Aventuras en un sancheskiÁlvaro García de Luján Sánchez de Puerta

Se dice 'Andalusian Crush', cateto

«Que vale, que a mí también me gusta Pearl Jam»

Actualizada 04:30

Solía dar clases en verano de recuperación de inglés en la Academia Roma: refugio y maravilla de cateados, gamberros trapicheando de buen corazón, pillos mal considerados e hijos de clases medias venidas a menos. La Academia Roma estaba en Ciudad Jardín. La Belfast norirlandesa de los primeros noventa tal vez se nos acercara.

Entre todos los que recuperábamos aquellas asignaturas del BUP y COU de colegios concertados y no, de mil barrios, sumábamos un millón de cates. Los veteranos que llevábamos cursos y años de clases de recuperación de verano la llamábamos «la Roma»: aquella trinchera de ovejas negras de clases medias. De cuando el tráfico de apuntes en los baños de colegios y academias, y las noches de insomnio estudiando Historia a base de katovit.

La familia quedaba lejos aquellos veranos de academia de recuperación, en un pisito alquilado -si eso- de Fuengirola o Cádiz. No éramos panolis del todo o, al menos, eso creíamos. Posteriormente, con los años, fracasé en cien academias consecutivas de inglés de todo pelaje.

Y hete aquí, que desde hace varias semanas, entre anuncios de lencería femenina sostenible y neumáticos de repuesto reciclados, estamos sufriendo una campaña de turismo ideada por la Junta de Andalucía alrededor de un anuncio-videoclip titulado, agárrense los machos, «Andalusian Crush-the surrender». Así, sin inmutarse, en inglish-pitinglish. Viene a traducirse -en lengua cateta- algo así como enamoramiento andaluz, flanqueado por un viaje interior al alma de nuestra tierra y una fusión con el ente extrasensorial de Andalucía que ya quisiera para sí mismo el vecino que le pega al peyote.

Lo curioso del caso es que los destinatarios somos ustedes y yo: lo mismo un vecino de La Carlota que otro de Alcaracejos. Pero hombre -me reprocharán los más cosmopolitas- el inglés es el idioma del momento, del futuro, hay que modernizarse e integrarse en la globalización. Cuando quieren decir, en bajito, en la implacable sumisión cultural a la «anglosfera». Que sí, que yo entiendo que si este anuncio va dirigido a un señor de Alabama con camisa de leñador o a un joven adinerado disfrazado de jipi del barrio londinense de Portobello, pues mire. Envíeselos a ellos, no a nosotros, los catetos, diantre.

Porque en el fondo lo que subyace es la mencionada sumisión a ese orden internacional -en crisis geopolítica eso sí- liderado por países anglosajones que curiosamente mantienen una colonia en nuestra tierra, nos mantienen pisoteados en el plano internacional y tienen palmeros en fundaciones y en más de un medio de comunicación. Que vale, que a mí también me gusta Pearl Jam.

Consideran nuestros mandamases autonómicos -porque, aunque usted no lo sepa, es un cateto para ellos- que no se pueden dirigir a usted en un correcto español sino tal como si nosotros, infelices catetos, nos encontráramos en una sala o pasillo del The Metropolitan Museum of Art de Nueva York o en la butaca de un musical de Broadway.

No son los únicos en protagonizar todo este disparate, desde luego: desde promociones inmobiliarias con sede social en el barrio de Cañero que se hacen llamar «Homes» a panaderías y tahonas de barrio de toda la vida de telera y manoletes que ahora se hace llamar «bakery». Nos estamos volviendo locos, muchachos.

Los gerifaltes andaluces del llamado Régimen del 78 no deben tener un buen concepto de usted, cateto. Deben creer que su vida es poco más apasionante que una concentración motera. Así, en el próximo BOJA saldrá un proyecto no de ley para llamarle cateto. Así, a la cara y con el pulgar para arriba. Si hiciera falta, hasta con un emoticono.

Y ahora -parece apremiarnos Juanma Moreno desde San Telmo- cantemos todos los catetos juntos aquello de: «La gallina Turuleca ha puesto un huevo, ha puesto dos, ha puesto tres…». Pero traducida al inglés, que queda más moderno, cateto.

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