Sorpresa al entrar en la redacción por un cumpleaños, el míoBorja de la Lama

Crónicas castizas

El Rotativo, flora y fauna

Pues con esa gente iba un día cualquiera a Moncloa a cubrir una manifestación de esas que hacía la izquierda cuando iba gente a ellas. Y durante la misma, inmersos en ella, le pregunté a Borjita dónde andaba Paco, muy aficionado a perderse de vista, porque quería que sacara unas fotos generales

Era estimulante y un desafío permanente llevar la redacción de un periódico hecho exclusivamente por estudiantes, que potenció el decano Luis Togores, en busca de mayor formación práctica, y que llegó a tirar en sus mejores momentos 45.000 ejemplares. También cubríamos como diario varios días seguidos el Congreso Católicos y Vida Pública donde mis jóvenes periodistas vestían sus mejores galas hasta ser casi irreconocibles.

En ese mundo pequeño que merecería la pluma de Giovanni Guareschi, allí, tenían lugar también pequeños milagros. Como el joven Borja, que encontró en la Universidad una hermana de cuya existencia no sabía nada. O Paco, que encontró una docena de novias que también ignoraban hasta entonces que existía él. O Isra, ahora en la plantilla de 20 minutos, un caballero de blanca armadura como demostró en una cena en el Pajamá. Faceta que ignoraban todos. Pues él recalcaba fundamentalmente la humorística.

O María, hoy en la agencia Efe, que me faltaba todos los viernes por la tarde, día de cierre, diciéndome que iba a clase de danza. Y ya en un momento de sospecha le dije que me tenía que demostrar que eso era verdad. Se subió a un pupitre y bien que lo demostró. Bailaba de maravilla. O Sandra, que partió a Valencia a crear allí con Elías un nuevo Rotativo, no colonia sino parte del imperio. O las niñas de colores: Elena y Cova, pelirrojas de ojos azules y talento en abundancia. También dos magníficos redactores jefes: Evaristo, una eminencia en cine con una novia con muy buen gusto, y Pi Jiménez, señora del orden y la armonía que se ganó un sitio en la redacción cuando llegó con la noticia del hundimiento de un edificio frente a El Corte Inglés, no sólo con la nueva, también con las fotos y el texto, cuando aún se levantaba la polvareda en el bulevar de Alberto Aguilera . También pululaba Javi López, guapo oficial, que se presentaba como John Wayne y consiguió que le llamase Johnny Comomolo o el discreto Chema Rubio. Y una muchacha de una cultura sorprendente: Mireia y una buena persona donde las haya, Alfonso Kale.

Muchos temblaban cuando yo golpeaba las mesas con un martillo de goma al grito incesante de ¡cerrad! para poder enviar el periódico a imprenta.

O el miedo que me hizo pasar a su pesar Juandi, pareja de hecho profesional con Pepelu, el 11 de marzo maldito cuando nos llegó la noticia de los atentados terroristas islámicos, dicen, contra los trenes y yo sabía que él venía en uno de ellos desde Guadalajara. Allí a Atocha, fue el joven Borja y sacó fotos que luego nos pidió un diario generalista cuyo nombre empieza por El y acaba por Mundo.

También tuvimos un cura de fe alegre y un exseminarista que hoy trabaja en una torre de control de un aeropuerto y el sacerdote anda comunicando por Toledo. También tenía en Deportes a Diego, un aragonés cumplidor de sonrisa imborrable que hoy pulula en El Debate, junto con otros exrotativeros.

Pues con esa gente, parte de ellos, iba un día cualquiera a Moncloa a cubrir una manifestación de esas que hacía la izquierda cuando iba gente a ellas. Y durante la misma, inmersos en ella, le pregunté a Borjita, que iba con su Canon en ristre, dónde andaba Paco, muy aficionado a perderse de vista, porque quería que sacara unas fotos generales. Borjita simplemente señaló el cielo con el dedo y al seguir la dirección indicada vi una pluma grúa de esas enormes que se usan en construcción. Y sobre la pluma grúa, en lo más alto, a 80 metros del suelo (ochenta), estaba Paco, conocido como «el murciano», pues procedía de Alhama a pesar de su aspecto espigado y alto de tejano de ojos claros que arrasaban entre el alumnado femenino, acompañado de ese desparpajo tan suyo que le llevó casi a bajarse los vaqueros cuando una encantadora comensal y compañera dijo que le gustaba tanto la nata que hasta la ponía cachonda pidiendo al camarero un kilo de eso en un restaurante italiano que había en el VIPS próximo a la redacción.

Pues recorriendo esa grúa sin temor como decía, haciendo equilibrios con su cámara Canon 20D, estaba Paco sacando unas fotos generales de la manifestación que más tarde comprobaría que eran magníficas, pero en aquel momento no pude pensar en eso sino simplemente en que podría estrellarse y su padre me lo iba a cobrar como si fuera nuevo.

Y dos personas que también pilotaban esa redacción, los doctores y a pesar de ello amigos, Álvaro de Diego, excelente persona, y Pepe Vilamor, un gallego ejerciente que contaba historias fascinantes de su tierra. Y muchos estudiantes inolvidables como mi pareja de peludos. Sin ellos y muchos más, como Idoia o MJ, pero no tantos, la hazaña periodística hubiera sido imposible pero fue, quizás aún hoy muchos de dentro y de fuera no sean conscientes de la machada, que durante años hicimos, perdona Irene.