El premio fue don Felipe

En la entrega de los galardones que llevan su nombre, Felipe González de Canales apeló a la valentía y la verdad ante los que mandan «más que el propio G-7»

Córdoba Actualizada 05:00

Felipe González de Canales

Felipe González de CanalesSamira Ouf Calero

La sexta edición de los premios Felipe González de Canales, cuya gala se celebró ayer en el Palacio Episcopal de Córdoba, reconocía de manera especial al presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, por varios motivos. El principal, según informó la comisión organizadora de los galardones, fue por el impulso de su partido político, el Partido Popular y Vox - alianza pre amnistía- de una Proposición de Ley destinada a la mejora de la ordenación de las zonas agrícolas del Condado de Huelva, que finalmente cristalizó en el denominado «Acuerdo por Doñana» , respaldado por la mayoría de los agricultores y que nos dejó una foto de consenso entre administraciones (Juanma Moreno y Teresa Ribera) frente al muro levantado por Pedro Sanchez ante el retroceso y la amenaza que representan para Su Persona los que no les bailan el agua a Puigdemont.

El segundo motivo por el que se galardonó al presidente de la Junta, según la preceptiva comisión organizadora, fue «por su gran defensa del conjunto del mundo rural y el medioambiente, frente a lo políticamente correcto». Ayer, en la gala de los premios que llevan su nombre, el políticamente incorrecto fue don Felipe González de Canales. O sea, que habló claro y sin componendas.

La sequía, el plan hidrológico y el miedo

Los 83 años de don Felipe subieron las escaleras hacia el escenario del salón de actos del palacio episcopal con la ayuda de un asistente. Una vez ante el atril, no necesitó ningún soporte porque, como aseveró el propio Juanma Moreno, «de cabeza anda fino». Don Felipe lleva papeles pero no los utiliza. Tampoco los pierde. Hizo uso de un gran sentido del humor para relajar a la audiencia y agradeció al obispo de Córdoba la brevedad en su bienvenida. Don Demetrio, elegantísimo, recibió en casa con un saludo corto y cariñoso, y cedió el protagonismo y el obispado («la casa de todos») a los galardonados.

Felipe González de Canales, ingeniero técnico agrario y agricultor de Bujalance, comenzó recordando la necesidad de un plan hidrológico nacional y a los catalanes que el Ebro no era suyo, por más que se empeñen. Hombre con quinquenios, volvió la vista hacia 1995, cuando la sequía «fue peor que ahora» y miró al 2023: le dijo a las autoridades allí presentes que en materia de infraestructuras hidráulicas «no se había hecho nada». Era el lamento de un hombre ante la pertinaz, pero sobre todo debido a esa mala costumbre de no aprender de los errores, algo que reprochó a los políticos. Y si la sequía es un gran problema, el miedo lo es mucho más.

«Entre el capitalismo total y el neomarxismo»

González de Canales acusó sin tapujos a aquellos que mandan «por encima» del Grupo de los Siete (G-7) y que, en este escenario internacional situado «entre el capitalismo total y el neomarxismo», se dedican a meter miedo a la gente. Ese miedo apocalíptico por la catástrofe climática que «más de seis mil intelectuales y científicos» han declarado con su firma «que no existe».

Plantarle cara al cambio climático y su relato. Felipe González de Canales lo hizo ante un presidente Juanma Moreno recién llegado de una cumbre climática en Dubai, lugar «contradictorio» para celebrar una reunión así, señaló el agricultor, porque el emirato si por algo es también «una megalópolis» es gracias al comercio de los combustibles fósiles. «¿Qué lógica estamos aplicando en esto?» se preguntó retóricamente don Felipe, que ya metido en faena giró el discurso hacia las energías renovables. El público podía adivinar que se acercaba otro anatema sostenible, como así fue cuando González de Canales puso en duda la utilidad de los molinos eólicos y las placas solares, e hizo una defensa sin ambages de la energía nuclear y la hidráulica, ambas «energías limpias».

El contradiscurso al relato oficial comenzaba a hacer efecto entre el respetable, que comentaba bajito «cuanta razón tiene», como el que se le escapa una palabrota y mira a su alrededor a ver si alguien le ha pillado. La espiral del silencio, que ya teorizó en los años 70 Elisabeth Noelle-Neumann.

La falta de mano de obra y de profesionales cualificados

No se quedó la cosa en las renovables. González de Canales denunció que «las ONG deciden lo que tenemos que hacer los demás, y sobre todo los agricultores». Puso en solfa la millonaria financiación de estos grupos, a los que definió como «los señores del medio ambiente, que son los que mandan», y achacó a la «falta de visión de Estado en España» estar al albur de las corporaciones supranacionales. En este sentido, el que fuera fundador del Centro Nacional de Jóvenes Agricultores en 1975, volvió a defender la importancia del asociacionismo sobre todo de los pequeños y medianos agricultores, y una reivindicación de la formación profesional dual «porque nos hemos dedicado a las universidades y la gente no sale preparada». Sí, el consejero de Universidades Gómez Villamandos también estaba allí sentado.

González de Canales sacó un pequeño papel del bolsillo al final de su discurso. Era una cita del salmo 80 de San Agustín. «Los hombres dicen que los tiempos son malos, que los tiempos son difíciles: vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos: así como nosotros somos, son los tiempos», leyó con cierta dificultad don Felipe.

Lo hizo en el Palacio Episcopal, donde premió a los asistentes con otra máxima que impregnó subliminalmente sus palabras de principio a fin: la verdad nos hace libres.

Los galardonados, sentados en el patio de butacas, aplaudieron la lucidez de un agricultor de 83 años que solo necesitó ayuda de nuevo para bajar del escenario. Todo lo que ocurrió antes de eso fue un ejemplo de vitalidad y valentía.

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