Aventuras en un sancheskiÁlvaro García de Luján Sánchez de Puerta

Ya no quiero un 'loft' en Cruz Conde

«Hace un tiempo -poco, la verdad- abandoné los afterhours del polígono de Chinales y no me gusta esta nueva Navidad»

Actualizada 04:30

Espectacular. Nunca vi nada igual. Le da vida y color al Centro, tío. Genera pasta gansa. Mira cuánto guiri. Es tan guay. Está guapo, eh. Abruma. Esto es algo como del extranjero, bro. Abrígate nene, que vas a coger una pulmonía. Mira, mira, mira. Hagámonos un selfi, Mari.

Estas y otras muchas más son las reacciones que el pretencioso y estridente pasillo de luces de neón con villancicos en inglés que nadie entiende, e instalado por Navidad año tras año en la calle Cruz Conde, ha cosechado este año entre algunos de nuestros conciudadanos. O.congéneres. O congéneras. Es que me pierdo. Ilumíname, Juanma Moreno, tú que controlas.

En mis ratos de asueto, que son muchos, señora, suelo pillar mi vespa pk y viajo por los barrios de Córdoba. Allí, busco cualquier excusa para entrar en una mercería -en Santa Rosa, por ejemplo- a comprar un par de botones que no necesito solo por el placer del vislumbre, o en una papelería para comprar un innecesario pero fascinante sacapuntas -ya voy por dos docenas-, o en una tasca de viejos parroquianos de medio interminable y mirada aviesa, y chino jugando a las tragaperras. Ya sé, mi madre, con razón, está preocupada. Pero, no sé, así soy feliz.

Soy un tipo algo reaccionario -¿eh? ¿qué ha dicho?- para los cánones de mi generación. Me gustan las orquestas de verbena de verano en plaza de pueblo y los bailes agarraos con mujeres de mirada cándida y bolero de fondo. Hace un tiempo -poco, la verdad- abandoné los afterhours del polígono de Chinales y no me gusta esta nueva Navidad.

Al contrario que muchas familias jóvenes de mi quinta que huyen despavoridas a las nuevas urbanizaciones de las afueras con pistas de pádel, césped de mentira, piscinas tipo tamaño estanque roto de la Estación, gimnasios para combatir el sobrepeso, tarimas para practicar jiu-jitsu, y salitas encantadoras para que a jóvenes madres con mechas les hagan la pedicura, yo preferí otra cosa. El mindfulness se paga a parte, lleva recargo. Aunque aquello fuera un mundo por descubrir, dicen, yo elegí el lado equivocado.

Porque hubo un tiempo, hasta hace poco, en que soñé con tener, algún día, un chabolo en la calle Cuuz Conde donde ver, a modo de tradición navideña, Plácido de Berlanga o El Día de la Bestia, clásicos imperecederos por Navidad. Ya saben. Así, tranquilo. Quizá, no crean, con una chavala. Y con Dios. Pero los actuales -¿ha cambiado algo desde el 78, oiga?- mandamases de nuestra Casa Consistorial siempre tuvieron otros planes para mí. Porque tuvieron a bien arruinar mi pequeño sueño de clase media depauperada. Qué manía, leches. Y ya van unos cuantos.

Nuestros máximos representantes consistoriales han decidido trasladar los puestos de venta de figuritas del Belén al exilio en El Higuerón y las churrerías ofrecen porras veganas. No sé. En cambio, nos ofrecen enormes figuras desproporcionadas de horteras papanoeles gigantes que amenazan nuestra integridad física en las antaño encantadoras plazas y bulevares cordobesas, cuando no mastodónticas pistas de patinaje sobre hielo que salen a nuestro encuentro aunque, eso sí, aquí lleguemos a los veinte grados en diciembre y nieve -un poquito, si eso- dos veces cada cien años.

Botarates con un criminal gorro de Santa Claus sobre sus desoladas testas, no lo duden, les felicitarán las fiestas con un inconfundible Feliz Solsticio de Invierno. Al tiempo.

No, he decidido que ya no quiero un pequeño apartamento, ni un ático bohemio, ni un desvencijado loft en la calle Cruz Conde donde recibir a mis amigos canallas y a mis múltiples acreedores como solo ellos se merecen. Algo así como el sueño de parecerme a aquel inquilino soltero del ático de la historieta Rúe del Percebe 13 del gran Ibáñez.

No, ahora lo sé, a lo que aspiro es a un bajo en Alcolea. Allí tienen su casa. Entrando a mano derecha. Y no hagan ruido cuando entren. Hay gente durmiendo.

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