La mananta de Puente Genil

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Mananta: una pasión por y para vivir

Puente Genil cuenta los días hacia la Semana Santa, la cita más esperada del año por sus vecinos y por los que emigraron y tienen una razón para volver

«Y abrazaré los amigos que antaño dejé». Pisar las calles de Puente Genil durante la Semana Santa permite a todas las almas cofrades del municipio unirse en torno a una pasión llamada Mananta. Esa a la que se suman con fuerza los pontanenses que residen lejos de la localidad y que guardan su vínculo con un pueblo al que vuelven cada año en estas fechas porque acumulan muchos motivos para ello.

Las cofradías y hermandades son la custodia de un sentimiento que va más allá para las personas mananteras que pertenecen a alguna corporación bíblica. En Puente Genil hay más de 60 asociaciones cívico-culturales en las que un grupo de hermanas o hermanos se reúne para vivir la Semana Santa como el culmen a una Cuaresma que brinda a quienes las viven momentos de unión, fraternidad, hermandad, emoción y pura amistad.

De hecho, fue Francisco Manuel Pérez Márquez en el año 2014 quien antes de finalizar su pregón dijo: «De todas las cosas que nos hacen felices, la Semana Santa es la mejor porque nos hace felices a todos a la vez». Una frase que se justifica desde el Viernes de Dolores con la Reina de los Mártires, y desde el Sábado de Pasión cuando Nuestra Señora de la Guía pone sus pies bajo el Santuario de la Concepción o, una vez de regreso en su templo, miles de personas bajan en masa por Calzada, Borrego, Romero o Cuesta Vitas hasta llegar al barrio de la Isla. Allí, la fría noche propia de un lugar cercano al río Genil compunge los corazones de quienes contemplan el solemne paso del Cristo de las Penas portado por una elegante cuadrilla de costaleras y el de la Reina de los Ángeles.

Con el suficiente descanso físico y con el ánimo exultante, el Domingo de Ramos irrumpe con la procesión matinal de la «Borriquita» y la Virgen de la Estrella. Estación de Penitencia en la que, tras ella, las corporaciones bíblicas abren sus puertas a sus hermanas y hermanos para celebrar almuerzos de hermandad que finalizan con la séptima y última subida al Calvario para escuchar el Miserere y el Stabat Mater que interpreta la Escuadra Tabaco del Imperio Romano. Ver esta plaza llena de personas te permite ver que ha pasado un año desde la última Semana Santa, pero que no ha pasado ningún tiempo. Las saetas cuarteleras, los cánticos coreados, o las uvitas exaltan y alegran el cielo desde la misma tierra.

El Lunes Santo inunda las calles de personas que salen a ver a majestuosos pasos como el de la Santa Cena o la Virgen del Amor, donde en su itinerario la subida a la Cuesta Baena es magia bajo la trabajadera al son de las notas de marchas como Alma de Dios. Y el Martes Santo es sencillamente espectacular con las estaciones de penitencia del Señor de los Afligidos, Nuestra Señora del Rosario, el Cristo del Calvario o la Virgen del Consuelo que pone su punto y final con el solemnísimo Vía Crucis del Cristo del Silencio.

El Miércoles Santo es el abrazo en la calle. El guiño mutuo del Santuario de la Concepción a la Iglesia de la Asunción. Es el sentimiento que brota por cada esquina y en cada cuartel, que se convierte en un museo con las figuras bíblicas como razón de peso e indiscutible para conocer las entrañas de los templos de la amistad. Mientras los pasos del Señor del Lavatorio, Jesús en el Huerto, y la Virgen de la Victoria abren un día excelso, Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y la Virgen de la Amargura aguardan su salida a la calle mientras un sinfín de túnicas negras de rebateo, capillos de colores, y alpatanas comparten sentimiento en torno al Compás del Coro. Plaza que se convierte en un corazón ferviente que congrega a todo un pueblo que reza cantando Recuerdo en el encierro de la Virgen de la Amargura.

Puro amor fraterno de Jueves Santo es el que se traduce en hermandad y emociones fuertes entre las cuatro paredes de los cuarteles. Un abrazo a la tradición que cobra mucho sentido con los primeros desfiles de figuras bíblicas en las calles de Puente Genil, con el paso del Imperio Romano a ritmo de pasodoble, y con las imágenes de Nuestro Padre Jesús Preso, Nuestra Señora de la Veracruz, el Señor Amarrado a la Columna, o la de la Virgen de la Esperanza. Puente Genil luce elegante y señorial por cada rincón mientras la cuenta atrás en la Pasión y Muerte de Jesús avanza sin tregua.

El manantero sueña despierto y vive de verdad cada Viernes Santo junto al amo de «toas» las cargas. El Terrible. Jesús Nazareno ejerce su patronazgo al lado del Cristo de la Misericordia y la Virgen de los Dolores en lo alto de la Plaza del Calvario al alba, que abre paso al amanecer con los acordes de La Diana entonados por la Escuadra Tabaco del Imperio Romano. Procesión solemne donde las haya, miles de pontanos alumbran al Señor y decenas de figuras bíblicas realizan sus reverencias al Nazareno en la calle Santa Catalina, después de la cual aguarda la Plazuela de Lara con icónicas saetas. Momentos únicos y especiales en los que un pueblo hace memoria. Somos como somos porque fueron como fueron.

Imprescindible se torna ver la procesión del Viernes Santo en Don Gonzalo, Plaza Nacional, y su paso por el Puente de Miragenil tras la representación de la sentencia a Jesús. A las cofradías les espera un regreso al templo con todo un pueblo en la calle mientras, desde el cielo, también se asoman los hijos de Puente Genil. Con el corazón fibrilado, la procesión del Viernes Santo Noche es la de recogimiento, la de la intimidad, una oportunidad para que las mujeres y hombres pongan en el Cristo de la Buena Muerte, en la Virgen de las Angustias, en San Juan Evangelista o en la Virgen de la Soledad sus preocupaciones. Nada tiene que ver un Demonio y una Muerte personificados que conviven con una Estación de Penitencia en la que también son imprescindibles los tambores roncos de Los Apóstoles, el trípili a San Juan, o los cánticos y saetas a la Madre de la Isla.

El Santo Sepulcro y la Virgen de las Lágrimas salen en la tarde del Sábado Santo junto a cientos de hermanos que acompañan a estas imágenes, junto a las que no faltan los miembros del Imperio Romano con sus penachos negros en señal de luto. Un luto al que le faltan apenas unas horas para dejar su sitio a la Alegría de la Resurrección. Al Domingo, al día en que Cristo vence a la muerte.

Tanto es así que las figuras convierten Puente Genil en una Biblia andante con su desfile perfectamente ordenado y organizado. La expresión de la fe con mayúsculas propia de un pueblo que vive estos días como lo que es. Su Semana Mayor.

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