí, las de la Fuensante- como elemento decorativo.

Campanita de barro dedicada a Pablo García Baena en el árbol de Navidad de la Diputación

Campanita de barro dedicada a Pablo García Baena en el árbol de Navidad de la DiputaciónLa Voz

Esto lo saben bien en Bodegas Campos, donde estas campanitas son a la vez exornos inéditos y señas de identidad de una ciudad que, cuando quiere, sabe ser más exquisita que muchas.

Por esto, ahora es momento de disfrutar de las vísperas navideñas en la sede de la Diputación, donde esas campanitas de barro son el elegante homenaje a quien siendo tan grande sabe estar condensado en este modesto elemento que luce en una casa que no le es, en absoluto, ajena.

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