El reloj de Sol ultima sus detalles para Nochevieja: «Los relojeros del Big Ben lo vieron y se quedaron sorprendidos»
Los tres relojeros son un ejemplo de miles de profesionales que esa noche no pueden disfrutar de las uvas porque están pendientes de que todo vaya bien
El reloj de la Puerta del Sol culmina la Casa de Correos y protagoniza cada año la noche del 31 de diciembre marcando las campanadas que acompañan a las 12 uvas. Su historia va más allá de este momento del año. El Debate se ha adentrado en las entrañas de este elemento histórico junto con uno de los tres relojeros que se encargan de cuidarlo a lo largo del año, Jesús López-Terradas. El maestro explica el funcionamiento de esta longeva máquina y las claves de su funcionamiento para esta fecha tan especial.
La historia del reloj de Sol se remonta al siglo XIX, cuando los madrileños estaban acostumbrados a mirar la hora en el reloj de la Iglesia del Buen Suceso, situada en la actual tienda de Apple de la plaza de la Puerta del Sol, los vecinos utilizaban este punto para orientarse en el tiempo.
Tras derruir el templo, los transeúntes se quedaron sin una referencia horaria, lo que impulsó la colocación de un reloj de tres esferas en la parte superior del Edificio de Gobernación fabricado por Tomás de Miguel.
Ante la inexactitud de esta máquina, se decidió contactar con un relojero de elevado prestigio, José Rodríguez Losada, quien prometió a la vuelta de uno de sus viajes construir una máquina nueva para culminar la plaza.
Tres años después, el maestro artesano regaló el reloj al Ayuntamiento de Madrid y el 19 de noviembre de 1866 sería inaugurado en la plaza por la Reina Isabel II como conmemoración de su cumpleaños.
Como anécdota curiosa, en 1928 sufrió el desprendimiento de una de sus pesas que llegó a traspasar el suelo hasta llegar al despacho del Gobernador.
Esta histórica máquina fue fabricada en Inglaterra por el lugar de residencia de su artesano. La precisión de esta es tal que tras 158 años, solo se atrasa entre cuatro y diez minutos al mes. Su mecanismo es algo complejo, cientos de ruedas dentadas componen el motor que despide cada año.
Para acceder al reloj de Sol hay que subir por una estrecha escalera de caracol forjada en hierro. Una vez se llega a la sala, una gran máquina sobre una caja de madera preside este habitáculo.
Jesús López-Terradas, su relojero junto con otros dos maestros, se encargan de cuidar cada semana a lo largo del año este histórico reloj. El artesano explica a El Debate como funciona esta máquina con 158 años.
«El reloj se compone de tres partes: los cuartos, la sonería de movimiento y el tren de las horas. Estos tres 'ejes' se coordinan fundamentalmente por la sonería de movimiento, cada 15 minutos esta rueda hace que una palanca dispare los cuartos y cada hora los cuartos disparan otra palanca que hace que funcione las horas. En un proceso en cadena», explica el relojero.
En este sentido, López-Terradas subraya que «este reloj obtiene su energía gracias a que cada tren o movimiento tiene su pesa correspondiente. El movimiento tiene un peso de 50 kilos, mientras que los cuartos y las horas tienen uno de 122 kilos. El movimiento que adquieren estos pesos es por inercia giratoria que al final se transforma en un vaivén gracias al ancla que se rige por un sistema de áncora».
Estos pesos con el paso del tiempo y la propia inercia de la gravedad van cayendo y si se posan en el suelo el reloj se detiene. Por tanto, los relojeros deben subir estas pesas a través de una manivela. «Os podéis hacer a la idea si pesan las tres...», bromea Jesús López-Terradas.
«Además, existen dos ruedas de control para los segundos y los minutos, estos dos sistemas se coordinan mediante un eje de distribución a las cuatro esferas que dan a la Puerta del Sol, a San Jerónimo, a Carretas y la Calle Mayor», continúa explicando el relojero de Sol.
Calculando la caída del carrillón
Un elemento clave dentro de este mecanismo y que todos tenemos grabado en nuestra cabeza es la bola de los cuartos o carrillón. Esta maquinaria funciona de manera independiente al resto del reloj y, por tanto, son los relojeros quienes tienen que soltar este mecanismo de manera manual 28 segundos antes de las 12 campanadas.
El carrillón durante todo el año permanece parado, pero cuando llega esta fecha «lo que se hace es limpiarla bien, quitarla toda la grasa seca, volverla a engrasar y probarla», apunta Jesús López-Terradas.
«Para ponerse en marcha basta con quitar un seguro y retirar una palanca, entonces, la bola cae por su peso y tira del cable que mueve los mazos para activar los tres partes del mecanismo central», indica el relojero de la Puerta del Sol a El Debate.
Una duda que surge todas las Nocheviejas es: ¿qué ocurre si falla el reloj? Jesús cuenta que es «muy difícil que ocurra», no lo quiere negar porque es una máquina y siempre hay margen de error, pero los tres relojeros están pendientes si algo no está en su sitio.
El reloj de Sol recuerda a otro de fama mundial, el Big Ben de Londres. Jesús López-Terradas cuenta que son «máquinas completamente distintas». «Vinieron los relojeros de Londres y dijeron que es uno de los mejores del mundo. Es un magnífico reloj», señala el maestro artesano.
Los tres relojeros de Sol son un ejemplo de miles de profesionales que esa noche no pueden disfrutar de las uvas porque están pendientes de que el mecanismo no falle y todo fluya perfectamente. «Podríamos traer uvas y tomárnoslas, pero si estás pendiente de las uvas, no estás pendiente del reloj, que es lo más importante», relata Jesús López-Terradas.